Con aroma a café (saveco20@gmail.com)
Caliente como el sol, negro como la noche, puro como el ángel y dulce como el amor, ¡así es el café! Que fue descubierto por azar, y fue favorito de reyes y papas y prohibido por quienes lo consideraban obra del diablo. Es que este néctar negro y aromático es uno de los placeres más intensos que la vida nos ha podido regalar, y que además estimula el pensamiento y la libertad de expresión.
Esta bebida intelectual, ha inspirado a plumas notables como Emanuelle Kant, Honoré de Balzac, Cortázar, García Márquez, Vallejo, así como a pintores Francisco de Goya, políticos como Simón Bolívar, Napoleón, músicos como Bethoveen, Juan Sebastián Bach, autor de la “Cantata del Café”, en el cual expresa: “¡Oh, cómo me gusta el café azucarado! Es más agradable que mil besos, más dulce que el vino moscatel. Café, café, te necesito. Si alguno quiere hacerme feliz que me ofrezca un café”.
El café inspira y aromatiza la existencia. Y no me refiero al café de lata, sino al café producido en nuestras tierras. Un buen café, viene de las manos de nuestros productores, promovamos, el consumo de nuestro café.
Al escribir éstas líneas, es imposible no recordar a mi sabia abuela Livia, que solía tener la casa cautivada con olor a café, en su cocina acogedora siempre estaba el café caliente, listo para ser bebido y compartido, sobre todo al despertar.
Respecto a los orígenes del café, Néstor Luján, periodista, gastrónomo y escritor español (tres condiciones interesantes), autor de “El libro del café”, relata que, fueron las cabras, quienes primero saborearon las delicias del café, cerca de los montes de Kaffa, Etiopía (1440), cuando un pastor vio que durante la noche, sus cabras se la pasaban brincando y llenas de energía. El hombre pensó que su rebaño estaba poseído por el demonio y corrió hasta un monasterio cercano a pedir que exorcizaran a sus animales. A partir de entonces descubrieron el fruto milagroso que fue compartido. Aunque el café tuvo que pasar muchas peripecias para que se expanda al mundo.
A Europa, llegó el año 1615. Cuenta la leyenda, que en Roma no fue bien recibida, beber café se convirtió en causa de ex comunión, para los creyentes que se atrevieran a beber de semejante pecado, obra de satanás. Sin embargo, no prosperó, porque al papa le encantaba el café con leche.
Así, se expandió por toda Europa y llegó a América del Sur, Perú, Huánuco, que el fin de semana celebró la II Fiesta del Café Huanuqueño “Extrayendo aromas y tradiciones”.