Palacio obispal abandonado

Por Fortunato Rodríguez y Masgo*

“Bajo el cielo huanuqueño, creí́ terminar mi llanto, pero la suerte entre tanto a otra tierra me condujo… llorad, llorad ojos míos, lejos del amado suelo, si llorares mi consuelo, yo seguiré́ llorando y seguiré́ recordando…”. (Anónimo), canción que solía cantar el monseñor Alfonso María De la Cruz Sardinas y Zavala.

Aunque lejos nos encontramos, siempre añoramos el regreso a nuestro Huánuco Primaveral, que se encuentra enclavada en el hermoso valle de los Chupachos, regado por las torrentosas aguas del majestuoso río Huallaga, donde el sol es tierno y eterno que brilla todo el año allá́  donde vive taita Dios, en la inmensidad del firmamento azul, vigilando siempre los tres Jirkas: Marabamba, Paucarbamba y Rondos. Sus calles son históricas, tradicionales y estrechas, llenas de romanticismo; donde juramos en algún momento de nuestra vida, amor eterno, en aquel rincón casi oscuro donde solíamos estar a solas con el amor de nuestra vida.

Camino con mucha nostalgia, casi ya no veo las casitas tarrajeadas con barro y de techo de tejas en arcilla rojo de Punchao a dos aguas, el cielo raso era de carrizo de Pitumama. Dónde están los amigos que se quedaron, ya no les veo; me siento como “foráneo” en mi tierra donde nací́ y me crie, no encuentro casi el calor huanuqueño ¿Qué pasó? Dónde están los saludos y la estrechez del abrazo entre paisanos…todos nos conocíamos. . . éramos como familia.

El sol esta radiante, la plaza de armas espectacular con la imponente pileta del año 1845, tras de ella se encuentra el sagrado Pillko Rumi, venerado por los Chupachos, siempre los frondosos árboles ficus, hogar de pajaritos y pihuichos que armonizan el ambiente, el cielo despejado, corre un susurro de viento fresco entre las estrechas calles, quizás es el aliento de los Jirkas. De pronto veo el Café Ortiz…ya no están el Café Perú, Café Rouillon, Café Milusca, Café San Ignacio, y Polo Sur; todo está transformado alrededor de la plaza principal.

PALACIO OBISPAL

Al retornar a casa, ya por el jirón Hermilio Valdizán cuadra 6, sentí tristeza al ver al Palacio Obispal de la Diócesis de Huánuco casi abandonado. Para refrescar la memoria, podemos manifestar que fue construido en 1890 gracias a la dedicación y esfuerzo del monseñor Alfonso María De la Cruz Sardinas y Zavala, el único obispo huanuqueño hasta el día, quien en vida dirigió esta congregación.

El pueblo católico edifico el palacio obispal, con adobones, de paredes anchas y arcos, techo de tejas de arcilla colorada, revestido de yeso, el piso de lajas de mármol traídos desde Huancapallac (Higueras). En el interior se apreciaba un hermoso jardín con plantas ornamentales destacando las bellas rosas, contaba con un despacho auxiliar, oficina principal, una encantadora y cautivante capilla, un ambiente para la imprenta, la residencia del obispo y su terraza que armonizaba con bellas plantas y su amplia huerta que colindaba con los jirones Dámaso Beraún y Bolívar. Era una hermosa residencia al estilo andino.

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A la muerte del Monseñor Sardinas, el 26 de junio de 1902, sucedió un hecho sobrenatural; se levantó́ un arco iris desde la Catedral hasta el Palacio del Obispado, a los minutos que murió́ el taita, estuvo en el cielo casi hasta la entrada de la noche y nuevamente volvió́ a salir el arco iris el día siguiente, durante el entierro.

Algo sucedió para no creer, pero sucedió, la misma que fue confirmado por el Señor Ignacio Figueroa Coz,-ex-secretario privado del Monseñor Sardinas.

“En el Palacio del Obispado, hubo un depósito de guardar libros, periódicos, papeles, y muchos útiles; el joven Enrique, era empleado, suplicó para buscar un libro de castellano, de inmediato alcanzo la aprobación, al ingresar al recinto, prendió́ una vela y el resto del fósforo lo arrojó al suelo, al instante se produjo un incendio grande, corrió́ el Obispo Sardinas, saco su cordón que apretaba su túnica, lo arrojó al fuego, como un relámpago retumbo, logrando apagar al instante; al revisar el ambiente, casi nada se quemó́, su cordón lo recogió́ relumbrando y nuevecito”.

El obispo huanuqueño pernoctaba dentro de su residencia de forma sanfriscana, no contaba con lujos, su dormitorio era una simple cama, con frazadas andinas de Dos de Mayo, era muy austera, muchas veces dormía en el suelo sobre pellejos de carnero, cubierto de su sotana.

Con el tiempo, el despacho del obispo se trasladó a la moderna Catedral de Huánuco, dejando de lado al bendito local religioso.

En la actualidad el Palacio Obispal de Huánuco muestra una fachada abandonada, a pesar que fue declarado como Patrimonio Cultural de la Nación. Es necesaria su preservación y conservación tal como fue la residencia del monseñor Alfonso María de la Cruz Sardinas y Zavala, tarea que les toca cumplir a nuestras autoridades, es una obligación conservar nuestra historia y nuestro patrimonio cultural.

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