
Por: Jorge Chávez Hurtado
El reconocido Presbítero Oswaldo Rodríguez Martínez, sacerdote de infatigable labor espiritual, social y cultural por Huánuco, ha desentrañado con maestría y profundidad el corazón palpitante de una celebración que trasciende el tiempo: la venerada Danza de los Negritos.
En su análisis impregnado de historia, cultura y fervor religioso, presente en el libro «Los Negritos de Huánuco», publicado por Amarilis Indiana Editores en 2016, el padre Oswaldo arroja luz sobre esta festividad que irradia desde el 24 de diciembre hasta el 19 de enero.
A continuación, compartimos con ustedes su análisis interpretativo de nuestra querida danza emblemática: “Desde que llegó la fe cristiana a Huánuco, los misioneros sembraron en nuestros antepasados el contenido de las verdades cristianas católicas: el misterio de la encarnación del Hijo de Dios en las purísimas entrañas de la Santísima Virgen María, su nacimiento, su predicación, sus sufrimientos hasta morir en la cruz y su gloriosa resurrección.
Todas estas verdades cristianas católicas calaron en los huanuqueños, y de modo muy significativo el misterio del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, que originó muchas manifestaciones de fe.
Los sacerdotes, en su mayoría españoles, en el tiempo de la colonia enseñaron a los hijos de los negros (negritos) a danzar en honor al Niño Jesús y adorarlo con devoción. Visitaban templos y casas durante la Navidad, como gesto de fe y amor al misterio del nacimiento del Hijo de Dios.
Esto que ya se había vivido, en la época republicana quisieron retomarlo en las antiguas haciendas, sobre todo en las ubicadas en la entrada de Huánuco, como Andabamba, que recordaba la música y la danza, pero tuvieron un serio inconveniente: ya no habían negros. Entonces los caporales (capataces) organizaron con los trabajadores (la pampa), ya no con niños, sino con adultos para que bailaran esta danza, y como no eran negros tuvieron que ponerse máscaras. Así lo hicieron, con la misma actitud antigua de visitar los templos y las casas haciendas en Navidad, y poco a poco se fueron incorporando todos los personajes, tal como lo vemos hoy.
La Danza de los Negritos es, desde sus inicios y durante toda su historia, una manifestación de fe y amor al Niño Dios que dura todo un mes, donde se exhiben sagradas imágenes. Es, sin duda, la devoción católica más grande que se vive aquí. Incluso puedo decir que Huánuco es la ciudad del Niño Jesús.
Este acto de fe comienza con la bendición de los mayordomos, quienes se comprometen a organizar la fiesta. Tienen que trabajar mucho y hacer grandes sacrificios. Hacen girar su vida durante todo el año en torno a un compromiso asumido.
Cuando los mayordomos buscan a los bailantes, estos se comprometen por amor al Niño Jesús, a quien le expresan gestos de fe y amor: conseguir el disfraz, participar en los ensayos, dejar de trabajar durante los días de fiesta, soportar el cansancio y el calor. Todo por el Niño Jesús. Demuestran, de modo especial, su participación en la santa misa y en la danza de la adoración.
Al término de la fiesta, todos los que han participado, guiados por su fe, con gestos y detalles de amor al Niño Jesús, estamos seguros, son bendecidos por él.
Que el Niño Jesús, el Hijo de Dios, que ha venido a este mundo para salvarnos, siga bendiciendo abundantemente a todos los que, guiados por la fe, hacen posible la danza de Los Negritos, que comenzó en Huánuco, todo por la gloria de Dios, el engrandecimiento de la Iglesia Católica y el bien de todos nosotros”.