A 25 años del conflicto del Alto Cenepa, conoce la historia de uno de los veteranos de guerra

REENCUENTRO DEL PERSONAL DE TROPA, OFICIALES Y TÉCNICOS SERÁ EN TINGO MARÍA

Cerca de 400 soldados del Batallón Contrasubersivo Pumacahua N° 16 de Tingo María que participaron en el conflicto armado con el Ecuador en 1995 mañana sostendrán un reencuentro para recordar las anécdotas vividas, pero también para exigir atención y respeto al gobierno Central. La reunión por las Bodas de Plata de los Veteranos de Guerra de 1995 será en la Ciudad de la Bella Durmiente, de donde hace 25 años jóvenes entre 18 a 19 años partieron para defender con honor y gloria la soberanía del Perú.

Entre las actividades programadas, está una romería recordando a sus promociones caídos, desfile con terno negro para conmemorar a los hombres caídos en combate, camisa blanca por la paz, boina de las fuerzas especiales y la corbata dorada que demuestra que ellos han sobre pasado cualquier curso de comando (lince o alfa), porque sobrevivieron a una guerra.

Entre los veteranos de guerra está el Sargento Segundo del Ejército, José Damaseno Tarazona, quien a los 18 años fue llevado a la frontera para luchar por el Perú. “Un 27 de enero de 1995 salimos de Tingo María rumbo al Milagro, luego nos embarcaron en camiones y nos llevaron hacía la frontera, después nos subieron a unas lanchas que en cada una por lo menos ingresaba de 400 a 5000 soldados; bajamos en Ciro Alegría y de ahí nos transportaron con helicópteros al PB1 y desde ahí entremos a la Cueva Y, Cueva de Los Tayos, Base Y, desde donde empezamos a desalojar al enemigo (soldados ecuatorianos)”, narra Damaseno, quien es padre de 4 hijos.

Continúa. “Claramente me acuerdo que era un 21 de febrero y nos dan la orden de que teníamos que tomar Tiwinza, para ello estaban diferentes unidades como es la 16, 314, la 19 comando de Rioja, artilleros, etc. El 22 de febrero entre las 4:00 o 5:00 de la mañana no recuerdo muy bien la hora, empezó el enfrentamiento y aproximadamente 12:00 del día logramos desalojar al Ejército Ecuatoriano, recuperamos Tiwinza e izamos el Pabellón Nacional, lo que para nosotros que estuvimos en el lugar significa un triunfo, pero para los ecuatorianos es un día que recuerdan como ‘el miércoles negro’, porque el 22 de febrero de 1995 cayó un día miércoles”.

“Ese día los ecuatorianos perdieron soldados y nosotros recuperamos armas. En ese lugar nos quedamos casi dos meses, porque no queríamos que los ecuatorianos regresen; la primera semana de mayo nos replegamos al PB2 y en setiembre nos dan de baja en el Milagro (frontera). Ahí me entregaron un diploma y certificado, me dieron la mano de agradecimiento y muchos de mis promociones regresaron en camiones, pero yo regresé hasta Lima en un avión, gracias a un coronel a quien ayudé a cargar su mochila”, recuerda.

“No teníamos dinero. De Lima a Huánuco regresé en un camión y al igual que yo, mis promociones hicieron de estibadores y ayudantes para llegar a su destino”, dice José al tiempo de informar que, tras ser dado de baja, él ni sus promociones recibieron ayuda psicológica para superar lo vivido en el conflicto armado.

“Volver a encontrarme con mis promociones después de 25 años será nostálgico, porque casi todos que salimos de esa guerra estamos enfermos, jamás pasamos examen psicológico, revisión médica, nos dieron de baja sin pensar en los traumas que cada uno tiene que afrontar a lo largo de nuestra vida. Al igual que yo, mis colegas toman medicamentos para controlar angustia, dolor y poder dormir”, declara el veterano.

EXPERIENCIAS DE GUERRA. José Damaseno Tarazona, quien a la fecha trabaja como agente de serenazgo de Amarilis, cuenta que sólo el 22 de febrero de 1995, burló a la muerte en dos oportunidades, porque considera que Dios estuvo con él.

“Cuando estábamos en pleno enfrentamiento, un teniente pasó por nuestro lado y nos pidió que avancemos porque estábamos escondidos o parapetados detrás de un tronco. El teniente nos dijo avancen hacia la parte baja, porque estábamos yendo a tomar Tiwinza; comenzamos a rampar y tras avanzar unos diez metros al lugar donde estábamos cayó un mortero y destrozó el tronco, uno de mi promoción me dijo, gracias a Dios estamos vivos, si seguíamos ahí, ya estaríamos muertos”.

“La segunda experiencia es cuando estaba yendo como hombre de punta cansado y con hambre porque cinco días no habíamos comido, decido dejar en el camino dos papayas (proyectiles del RPG), pero el capitán se da cuenta y ordena que regrese a recoger. Renegando estaba regresando y delante de mí iba mi promoción quien avanza y sin darse cuenta pisa una mina que destrozó sus piernas, en el trayecto murió porque no pudieron controlar la hemorragia”, narra con tristeza.

“En las noches lloraba no por cobarde, sino porque vi a mis promociones morir, decía que no volvería a ver a mi familia, pero gracias a Dios logré salir con vida y después de 25 años vamos a reencontrarnos con mis promociones, mis técnicos, mis oficiales que participamos en la guerra con el Ecuador”, dice al tiempo de recordar que el amor y la esperanza de volver a abrazas a sus padres lo mantuvo vivo en aquel infierno de donde muchos de sus compañeros no lograron salir.

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