Elizabeth Saly Deza Laurencio*
Talco, agua y serpentinas
Probablemente el año no esté de humor para revestir con alegrías al país, pero eso no significa que no podamos recordar el carnaval de antaño al ritmo de tambores, quenas y múltiples danzas. Hoy, el inmortalizar sucesos que llenaron el alma de regocijo, ha de ser motivo para recobrar fuerzas y enrumbarnos a una sana lucha, para volverlos a disfrutar.
Cuarenta y seis son los días en el que todo mortal debe dejar la vida carnal y los goces de placeres exóticos; pues esto, en opinión de las iglesias cristianas, debía tomarse como los días de cuaresma y penitencia en memoria de los cuarenta que ayunó Jesús en el desierto. Sin embargo, esta inocente costumbre, conforme evolucionaba, iba esparciéndose alrededor del mundo.
Esto fue así. Su intención no fue seguir los pasos de su familia, y dedicarse al mundo de los tejidos; así que, sugestionando nuevas proyecciones buscó la suerte en el mar. Afortunadamente la reina Isabel la Católica y su esposo se encontraban en el trono de Castilla, gobernando con ímpetu y gallardía, con la intensión de llevar al reino a la cúspide de su prestigio; y de pronto, el hombre de telas y aventuras, Cristóbal Colón, ofrece un proyecto a los reyes católicos, quienes en su afán de conquistas aprueban la propuesta, sin sospechar que llegarían a nuestros lares. En efecto, la costumbre de festejar la cuaresma con grandes júbilos llegó en manos de los conquistadores españoles.
La condición popular de los conquistadores iba agrandando y amoldando (con nuevas formas) la costumbre de celebrar el ansiado carnaval. Entonces, de antemano, iban llegando juegos de naipes, dados, ajedrez, peleas de gallos y las corridas de toros. Ahora, la fiesta del carnaval ¿Cuándo llega al Perú y a la región? ¿Habrá sido fácil para los nuestros adaptarse a esa costumbre? ¿Seguirán generándose cambios entre el carnaval del ayer y hoy? Entonces, apreciado lector, usted que conoce esta festividad y la vivió hasta el momento, ¿recuerda algún evento inolvidable? El compartir las respuestas, es una estrategia para olvidar lo que a muchos nos afecta en medio de esta pandemia.
Seguramente fueron días de sol y de vientos sublimes, los primeros meses del año 1544, el momento preciso en el que en la capital se celebraba el domingo de cuasimodo, según algunos registros, en esta fiesta carnavalesca los españoles junto con los negros, mestizos e indios iban añadiendo al evento objetos (máscaras) y formas más divertidas de mostrar dicha y amor hacia la festividad.
A la ciudad de un cielo limpio y radiante de celeste intenso, lugar donde el sol descansa sus luces los 365 días del año, era inevitable hacer que no llegara. Nuestro pueblo también se llena de fiesta los primeros meses del año, con su carnaval que combina tradición, cultura y gastronomía. Orgullosamente lo celebramos con agua, talco, betún y serpentinas… Por ejemplo, la guerra de las naranjas que se realiza en el distrito Churumbamba, en Huánuco, es síntesis de una vasta alegría en memoria del Omnipotente.
Ya se muestra el mes carnavalesco y la crisis de salud del momento, las dudas y el desasosiego nos mantienen hoscos, esquivos, huraños y malhumorados. Sin embargo, esforcémonos en evitar que sentimientos negativos nos alejen de los amigos. Tal vez no haya talco, agua y serpentinas, pero aún podemos cultivar la fraternidad, el amor y la esperanza. NO BAJEMOS LA GUARDIA.
*Docente Bachiller de Lengua y Literatura. Escritora Pachiteana, integrante de la AEH (Asociación de Escritores de Huánuco).