
Por: Fortunato Rodríguez y Masgo
Transcurría el mes de mayo de los años 90, ya era hora del lonche, me dirigí a la casa de la mamacha ubicada en el barrio San Cristóbal de nuestro Huánuco Primaveral, para ingerir mi cafecito de huerta cuyo olor se dispersaba alrededor de la casa, señal ¡aquí! reside una familia con tradiciones de mi tierra huanuqueña y sobre la mesa estaba ya servido en plato hondo enlosado totalmente blanco, el delicioso moray (papa seca bajo el friaje de la sierra) revuelto en manteca de chancho y cascaron frito, acompañado de pancitos mishtishongo y mestizo.
De pronto, suena la puerta, se advierte la presencia de don Willy, viejo ebanistero, que estaba confeccionando las puertas y ventanas de la casa, quien es recibido por la matriarca de la familia y de inmediato, es invitado a compartir la mesa y del lonche, se dio inicio a una agradable tertulia entre recuerdos, memorias y risas transcurre los minutos. Al final, terminamos dentro la noche.
Como la conversación era interesante, nos dirigimos a la sala, para estar más cómodo.
De pronto se escuchó, “me llevaron a otro mundo, donde me reencontré con mis padres fallecidos, hasta con mis abuelos y hermanos muertos muchos años a tras”, manifestó el viejo Willy, oriundo de la selva, quien dio inicio a su relato: “en mi juventud adolecí de una rara enfermedad, ya estuve desahuciado por los médicos, quienes me dieron apenas seis meses de vida, esa advertencia golpeo con mucho dolor mi vida, me transformo y me envolvió en medio de la locura, por temor a la muerte, casi ya no dormía por tanto pensar, no tenía hambre, me refugie en mi soledad dentro de mi cuarto, comencé a bajar de peso, me transforme en días en un cadáver andante. Esto preocupo a mi madre, quien salió a buscar algún remedio o alguien que me cure, no soportaba ver a si a su hijo en medio de una lenta agonía en vida”.
Prosigue el añejo ebanistero: “la desesperación de mi madre, le empujo a buscar a un curandero chaman de los asháninka, que habitaba a kilómetros de nuestra casa, hasta donde llegó, le conto todo lo sucedido con mi persona, casi de inmediato le ordenó que me traiga, para verme y diagnosticar que tengo y que podemos hacer”. Así fue, me llevo cargando, en medio de su cansancio se detenía para tomar más fuerza y proseguir su caminar hacia el curandero, sudaba y se sofocaba, porque el sol caí sobre ella, no había sombra; pero no era obstáculo para mi combativa madre, cada pisada de sus pasos, significaba un peldaño más que podría vivir. Así llegamos a una choza de umiro, en medio de árboles, cerca de un enorme rio. Ya me esperaba un hombre de estatura mediana, de piel blanca, casi no se le podía ver, porque sus ojos brillaban, vestido de una cushma (túnica) de color marrón, de lento caminar, su voz era ronco, casi sonoro, se escuchaba con eco. Me vio, casi al instante camino hacia mí, y me puso su mano sobre mi frente y en medio de mi pecho. Me ordeno esperar sentado sobre un tronco de árbol, donde aguardaban más “pacientes”. A los minutos, me entrego una copita, en su interior cabía una pequeña porción de un brebaje llamado AYAHUASCA. Me ordeno que tome. Así fue, de un porrazo bebi. A los segundos, mi mente se transformó, y dentro de ella ya estaba caminando por inmensos bosques llenos de enormes árboles, vi una playa de arena blanca, más allá un rio cuyas aguas eran transparente, alcance ver el fondo lleno de piedras y plantas, el cielo era completamente azul marino, un hermoso día lleno de sol, me alcanzo una señorita, quien me dijo que me va acompañar en mi caminar, me llevo a otro bosque en medio de enormes serpientes, leones, tigres hasta lagartos querían morderme, era desesperante atravesar este lugar. Al final, entre a un inmenso jardín lleno de flores, plantas y sobre ella volaban aves y palomitas, era un encanto estar ahí. Pero nosotros seguimos caminando hasta llegar a un lugar donde vi a muchas personas desesperados. Mi compañera guía me dijo: “están ellos ahí, a la espera de perdón, porque su vida terrenal fue un desastre, hicieron cosas malas, estarán ahí hasta pagar sus penas”.
Prosigue Willy, “Ahora te voy a llevar a un lugar que te va gustar me advirtió mi guía”. Así fue, llegamos a un parque, vi a personas sentados en las bancas, nos acercamos a una persona que estaba de espalda, de pronto nos miró y era ¡mi papa!, quien había muerto tiempo atrás, nos saludos, yo estaba alegre de volvernos a encontrar, me pregunto por mi mamá y mis hermanos vivos, le relaté muchas cosas, al final le pregunté ¿cómo estás? Me respondió ¡bien! Aquí todo es paz, tranquilidad, aquí no falta nada, vivo a una cuadra de aquí, todas las tardes me vengo a sentar al parque, me despedí con pena, ¡cuídate mucho hijo, te quiero! Casi al instante ya estaba en otro lugar, caminamos en medio de una calle bien transitada de personas, tres personas estaban parados en una puerta de una casa, llegamos los vi y eran mis abuelos maternos y mi hermana, ellos fallecidos hace muchos años, me dio mucha alegría volvernos a encontrar, estuvimos felices conversando hasta que llegó el momento de despedirnos, ellos se fueron alegres y yo quedé triste.
Ahora llego el momento de aclarar, me dijo mi acompañante guía, era una señorita hermosa, vestido de ropa blanca. En un instante ya estuvimos dentro de una oficina, ella tras de un escritorio y yo cómodamente sentado. Abrió las gavetas, saco un libro bien grueso, ubico una página y exclamó ¡esta es la enfermedad que tú tienes! Inmediatamente me dio una receta de pastillas que voy a engerir y que hierbas voy hacer hervir para tomar. Me advirtió ¡pórtate bien! Para que tengas una segunda vida feliz aquí, pronto te vas a sanar, cuídale y adora a tu madre, por ella estas aquí. Nos despedimos y como magia regrese al lugar de inicio donde estaba sentado, conjuntamente con las demás personas. El curandero me llamo y me pregunto qué enfermedad tienes, le dije y le conté de la receta y que debo tomar. Inmediatamente se despidió, me fui a mi casa ya caminando un poco mejor. Al día siguiente comencé a tomar las pastillas, hacer hervir las hierbas para estar tomando cada instante, ya a los meses completamente restablecido y sano. Regresé para visitar al médico que me pronostico seis meses de vida, se quedó asombrado de mi sanación, le narre lo sucedido y se puso a pensar, solo me dio la mano en señal de despedida y Sali de su consultorio. Ahora estoy aquí cerca a los 60 años de vida contando esta historia que me sucedió en mi juventud, apenas tenía 18 años, culminando mi educación secundaria. Me sané gracias al chaman asháninka y a su cultura mística que tiene, Se que ustedes me podrán creer o no, pero yo estoy agradecido lo que paso en vida, gracias a ella conocí otro mundo. De esta manera termino su relato, casi todos nos quedamos sorprendidos, a los minutos termino esta larga tertulia y nos despedimos hasta otra oportunidad.
FOTO: Referencial D.R..