La agitada vida de “Pushpo”

Por Fortunato Rodríguez y Masgo

Aquella tarde del día sábado vísperas de Domingo de Ramos, del mes de abril de los años 90; el cielo azul resplandecía sobre el valle de los Chupachos. De pronto se oscureció y un fuerte ventarrón interrumpió la tranquilidad de la ciudad de Huánuco, desparramando enormes nubes de polvareda arrastradas desde la quebrada de Puelles; mientras el sol se puso a buen recaudo tras la cima del Jirka Rondos.

Se precipito una torrencial lluvia con truenos y relámpagos que hizo temblar las macizas paredes de tapial y el piso de laja de la vieja casona de la abuela. Las estrechas calles se inundaron porque el drenaje no se abastecía y otros se convirtieron en riachuelos, que impedían el caminar de los transeúntes, quienes se afanaban en buscar una solera para no mojarse. Así apareció la noche, los rayos caían en la cresta del Jirka Paucarbamba, causando temor por un eventual “alocado huayco” en la quebrada de Llicua Alta.

Mientras en el patio de la añeja casa de la mamacha apenas iluminaba un foco como mechero, solo podía irradiar luz a escasos centímetros a la redonda. Una vela alumbraba más. Así era el servicio pésimo de “Electro peor”, disculpe; Electrocentro, en aquellos años.

En breve, sonó el robusto zaguán de roble, los perros ladraron. Sali para ver quien llamaba y me encontré con Agripino, con cariño “Canchita”; era de estatura alta y contextura gruesa, mestizo, pero acriollado, estudio en la Universidad Hermilio Valdizán de Huánuco logrando culminar su carrera profesional, huanuqueño de nacimiento y criado en el barrio de San Pedro.

Agripino, tenía la costumbre de llevar al colegio Leoncio Prado su canchita para apaciguar el hambre en la hora del recreo. A eso se debe el sobrenombre y quien “caritativamente” invitaba a los compañeros del salón que estaban “misioneros” y no podían adquirir una empanada o papa rellena en el quiosco.

Nos pusimos a charlar y recordar. “Canchita” me relato del compañero Enrique conocido como “Pushpo” (frejol). “Me encontré en vísperas de navidad en las inmediaciones de ciencias económicas de la Unheval, Jr. Dos de Mayo, a escasos metros de la plazuela de Santo Domingo. Me invitó a pasar a su casa para celebrar su cumpleaños. Efectivamente llegamos y me dijo ¡espera aquí! Así fue, a los minutos regresó y me ordenó pasar al patio, descolgó un chancho beneficiado, luego le introdujo dentro de un enorme costal. Al instante me ordenó cargar. Mientras el llevaba dos cajas de cervezas.

¡Nos vamos a la casa de mi “costilla”! (enamorada) para hacer pachamanca ¡ahí nos esperan! Cuando ya estamos caminando, escuché ¡ladrones! Devuelvan el chancho gritó el padre de Enrique. ¡rateros se roban la cerveza! Expresaron los hermanos. Corre, Corre dijo “Pushpo”, si nos alcanza ¡nos pegan! Casi a los segundos ya estuvimos a media cuadra de nuestros perseguidores. Volteamos la esquina y tomo un taxi directo al Jr. Independencia. Efectivamente llegamos a una casa donde ya estaban de fiesta.

Se entregó el cerdo beneficiado a la dueña de la casa y “Pushpo” explicó ¡Sra. disculpe! recién acabo de comprar el chanchito en el camal. Como yo soy estudiante universitario, no soy de aquí y no tengo a nadie, hoy es mi cumpleaños y mis padres están “lejos”. Pero como soy “enamorado” de su hija, hoy decidí festejar con ustedes, ¡porque soy parte de su familia!

La futura suegra ordeno inmediatamente calentar las piedras para la deliciosa pachamanca. Mientras el cumpleañero abrió tres botellas de cerveza e invitó en primer orden al suegro, luego continuo con los cuñados. De esta manera se hacía querer ¡Tomen, tomen! Más luego viene más “chelas”.

Yo atónito de la frescura de “Pushpo”. No comprendía lo que pasaba, me senté en un rincón de la sala y me puse a tomar. Al transcurrir la noche me retire, porque la cerveza comenzaba a “treparme”. El cumpleañero se quedo bailando como trompo sangaracho, porque solo brincaba, brincaba como niño. Ya a los días siguientes no caminaba por la casa de Enrique, porque sabia que me estaban buscando.

En otra oportunidad, transcurría los primeros días del mes de mayo de los años 90, “Pushpo” me buscó para ir a una fiesta de cumpleaños. Me dijo ¡Canchita! estoy invitado a la fiesta de mi Tío. ¡Vamos! Así fue, caminamos hasta Paucarbambilla, llegamos a una casa, donde nos recibieron cordialmente. De inmediato nos inundaron de “chelas” (cervezas). La radiola de la casa no descansaba, porque estaba cargado de discos que hacía bailar hasta no poder a los invitados. De pronto, la fiesta se puso en silencio, el anfitrión hizo uso de la palabra: “Agradezco la presencia de mis familiares y amigos esta noche, porque es memorable. Hoy aceptamos a Enrique como novio de mi hija María, pronto se casan”. Luego murmuraron ¡El novio es funcionario del Banco!

Una vez más “Pushpo” estaba haciendo de la suya. Note, la novia era mayor, bordeaba los 35 años, mientras “el novio” apenas con 25 abriles. Era flojo para el estudio, ingresó hace cinco años, y estaba matriculado en cuarto ciclo; Así, se convirtió en uno de los eternos universitarios. Además, no trabajaba, era mantenido de sus padres. A los meses supe, la familia de la novia descubrió la verdad y le dieron una paliza, que lo dejó sin caminar cerca de un mes. De esta manera termino el compromiso del noviazgo.Casi siempre, Pushpo, recibía su merecido, por mentir o por presumir de ser “vivo”. Eso me daba pena. Luego desapareció de Huánuco, sé que se fue a Italia a trabajar. La verdad no sé nada de él, culminó “Canchita”

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