HUÁNUCO DEL AYER: Shatuco y el relato sobre la muerte del sargento Alicho, su padre

Por Fortunato Rodríguez y Masgo

Era un atardecer del aquel sábado del mes de mayo de 1995, siento que discurre como susurro un viento casi frio sobre la bella y majestuosa cuidad de Huánuco, el sol primaveral se oculta para dormir allá arriba, tras la cima del tayta Jirka. Llegó la noche, trayendo consigo un cielo que resplandece de azul marino, sobre ella danza una infinidad de estrellas, teniendo como anfitriona a la mamacha luna llena que cubre con su velo el inmenso valle de los Chupachos, donde discurre el indomable rio Huallaga, bajo la mirada celosa de los tres Jirkas: Paucarbamba, Marabamba y Rondos.

Solo me queda alargar mis pasos, en medio de las estrechas calles sin pavimentar, para llegar puntual, a la hora señalada 7 de la noche a la casa de Salustio, cariñosamente “Shatuco”, quien vivía en Paucarbamba, en compañía de su anciana madre. Además de su esposa y sus dos hijos.

“Shatuquito” fue mi compañero de clases desde el primer año de secundaria y fuimos promoción en la Gran Unidad Leoncio Prado; egresamos en la década del 70, con quien me unía una leal amistad de casi de toda la vida.

Nos dimos un afectuoso abrazo de reencuentro después de 20 años, fue un momento emotivo. De inmediato me invito a pasar a su hospitalaria vivienda, y tomar asiento en su cómodo juego de muebles de sala, tapizado; al frente estaba una hermosa mesa con seis sillas de madera caoba, el comedor; el espacio era amplio, donde resaltaba su equipo de sonido National, compuesto de un tocadiscos, toca caset y su estación de emisoras AM/FM marca Philco. Además, se podía notar el televisor dentro de un mueblo blanco/negro de 20 pulgadas, marca Philips.

El anfitrión corrió a su refrigeradora “Coldex” y cogió tres cervezas, como conversando nos pusimos a libar y fumar cigarro Ducal, luego prendió su radiograbadora y puso un caset de Anamelba la “Novia del Bolero” y la hija predilecta de Huánuco, quien interpretaba canciones inolvidables como: Aceptare, Albricias, Amor incomparable, Tiemblo, Renuncia entre muchos más.

Los minutos transcurrían en medio de nuestra peculiar tertulia nocturna, se amenizaba con la refrescante “chela al polo”. Luego la mamacha de la casa nos invitó un reconfortante caldito de gallina de chacra, con papita harinosa huayro y ají molido en batan de piedra; era una verdadera delicia este plato de la comida huanuqueña.

Aprovechando la conversación, pregunté: ¿Shatuquito dónde está tu papá?, ¡Mi Viejo está en el cielo con tayta Dios! Me respondió, y extrajo de su memoria, aquella trágica historia que me relató: “Cuando mi papá era sargento de la Policía, prestaba servicio en una comisaría localizado en la sierra de Huánuco. Una noche de junio de la década de los 80, cuando el pueblo descansaba; de pronto, se escucharon dinamitazos y ráfagas de FAL (fusil automático ligero). Al instante el personal policial se alisto con su armamento de ley, y salieron a enfrentarse decididamente a los intrusos terroristas, quienes llegaron por decenas en camiones y camionetas, con el objetivo de capturar el puesto policial y ajusticiar a las autoridades políticas, a su ingreso dinamitaron el puente y la posta de salud para atemorizar. A los minutos se desato un infernal enfrentamiento a muerte. El número de los senderistas era casi tres veces mayor a los “indomables” guardias, quienes al pasar de las horas quedaron menos y comenzaron a retroceder, algunos quedaron heridos y otros muertos”.

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Continuó relatando, que el enfrentamiento duro toda la noche y parte de la madrugada. Cuando ya rayaba el nuevo día, apareció en el escenario un batallón de comandos del Ejercito, bien armados, todos ellos jóvenes de estatura alta, porte atlético, agiles como el lince; rápidamente rodearon la aldea e ingresaron a balazos, inmediatamente tomaron las principales calles, desatando un encarnizado enfrentamiento. A los minutos, los senderistas se sentían acorralados y ordenaron su retirada trepando el cerro; huyeron dejando en su fuga sus armamentos y muertos. Los patriotas del Ejercito fueron tras los malhechores, desatando breves enfrentamientos, llegando a capturar a algunos senderistas procedentes de Ayacucho, Andahuaylas y Huaraz.

Como resultado de este ataque subversivo, murieron tres policías, entre ellos el sargento Alejo, con cariño “Alicho”, huanuqueño de nacimiento, papá de Shatuco, quien, herido en el muslo de la pierna y en el hombro, tuvo que combatir a muerte con la metralleta en mano, hasta que una bala le perforo la cabeza y cayo mortalmente herido, abrazando su ametralladora, proclamo ¡Viva el Perú! ¡Gloria a la Policía! y a los segundos quedó tendido en el frio pavimento de la vereda.

Ya en horas de la mañana la población se volcó a las instalaciones del puesto policial para expresar su dolor y admiración a tan valerosos efectivos que ofrendaron su vida a cambio de la paz y la democracia.

La comisaria quedo casi destrozada por las granadas y dinamitas lanzadas por los indeseables senderista. El temor era que podrían retornar los terroristas; al ver esto, el alto comando del Ejercito autorizó el establecimiento de una base contrasubversiva para dar tranquilidad a la comunidad.

Al día siguiente, ya en la ciudad de Huánuco, se realizó el velorio y entierro de los tres heroicos policías, quienes fueron declarados héroe de la pacificación. Los familiares de Shatuquito quedaba en medio de un gran dolor por la irreparable pérdida de un hombre con muchos valores, estricto como autoridad, con mucho sentimiento humano hacia los más desprotegidos; además, deportista y un padre ejemplar.

Al relatar la muerte de su padre, Shatuco derramó lágrimas, a pesar de que el hecho ocurrió muchos años atrás. Aún había mucho dolor.

// La foto sacada de Internet que acompaña al artículo es referencial

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