Por: Pascual E. Alejo Rettiz
El valle del pillco o mejor del (billco), en aquellos años de 1525 a 1532, era “una campiña de gran extensión con harta agua, leña y arboles de billco”, nos dice el registro de los primeros peninsulares que llegaron por los caminos antiguos del entonces tahuaintisuyo, al que pertenecía el imperio yarovilca con su asiento del Chinchaysuyo.
La presencia de los negros esclavos en la fundación española de Huánuco, no es un hecho aislado, sino de miopía histórica o desganos de quienes escribieron las paginas históricas de la fundación de este ubérrimo “valle de buen clima y harta vegetación”, a ellos lo encontramos como servicio doméstico de los primeros españoles que pisaron suelo inca, de auxiliares, de cargueros, de “soldados esclavos” que junto al amo cruzaban desiertos o los andes donde sucumbían por ser personas de clima tropical, pero que, en Huánuco estuvieron, desde el primer momento que fundo Alvarado la ciudad española el 15 de agosto de 1539, en las pampas de Guanucomarca.
Los negros esclavos de Huánuco, no fue tomado en cuenta por la historia contemporánea del pasado, y tampoco estudiado en este siglo, lo poco que sabemos se repite, y lo presentan como que, llegaron salvajes desde el África de diferentes grupos étnicos, como los de angola, guinea, Congo, Cape; este grupo de personas (los primeros esclavos o libertos) fueron parte del proceso histórico que se dio en esta parte de América, no solo fue obra de “los conquistadores” (invasores españoles) que con un grupo de soldados castellanos interrumpieron el desarrollo de la sociedad civilizada del Tahuantinsuyo.
Los esclavos como libertos (negros), corrían riesgos muy elevados, ante los eventuales enfrentamientos con la población indígena, estos servían en las expediciones de conquista (invasión), y que fue para ellos, una salida de una vida de extremo rigor, para conseguir la libertad, y, en algunos casos, hasta cierta riqueza.
Después de la primera fundación española de Guanuco, ocurrida sobre los vestigios de la capital del Chinchaysuyo (Huánuco Pampa – Dos de Mayo), y ante la férrea resistencia de los principales curacas liderados por el rebelde Illathupa, los habitantes españoles y sus servidores (esclavos) se trasladaron al valle donde “se tiene un grande río y otro río pequeño, vegetación abundante con buena leña de billco, tierra fértil y de clima benigno”.
Es en este valle de clima benigno, de la afluencia de los dos ríos (hoy Higueras y Huallaga), donde se traza las primeras cuadras de la futura Ciudad de León de Huánuco de los Caballeros, en la que también fundan la Doctrina de San Cristóbal (para indios y negros), y reparten tierras a sus primeros habitantes, españoles, principales y curacas como a “negros libertos”, que consiguieron la indulgencia de su “dueño español” por ser un “soldado negro”.
Como testimonio oficial dejemos que el escribano de la ciudad de Huánuco, Fernando Casalla, en un Testamento de un negro esclavo de la época, registra lo siguiente: “…25 de enero de 1577, Francisco de Arancay, moreno horro…declara tener tres solares cercados poco más o menos, un pedazo de tierra en Agraysuncho y diversos bienes…. Declara haberse casado tres veces la primera con Juana, india, con la que tuvo dos hijos legítimos, Gonzalo y Francisco de Arancay; la segunda con Ysabel, india natural de los Conchucos con la que tuvo una hija legítima llamada Luisa; y la tercera vez con Catalina, india natural de Pincos con la que tuvo un hijo legítimo llamado Domingo, todas las cuales sus mujeres, declara que están muertas. Nombra como sus herederos legítimos de todos sus bienes a los dichos sus hijos…” este dato como otros más, encontramos en los archivos coloniales, que muestra que los “negros esclavos” no llegaron en los primeros años como salvajes, sino también gozaban de las bondades de la administración española colonial, por prestar sus servicios al amo invasor y ser parte de la “conquista española”, la que continuamos estudiando.
Este siglo que cruzamos, compromete a los acuciosos historiadores, a los que escriben su historia de los pueblos y de los acontecimientos sociales de la época, colonial y republicana de Huánuco y del Perú, a no reescribir o repetir el trabajo publicado de nuestros mayores, sino a sumar nuevos espacios desconocidos que se encuentra debidamente documentada, esperando al verdadero investigador estudiarlos y difundirlos como un nuevo aporte a la cultura de la región y del país, y no hacer ese trabajo facilista de copiar y pegar, e imprimir libros con abundante bibliografía que se encuentra en los navegadores cibernéticos, siendo un aporte pueril de bagazo inservible que no aporta al engrandecimiento de la cultura de sus pueblos y de reivindicar a su gente.