Por Elizabeth Saly Deza Laurencio
No fue tarde, sino fue la hora indicada que debía llegar, usted hermano debe acordarse. En la mansa década del sesenta, iba retumbando en el corazón del Perú, los primeros pasos heroicos del magnánimo Andrés Cloud Cortéz con “Imágenes y sombras” en la revista Piélago.
A mediados del 2015 lo conocí en el salón San Sebastián, me lo presentaron, con muchos sentimientos de gratitud llegué a saludarlo. Cinco años después, el Coronavirus comienza a causar infortunios en todo el mundo, y paraliza todos nuestros movimientos; a causa de su inesperada llegada, se cierran colegios, universidades, teatros, eventos deportivos, eventos eclesiásticos, y, sobre todo, las bibliotecas; pero jamás sospechamos que esta pandemia cerraría los ojos de nuestro apreciado maestro Cloud.
Todo esto es muy confuso e intenso, pero ya nada se podía hacer. Creímos mantenernos firmes leyendo en casa, mientras que nuestros maestros escritores como Cloud, seguían colaborando con su literatura; y lo hacían gracias a las Ferias Literarias Virtuales, programadas y armadas por la Biblioteca Pública Municipal de Huánuco. Estos eventos culturales, que aún se irán cultivando, reafirman y fortalecen a todo lector. Todo marchaba muy bien, hasta que, de un momento a otro, llegó una extraña visita a la casa de nuestro amado maestro.
Tenía que ser 2021, año en el que el maestro Cloud deja vacíos en el corazón de todo huanuqueño, puesto que fue y siempre será el hombre más humano que medía su tiempo y el de los otros, para mostrar que vivir la vida era lo más importante. “Bajo el mismo cielo solitario y lejano de todos los días, la vida seguía avanzando sin detener su curso un solo instante.” Dijo Cloud en el cuento Era linda la negra publicado en 1985, en coautoría con Mario Malpartida y Samuel Cárdich (Tres en raya).
Protagonizaron escenas especiales los ancianos, las campesinas, los tuertos, los cojos y ciegos en “Usted comadre debe acordarse” publicado en 1987. En este cuento, él revive escenarios urbanos y rurales, con el fin de resaltar la vida de hombres de clase más modesta, pero se enfatiza más en describir la vida difícil y laboriosa de todos ellos, que viven desdichas por la pobreza.
Así, Tristemente, pienso que Pibe de “Bajo la sombra del limonero” publicado en 1998 y 2002, estaría aguardando desde el cielo a su verdadero amo, aquel, que en vela, muchas veces iba hurgando en lo más profundo de su memoria, el nombre más hermoso y agraciado que le pondría al posible amigo de toda su vida, que, en cierta medida, fue un perrito. Pibe, seguramente, aguardaba tristemente, pero a partir de estos días, posiblemente allá en el cielo, es el ser más feliz del universo, por su reencuentro con el maestro de los maestros.
Huánuco está de luto, pero queda en nuestra memoria su alegría y sus producciones, somos síntesis de ternura, pasión, amor y grandeza, pues de hombres como Andrés Cloud vamos emergiendo nuevas formas y nuevas victorias. Él era inmenso, pero a la vez muy sencillo, porque su alma era cálida para con los suyos y con los otros.