
Por Elizabeth Saly Deza Laurencio*
Viven en las calles, en mayoría, son perros y son gatos; son ellos quienes sin hogar sobreviven al ardiente sol y al salvaje frío de las mañanas. Ellos, a quienes pocos les dan lo que les sobra o les dan todo lo que tienen. Viven en las calles, y, seguramente, temen más morir de sed que de amor.
¿Quién no tiene una mascota en casa? ¿A quiénes no podrían gustarle los animales? ¿Cómo es considerado una mascota en casa? ¿Cuánta bondad y voluntad habrá en el alma de la persona que decide adoptar un amigo de la calle? Son interrogantes que diariamente son formuladas y no respondidas por aquellas personas que en bondad siempre se desvelan por buscarle un hogar a cada animal de la calle; ellas mismas que voluntariamente se proyectan disminuir este defecto que se evidencia constantemente en diferentes lugares del país y el mundo.
De todas las familias, solamente unas cuantas no tienen mascotas, y todas las restantes sí las tienen; y las que tenemos sabemos cuan maravilloso es compartir una vida al lado de un amigo de cuatro patas, a quienes los diminutivos le sientan bien, como gatito, perrito, pajarito, conejitos, etc. Los niños son más aficionados de los animales y los adultos no deberíamos fragmentar esos sentimientos, porque en un futuro cercano, ese integrante de su familia podría ser precursor de una organización protectora de animales. Se considera a las mascotas como un integrante de la familia, porque son fieles y, a decir verdad, saben relacionarse con los nuestros. Y sobre la adopción, ahí surge el evento más delicado que se debe resaltar, ya que es difícil encontrar personas que estén dispuestos a proporcionarles amor y hogar al que hambriento anda por las calles.
A unos días del Día Internacional de la Mujer, tuve la gran oportunidad de conocer a Gisela Trinidad, a una gran amiga, ella es Licenciada en Industrias Alimentarias, y por muchas razones del destino se me otorgó la oportunidad de conocerla y apreciar sus cualidades de ser humano que desprendían de ella. Apenas la vi, pude notar que su interés por el cuidado de los animales de la calle era inmenso. Entonces, en una conversación amena y amical ella me iba comentando que su pasión es protegerlos, más aún a los que están en la calle, porque su existencia es muestra de mucha indisciplina, irresponsabilidad y falta de conciencia social.
Evidentemente, lo que ella señalaba es cierto. Muchas veces, al ver a los animales en las calles los despreciamos, ya sea por su aspecto, lo feroz que podrían ser o simplemente porque llevan consigo muchas enfermedades; pero hechos como esto no ocurrirían si no abandonáramos uno, dos o muchos cachorritos en la calle. En efecto, de los pocos abandonados nacen muchos y estos se van multiplicando en grandes cantidades. Esto no sucede solo en nuestra ciudad, sino en muchos países de toda América Latina.
Muchos amantes de los animales consideramos necesario unirnos a ADAA (Asociación Defensora de los Animales y del Ambiente), porque la esperanza se fortalece solo uniendo fuerzas, tal vez no sea ahora, pero llegará un día en el que todos levantemos la mirada y apuntemos siempre hacia el bien. Es hora, ingresemos a ADAA y adoptémoslos; realicemos campañas de esterilización, concienticemos a los nuestros y evitemos abandonarlos.
Reflexionemos… Ciertamente, una mascota jamás nos abandonaría, ¿por qué nosotros lo haríamos con ellos? Hagamos protagonismo consiente, el cambio viene de nosotros.
*Docente Bachiller de Lengua y Literatura. Escritora Pachiteana, integrante de la AEH (Asociación de Escritores de Huánuco).