Waqarmayu o río que llora

Por Víctor Raúl Osorio Alania*

Huácar engendró este diario cuando supo arrebujarme con atildadas noches y cultivados días, por ello, de entrada y con boyante firmeza, digo que Ramón Castilla y Marquesado crea el distrito de Huácar mediante Ley del 9 de febrero de 1861. Aquí se nota cómo vuela el tiempo, no obstante, prevalece la imaginación. La zona aludida incumbe a la provincia de Ambo, en la región Huánuco.

INTROITO. Sentimientos encontrados. Las emociones vibran en este convite coloreado y tintado en blanco y negro. Corazón y pies viajan hasta donde no llega la mirada más aguda. 06:30 horas, el paradero acoge mi ánimo de viajar. La empresa “El Cisne” llega y sale en medio de una copiosa neblina dominguera. Dentro y fuera del vehículo la misma comitiva con diverso movimiento. Mismas neuronas por el objetivo nuevo, aunque tiene buen avance.

Entre Huánuco y Ambo hatos de bueyes estrenan dentadura filuda en disciplinada alimentación (son poligástricos con cuatro compartimientos), devoran el cañaveral de norte a sur. Tropel insaciable, cuanto antes finalicen, más temprano irán al camal.

Un loquito madrugador (según los que suponen estar cuerdos) tiene objetivos quiméricos. ¡Oooh! Si todos tienen algo de poeta, loco y creyente, entonces, respetemos la lúcida locura del poeta que predica razón desde la sinrazón andando en carnes al aire libre. ¡Aaah!

TOPONIMIA. Tres versiones marcadas por las hojas filudas del tiempo, como quien diría, de una u otra manera queda convencido hasta el más incrédulo.

Uno. Asimilado y descifrado, por el ser humano, de la tonadilla canora de una avecilla originaria de estos parajes: ¡Waqar! ¡Waqar! ¡Waqar! Esa deducción asemejase a la versión de otros lugares del Perú cuyo significado reposa en la melodía impajaritable del pájaro, el Waychau, por citar un caso.

Dos. El río hecho fiera salió de su cauce (en más de una ocasión) e invadió chacras, casas, llevándose, además, animales y lugareños. Quienes sobrevivieron waqaron (lloraron) su desgracia y denominaron Waqarmayu a ese cauce atípico de agua.

Tres. Buscadores de oro siempre recorren las entrañas de Huácar. Así huaquearon españoles, en seguida, integrantes de la tropa libertadora y hasta la fecha otros aventureros, ahora dizque buscan la espada de Simón Bolívar Palacios en el tramo de Angasmarca a Huácar… De tanto huaquear desenterraron huacas preincas e incas, mostrándolo (cual trofeo de guerra) a su comitiva y allegados. Las expresiones huaquear y huaca derivaron en Huácar.

Sopesando las tres versiones, no insinúa ni afirma secuela lingüística de bruja, achiké, ganchana, hechicera o devoradora de niños, menos podríamos hablar de magia (blanca o negra). Resulta normal hallar gente que confía su salud en la medicina folclórica sobre la base de hierbas, jubeo con animales (cuy, ratón de campo, gallina negra, flores); práctica relativa de la cocamancia (lectura con hojas de coca) antes de emprender viaje, celando los animales, minutos previos al placentero sueño, en la siembra y cosecha, en el warmy jurquy (sacar mujer) o maki manay (pedir la mano), para avizorar cualquier transacción comercial.

No pretendan imponer como verdad mediática que las brujas vuelan, ello carece de apoyo firme. Aquí como allá, cualquier escoba convencional circula saciada en el hábito de limpieza dentro del hogar y fuera de él, a veces, muchas veces, pone alas a la supersónica ilusión y lo lleva a espacios dorados y metacognitivos.

La Nación Yacha o Yachaq (el que sabe) tuvo a Yachasmarka (pueblo que sabe) como núcleo de tareas, «donde se concentraban los expertos en conocer los problemas naturales y sociales… Otro grupo de sacerdotes sabían del período del sembrío, la cosecha, las estaciones del año y de las temperaturas de los fenómenos naturales…»,afirma Nicéforo Bustamante Paulino (2015). A la postre, dicha sapiencia fue heredada por la gente de Cauri (Lauricocha), Paucar (“Daniel Alcides Carrión”), Cayna y Huácar (Ambo).

PLAZA Y CALLES. Al mediodía la plaza disputa el favor de quienes buscan un asiento para sopesar penas, bochornos, escalofríos. Ella aguanta o cumple su responsabilidad con dignidad suprema.

El letrero es la propia figura de la pileta. Ángeles querubines abajo, el Arcángel San Miguel en la parte superior. Antes desalojó la desobediencia, ahora, cuida a los visitantes y a sí mismo. Árboles añosos, pero oxigenantes, bien parados cual atalayas vivientes.

Reflectores ya fueron, reclaman su ausencia algunos noctámbulos, los enamorados ignoran este detalle cuasi nimio, porque en la oscuridad besan sin restricciones. Dieciséis bancas de madera comodidad asegurada, ocho en el contorno y el restante cerca del epicentro (la pileta); fácil puedo pasar de una a otra.

Señuelo de identidad irradia toda pared del perímetro y de las calles adyacentes. Latidos de barro que enhebran calendarios. Nótese el color amarillo en sus diversos tonos, parecen rayos del Sol en diferentes horarios del día. Cada pared vive entregada a la paz. Techos de fibra y estilo propio, destacan de calamina, algunos conservan las tejas y unos cuantos optan por el techo de paja. Vientos alisios juegan al tobogán por los techos de doble agua.

Desde el interior de una casa verde emerge la música y hago parangón: «Caminito de Huácar / naturaleza viva / de árboles florecientes…».

Cruce la plaza con el protocolo de disciplina huacarina. Los del barrio arriba caminan hasta el puente, una vueltita juvenil (con lanzamiento incluido de guijarros hacia el río); en tanto, los hijos del barrio abajo llegan al recreo “De Repente” o hasta las orillas del Waqarmayu. Así es la vida que tiene idas y vueltas, a veces, idas sin retorno.

Uno que otro vehículo rompe la tranquilidad con el motor quejumbroso. Pajarillos trinan a la mañana que vendrá viviendo el presente. El claxon descansa para otros.

Calles con entalles. Callecitas angostas donde caben preguntas y cuántas respuestas emergen del interior veterano. Cada calle un suspiro histórico por sus hendiduras fraternas, basta con señalar la presencia del venezolano Simón Bolívar Palacios.

El jirón Comercio principia o termina con la Institución Educativa de secundaria, cumple lo confiado por Gregorio Cartagena, misionero consecuente nada abyecto. Ese dichoso jirón alberga también bodegas, cantinas, chinganas, casas-pensión y contadísimos restaurantes. Mención especial a la tienda Wilder y a la casa-pensión de doña Matilde Chagua Gómez.

El Centro Cívico San Miguel de Huácar, y por ende la comuna distrital, ocupa un lugar privilegiado en el centro, iniciándose ahí el jirón Grau, lugar por donde se enrumba a poblados ubicados en las regiones quechua, suni o jalca, puna… Mirando el infinito ubicamos gente activa, entrando y saliendo con prodigalidad de su reserva moral. Continuará…

*“El Puchkador de la Nieve”

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