HUÁNUCO DEL AYER: Mamá de Hipólito muere

 

Por Fortunato Rodríguez y Masgo*

 

La tarde de pronto se oscureció, cuando llego la noche y se cubrió su rostro con un velo negro en señal de luto y lamento, aquel día primero de noviembre, en momentos que la gente corría para cubrirse de la torrencial lluvia que se precipito acompañado de relámpagos y truenos que iluminaba la oscuridad, mientras el sonido de una vieja guitarra trataba de calmar la tempestad, minutos que recibía los santos oleos de parte del cura Idelfonso Godoy, casi de inmediato falleció doña Enriqueta, mamá de Hipólito.

La triste noticia corrió por la ciudad y las campanas de la vieja iglesia de La Merced repicaban de dolor pregonando así la muerte de doña Enriqueta cariñosamente Queta, inmediatamente los familiares y amigos se constituyeron en el domicilio de la finada llevando consigo, aguardiente, coca, cigarro, vermouth y paquetes de velas, mientras el viudo Ezequiel, cariñosamente don Papash, vestía rigurosamente de luto, con su terno negro, camisa blanca, corbata y sombrero, quien con dolor y apenado recibía las condolencias de los visitantes.

El velorio cual escenario de dolor se vestía de negro, mientras en la parte central de la casa estaba instalado la capilla ardiente con el cuerpo presente en medio de coronas, ramos de flores y velas encendidas se envolvía con el humo del cigarro que emanaban los “acompañantes dolientes” quienes a voz bajan sutilmente se enteraban de los últimos “chismes” de la ciudad, muchos de estos sordamente se reían hasta no poder, mientras otros daban rienda suelta a sus “ocurrencias rojas”, de pronto la tristeza se convirtió en una amena noche de tragos y anécdotas, donde se relucía los cupones de aguardiente o vermouth, acompañado de la coca y cigarros.

Se armó una mesa casi al final del patio, se colocó velas para alumbrar la oscuridad de la noche, se tendió un mantel blanco, se puso en fuentes coca y cigarro, además una botella de aguardiente con sus “copitas” pequeñas, de pronto estuvo lleno de varones timberos, quienes con casino en mano jugaban chacchando coca y fumando cigarro para apaciguar la noche de dolor.

Al día siguiente en horas de la tarde llegó la carroza completamente de negro, se levantó el ataúd, de inmediato la familia se despidió de la difunta, casi todos lloraban desconsoladamente, el escenario era muy triste al ver que no aceptaban la muerte de la matriarca de la familia, los rostros de las personas se quebraban de tristeza, al salir todos se pusieron en fila para acompañarla hasta su última morada, se caminó desde la Alameda, para luego llegar al jirón Hermilio Valdizán, casi para ingresar a la Iglesia La Merced las campanas redoblaban un sonido fúnebre, la Parroquia vestía listones negro que se colgaba desde el techo hasta el piso del altar, el cura estaba vestido con su túnica negro, al igual sus acólitos, en fin la casa de Dios completamente de negro con flores blancas, las canciones que se interpretaban en la misa eran muy triste y en latín, que motivaban a seguir con la melancolía.

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Al cabo de una hora, salimos de la Iglesia, se reinicia la caminata de tristeza por los jirones Huánuco y llegamos a Dos de Mayo, directo al Cementerio, el que comandaba el entierro era un Crucifico, acompañado de dos pedestales de cirios, que fueron trasladados por tres acólitos mientras el Párroco de la Iglesia en cada esquina brindaba una oración y echaban agua bendita al cajón de la muerte; así llegamos al Cementerio huanuqueño donde ser sepulto el cuerpo de doña Queta con mucho dolor.

Luego de haber transcurrido el quinto día del fallecimiento de doña Queta, fuimos acompañando a Hipólito al río Huancachupa, donde estaban su familia y los amigos más cercanos, para participar en la tradicional lavada de ropa que la finada utilizo en vida, Ya en horas de la noche en la casa de la difunta se acondiciono una mesa sobre ella se tendió su ropa, se prendió velas y se colocó flores blancas, casi era como un velorio, se rezó por el eterno descanso.

Don Papash en el Pichgay manifestó: “Mi mujer no murió, la muerte es la continuidad de la vida, sé que está existiendo en otra etapa de la vida dentro del universo, para mí la muerte no es el final, es la continuidad de nuestra vida, ella estará presente espiritualmente con nosotros, será nuestro ángel que va interceder ante Dios para que nos libre de todo mal”.

*Periodista, economista y abogado

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