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Era una hermosa noche estrellada de julio allá por la década de los 90. Todos reunidos en la casa de don Malaquías, en la Alameda de nuestro Huánuco querido. Malaquías fue un correcto miembro de la Benemérita Guardia Civil del Perú, casi siempre como eterno “comandante” del puesto en zona rural; hoy ya en retiro. Con cariño, Malaquito, nacido y criado en suelo huanuqueño, siguió́ los pasos de su señor padre quien también fue guardia civil en los años 40, llegando a intervenir en el conflicto con Ecuador ¡El viejo estuvo en la línea de combate, como indomable shucuy huanuqueño, defendiendo a nuestro Perú́ carajo!, dijo orgulloso el viejo guardia Malaquito; en ese instante, vi claramente que le brotaron lágrimas y se quebró́ su voz; momentos de sentimientos encontrados, era propicio servirnos un copón de shacta de la hacienda Pacán-
Ya repuesto, nos reveló con mucho orgullo, su hijo es teniente de la Policía Nacional, prácticamente es una familia policial, y está seguro que sus nietos también abrigarían esta noble carrera, para el beneplácito de los ‘Malachos’ como se les conocía en la vecindad.
Comenzó́ la tertulia vespertina, don Malaquito, extrajo del disco duro de su memoria, y nos narra: “Era casi siete de la anoche de aquel viernes 7 de julio del año 87”, estuvimos jugando casino y conversando con Ronquillo, un joven colega de servicio; de pronto, tocaron la puerta y claramente vi parado a una persona bien vestida, me pidió́ permiso para ingresar al puesto policial, le dije ¡pase!, se identificó́ como el profesor Honorato, aseveró ser docente de la escuela del pueblo vecino, pero su mirada era media rara, casi no levanto su cabeza, y su tono de voz temblorosa, me pidió́ que le ayude a encontrar a un tal Gaudencio y a su hermano menor Liberato, luego nos reveló “que ellos tenían que pagar un asesinato que cometieron años atrás, arrojando a una persona al abismo”.
Le pregunté ¿de qué me habla?, inmediatamente me relató: “Un sábado, hace siete años, en este pueblo se realizó́ una fiesta popular, me invito la hermosa profesora Eva, hija de don Esteban, terrateniente y acaudalado de la localidad, casi toda la noche bailamos, conversamos y disfrutamos una velada inolvidable, me presentó a sus padres y familia, casi de inmediato congeniamos con ellos; como huanuqueño que soy, me agrada bailar y cantar huaynos”.
Prosigue: “En horas de la madrugada, me despedí́ de Eva y su encantadora familia, inmediatamente ensille mi caballo y partí́ rumbo a mi pueblo, estaba distante casi a dos horas en acémila, el camino es de herradura con tramos accidentados, se veía al rio como un hilo en la profundidad del abismo, el ambiente era aterrador en complicidad con la temida oscuridad y el silencio asfixiante”.
“De pronto, en medio de la maleza, aparecieron dos individuos, con poncho, chalina y sombrero, con el rostro totalmente cubierto. Uno estaba con garrote y el otro con machete; me obligaron que baje del caballo, lo hice inmediatamente, me recriminaron con palabras groseras, me dijo ser Gaudencio, que esta locamente enamorado de Eva y nadie va a separarle de ella, menos tú como forastero; mientras Liberato, una persona de baja estatura y de contextura gruesa me lanzo un garrotazo en la pierna y brazo derecho, que me dolió́ fuerte, casi me quebró́. Por favor, le dije que me deje continuar con mi viaje, y no voy a volver por estas tierras.
Me rebuscaron todo, me quitaron mis cosas, y me ordenaron que vuelva a montar, de forma traicionera recibí un certeró golpe en la cabeza, luego hicieron asustar al caballo que se precipito al abismo, pereciendo en la profundidad de la quebrada, quedando destrozado mi cuerpo.
De eso ya pasaron siete años de mi muerte, no se “encontró́” a los responsables de mi trágica muerte, todos dijeron que me caí́ al precipicio porque estuve mareado; el cual, era totalmente falso. Prueba de ello, usted como guardia vaya a la casa de Gaudencio, donde va encontrar mi radio grabadora National, pida a mi madre quien tiene la factura de compra de Comercial “Dandy” de don Idelso Díaz. Además, está utilizando mi linterna, cuyo interior está grabado mi nombre, mientras Liberato anda puesto mi cadena de oro con un crucifico escrito: Honorato.
Voy a regresar en los próximos días, para ver cómo van las investigaciones, nos agradeció́ la atención prestada y se retiró́, pero no se escucharon sus pasos en el empedrado de la vereda.
Nos quedamos confundidos. Solo dijimos que debe estar demente esa persona. En fin, pasamos la noche de guardia, y a los días mi colega Ronquillo, como era joven, hizo trabajo de inteligencia por el pueblo, luego nos informó́ lo que sucedió́ con el profesor Honorato, confirmando su accidentada muerte. Además, ya tenía localizado a los presuntos autores.
Una tarde discretamente ensillamos nuestros caballos, fuimos total cuatro efectivos en busca de los presuntos asesinos, al ingresar a su casa escuchamos música, era la radio grabadora que nos había señalado el profesor “difunto”, al instante capturamos a los dos, ante el llanto y la súplica de su anciana madre, sus mujeres e hijos.
Luego comprobamos, Liberato llevaba puesto la cadena de oro y en sus pertenencias de Gaudencio se halló́ la linterna. Eran las pruebas que delataron el asesinato que cometieron años atrás, por lo que fueron trasladados a Huánuco, donde aceptaron ser los asesinos. El Juez los sentenció a diez años de cárcel; de esa manera se esclareció́ la muerte del joven profesor huanuqueño Honorato, quien ya descansa en paz eternamente.
Esto es para no creer, porque es un hecho paranormal, donde el espíritu se materializó en persona viviente en busca de justicia, recalco Malaquito, ante la mirada asustado de los presentes de aquella noche de tertulia huanuqueña.