
Por Fortunato Rodríguez y Masgo*
Me encuentro bajo el cielo azul del hermoso Huánuco primaveral, donde el sol reluciente permanece todo el año encantando al valle de los Chupachos, mientras la hospitalidad de su gente te hace sentir como en casa, pero desde la lejanía cual eco retumba el sonido místico de la centenaria campana “María Angola”, colgado en lo alto del campanario de la iglesia Sagrario La Merced, desde donde repicaba tres veces al día en señal de saludo a la Virgen María y a Dios todopoderoso. Casi de inmediato la población se persignaba en un acto de reverencia y expresaban su acostumbrada oración del santo rosario, cuando las manijas del viejo reloj marcaban hora exacta, seis de la mañana (6 campanadas), medio día (12:00 m.) (12 campanadas) y seis de la tarde (6 campanadas), momento propicio que retumbaba el sonido de la robusta campana hasta el extremo de la ciudad.
“María Angola” fue traída a pedido especial de la orden religiosa de Los Mercedarios, con el objetivo de “cristianizar” a la población, a través de su repique de campana. Mide aproximadamente 1.80 de alto por 1.50 de ancho, pesa más de dos toneladas de hierro fundido y se encuentra apostado dentro del tercer cuerpo de la torre del campanario construido a base de adobones de tierra con paja, rematado por una hermosa cúpula.
La procedencia hasta estos momentos no está clara. Se manifestó que llegó desde España porque era obsequio del Rey Felipe II, mientras otros comentaron que fue fundido en la ciudad de Lima a finales de 1800 por orden del cardenal peruano, para luego ser trasladado a Huánuco, por ser la segunda ciudad más importante del cristianismo; albergando a muchos conventos religiosos como franciscanos, dominicos, jesuitas, mercedarios; todos ellos emprendieron la conquista espiritual de los hermanos indígenas para luego convertir en cristianos.
Mientras en el barrio se comentó aquellos años de la década del sesenta: “Pepito fue el sacristán de la parroquia, de un momento a otro murió joven, que en vida le agradaba tocar la campana, casi siempre estaba preguntando la hora al cura para trepar el campanario y dar rienda suelta su alegría al acariciar tres veces al día a ‘María Angola’; luego descendía de la torre casi sordo por el alto sonoro que emanaba y se sentía como borracho, porque la cabeza le daba vueltas; caminaba como sonámbulo”.
A los años posteriores, la muchachada del barrio se reunía al frente del campanario de la iglesia, específicamente en paralela al Jr. Huánuco, casi en la puerta de la cochera de don Jeshuco Pedraza. La cita era cada noche de luna llena, hasta ver la aparición de una sombra completamente negra, que misteriosamente se convertía en una figura de una persona de baja estatura, delgado y varón que deambulaba en el campanario, en especial donde residía “María Angola”; no cabe duda alguna era “Pepito” que regresaba desde el más allá para reencontrase con su amada, no tenía la fuerza suficiente para tocar la añeja y pesada campana, luego se esfumaba.
Al ver esto, despavoridos corríamos con dirección a nuestras casas, donde nos aguardaba nuestra cama para zambullirnos debajo de la acogedora frazada “tigre” y dormir hasta el día siguiente.
Algo particular sucedió durante la Semana Santa, allá por los años 60. El trio de los “mataperros”: Koki, Sanpacho y el loco Faco tramaron subir al campanario y repicar la “María Angola”, les nacía eso gran deseo, y se preguntaban a la vez ¿por qué sólo Pepito era el campanero? No puede ser, dijo uno de ellos; si nosotros también podemos hacerlo. Entonces, decidieron subir aquel Viernes Santo, cuando apenas faltaban minutos para el medio día, llegaron al tercer nivel de la torre y vieron el reloj que marcaba las 12:00, hora puntual. De inmediato, comenzó el concierto de las campanadas que parecían agitadas, fueron doce toques como de costumbre; luego descendieron raudamente, despavoridos.
Cuando llegaron a la puerta, se dan con la sorpresa que el cura Vázquez, estaba esperándolos con “chicote” de tres puntas en mano. Al instante les recrimino: “Hoy es Viernes Santo, día de guardar, no se toca la campana, porque el señor Jesucristo ha muerto; solo la matraca se hace sonar en señal de duelo”.
El reverendo continuó: “¿Quién les autorizó?”. Los intervenidos, en trio respondieron: ¡Pepito! nos ha ordenado. “Padrecito te juro es la verdad”, respondió Sanpacho; mientras el loco Faco reveló: “¡Pepito nos ha metido a la trampa padrecito! ¡Él es el culpable!”. El cura reventó en cólera y les corrió a chicotazos en medio de la iglesia, logrando dar su merecido a los “mata perros”, afamados buscalios, siempre diestros en la pelea callejera a apuño libre, pero esta vez regresaron a casa con el trasero adolorido, aunque no arrepentidos, porque lograron acariciar a su deseada “María Angola”.
Como antecedente podemos señalar, el Sagrario La Merced es la tercera Iglesia católica construido por los españoles bajo la dirección del Fray Diego de Porras en 1566 y fundado la orden religiosa de los mercedarios en 1600 por el Alférez Real Don Pedro Rodríguez y su esposa María Gonzales. Desde ese templo emprendieron la evangelización de la población indígena que habitaban en la parte andina de Huánuco. En 1942 fue declarado por el Congreso de la Republica como Patrimonio Histórico del Perú.
*Periodista, economista y abogado