Aquel día de agosto de la década del dos mil, cuando el frío descendía de la montaña en horas de la madrugada, luego dar paso al majestuoso sol, me puse a caminar con dirección a la comunidad asháninka, cuya temperatura bordeaba más de 30° C, la comarca se encontraba enclavada en medio de un paisaje esplendoroso, bordeado de árboles y bambús, a orillas del torrentoso río, cuyas viviendas son originales, construida con troncos de árboles, techado con palmera para protegerse de la lluvia y del sol.
Visitaba a mi amigo Quinchori, quien de bienvenida me ofreció un vaso de mazato de yuca, inmediatamente corto un trozo de piña fresca y jugosa; así comenzamos una agradable e informativa charla. Su familia estaba contenta de mi visita, una y otra vez se brindaba el mazato, mientras el ambiente era sofocante por la alta temperatura que reina en la zona.
Nuestra conversación se realizaba bajo una cosmovisión etnoamazónica, donde la persona está estrechamente relacionada con el universo y la naturaleza. Nada es separado, todo es un conjunto entre sí -me explica Quinchori- aquí no existe lo individual, todo es colectivo; por esa razón, debemos vivir en armonía entre nosotros, tener mucho respeto a nuestra madre naturaleza, a quien no debemos dañar, menos molestarla porque es quien nos da de comer, nos protege y nos cobija.
Además, los valores y la conducta de una persona se le entrega desde que nace la criatura, quien durante su proceso de vida va a tener muy presente que es lo bueno y lo malo, este debe decidir su comportamiento social en beneficio de todos, aquí no existe vacilaciones; por lo tanto, eres blanco o eres negro, si te portas bien te quedas y si te portas mal te expulsan; así de sencillo son las cosas.
En la Nación Asháninka, la formación y la educación son elementos vitales para que una persona tenga fortaleza en su vida diaria. Por ejemplo ¿cómo formamos a una niña asháninka?, es bien sencillo y practico me dijo, aquí a la niña se le inculca desde los 7 a 8 años, que debe participar conjuntamente con su mamá en los quehaceres de la casa, debe traer agua, leña ayudar en la preparación de los alimentos, aprender el tejido de la cushma, mantas o morrales, cuidar a los más pequeños de la familia interpretando canciones de cuna en su idioma bajo la cosmovisión etnia amazónica; además de respetar a su mayores, tener mucha reverencia a la naturaleza como es el río, la montaña, la tierra y a los animales silvestres.
Con relación a los niños, el padre es el que instruye al hijo, mediante juguetes le enseña a fabricar sus canoas, arcos, flechas, y se van juntos a cazar animales silvestres, recolectar alimentos de la espesura en la selva, pescar en los riachuelos y en las caudalosas aguas de los ríos nadando dentro de ellas, se le entrena a construir su vivienda con materiales naturales de forma rustica, por la tarde arman un pequeño campo de pelea, donde se les orienta como pelear a muerte o defenderse; el uso del cuchillo y las flechas es fundamental porque son sus armas letales, de esa manera se les prepara a los futuros guerreros de la comarca, el ejercicio de fuerza en los brazos y la dieta de su alimentación es parte de su entrenamiento.
Cuando son mayores, así ellos ya saben de las acciones que deben cumplir, no se acepta la intromisión en las actividades diarias que no le pertenece, si en caso hubiera que un varón o mujer intervino en una acción que no le pertenece es objeto de crítica por la comunidad siendo severamente llamado la atención, aquí el trabajo está bien establecido y diferenciado nos dice nuestro amigo Quinchori.
De este modo, se desarrolla el proceso de aprendizaje de nuestra gente desde niño o niña dentro de la Nación Asháninka, la misma que se transmite de generación en generación, la cual les ha permitido sobrevivir hasta la actualidad, a pesar de la intromisión del mundo occidental o andino que se encuentra alrededor de ellos.
Es momento de valorar a esta cultura etnia amazónica viva, que es parte de nuestra amazonia y del territorio peruano, también son peruanos como nosotros. La cultura asháninka está establecida en la provincia de Puerto Inca de la región Huánuco, como también en Pasco, Junín y Ucayali.
Esta cultura es milenaria y se encuentra viva, es necesario revalorar sus conocimientos ancestrales, como también integrarlo estrechamente dentro de nuestro plan de desarrollo regional, pero eso sí respetando su territorio, sus costumbres y su cosmovisión etno amazónica.