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Por: John Cuéllar
Soy tu Sol
Yo soy tu sol que fulgura en la montaña
y se acerca candoroso y afable
para abrigar con fuerza notable
tu gentil cintura en la mañana.
Para oprimir tu hermosura en hazaña
y abrir tus entrañas con filo amable
y ver si tienes corazón maleable
y arrastrarte a mi sombra de araña.
Yo soy tu sol de aquella primavera
quien te iluminó en penumbra y helada
despertando tu memoria dormida.
Yo soy tu sol y no el viento en pradera
que se desliza fugaz, sin morada,
desolando tu mirada perdida…
Falsía
Dónde está ese amor sincero
que profanaste servir eterno
con la falsedad abisal y sin entrega
con tu alma que engañaba ser esclava.
Cambiaste el paraíso por infierno,
dulzura de mis versos por rudas onomatopeyas,
épocas de plenilunio por noches de invierno,
jardín edénico por el sendero de los cardos.
Has puesto barrera en nuestro sentir dorado,
prohibiéndole a tus ojos no mirar mi afecto,
ignorando a tu corazón sangrado
que reclama ser querido.
Has olvidado nuestro cielo bendito
de estrellas estables y nubes de fuego.
Has profanado
aquel culto divino
de adoración perpetua
de laureles e hinojos de aureola.
Has olvidado
aquel Olimpo nuestro
o aquel Parnaso de fuego
castigando con el témpano frígido
donde quedó
endurecida tu alma…
Promesas que no se cumplen
Hoy estoy aquí,
pensando en ti, Edita,
Edita, pequeña mía.
Tú, te has mudado
contemplando mi lira,
en las pestañas
de aquel horizonte lejano.
Pues como siempre
he pensado en la carta,
y he preguntado:
–si hay alguna grafía fugada,
un amor mío, un beso, un espérame …
Tú juraste cumplir
yo también juré leer,
mas en esta densa tiniebla,
nunca ya mis manos se reirán,
nunca ya mis uñas quebrarán
aquel ribete lozano,
guardián del mensaje divino.
Ya me voy, Edita querida,
ya me voy, falsa promesa,
ya me voy con mi dulce puchero.
Solo lástima me tiene el mensajero.
–¡Para mí, nada ha llegado!
Complot
Maligna gaviota surcaba el espacio,
en la séptima hora que trasciende la tierra;
tañía baladas la radio gastada de Hernán
y la araña temible
lamía el polvo, materia de podredumbre.
EI relámpago se mostró vengativo
contra deidades oscuras;
tronó el cielo con furia
contra las arañas venenosas del siglo
que se embriagan en el giro de sus mantos.
EI pobre, pobre coágulo,
reposaba en la manzana calorífica
ignorando que la rebeldía
había puesto final a sus días.
En aquella hora maligna
el teléfono indigno timbró;
–ya no tiene salvación –me dijo,
y la reina con supremo espanto se alejó.
Entonces las huestes de Herodes
ocuparon las calles,
buscando como al pequeño
que huyó a Egipto.
Piedras congeladas cayeron de los cielos
y la escolta del rey de la selva
demolió a cenizas la ciudad:
porque al barro pensante
sin que fermente le hicieron morir.
La cena del Año Nuevo
La cena de la hora nueva
se hace melancólica,
y tus llamas
ya no queman mis labios
en esta oscuridad de liviandad injusta.
Me pesa haberte hurtado
un beso, mujer;
amarte, sacrilegio ha sido,
ya que Apolo me escarmienta
entregándome a la soledad.
Todos tienen enormes alas,
todos tienen un cariño.
Besando estoy mi copa,
ansioso de sentir
el sabor de tu aire lejano.
La señal de la mutación del tiempo
ha llegado.
La copa sobrada por coincidencia
nadie ha bebido,
nadie ha preguntado para quién,
tampoco ha llegado,
la tierna flor de la esperanza.
En el tenue delirio
de bebida amarga,
brotan recuerdos y lágrimas,
sufriendo igual que tú,
compartiendo el dolor de la soledad.
Te busco en los límites de los vientos
esta noche y, no doy contigo;
te llamo desde las crestas de las luces
y no me respondes,
no sea que te hayas marchado
sin antes que te diga:
–…espérame en el mar de cristal!
Mi imagen en ti
Toma esta sombra inmóvil
para tu mañana,
para tu alivio,
para tu martirio
de este mísero soñador que te quiere.
Llévalo mi amor
llévalo mi bien,
yo seré quien hable por ti
cual profeta instrumento de Dios.
Yo seré el fantasma travieso y ajeno
que cubre tu boca cuando cae el beso,
yo seré quien ate tus brazos, …
quien enfría tu cuerpo.
Si por mi porte de alma en pena
un día te obligara a destruirla,
tírale al fuego y esparce los residuos al viento,
porque donde el viento estuviere, estaré yo,
ofrendando mi alma por ti.
Efectismo
De dónde has venido, ninfa extraña y hermosa
flechando y sangrando mi corazón herido,
dejándome en la muerte ausente y rendido,
burlándote de mi sufrir como cualquier cosa.
Pero dónde has estado, linda mariposa,
y para qué coqueta, turbándome has venido,
dejándome boquiabierto, anublado e ido
como si fueras la prenda mía tan preciosa.
¡Oh, diosa bendita de la juventud tan pura!,
llévame a tu alcoba dorada de amor eterno
donde pueda contemplar tu beldad risueña.
Donde pueda vivir y morir de tu dulzura
donde sea yo, tu esclavo o tu príncipe severo,
y así en el amor tengamos siempre la cigüeña.
Súplicas de Beatriz a Dante
Cuánto has cambiado, divino, dulce cielo.
Con qué aire malo te has encontrado,
qué lluvia tan amarga te ha mojado
para que pienses en amargo vuelo.
Jamás ajé tus plumas en mi desvelo.
Caricias demás aquí has hallado;
miel de mi enjambre te ha hostigado,
viviendo sin besos arteros ni duelo.
Ya no brillan tus ojos, amado mío,
se enlutan tus miradas de dolor
como la muerte que quiere vivir.
Con furia avanzas como el río
mirando con puñal a este amor,
sin culpa, que por ti aun quiere morir…
Servido y buen provecho, querido lector.