Entre eucaliptos y recuerdos: descubriendo la magia de ‘De Chirimoya y Guayaba’ de Óscar Ramírez

Por: Jorge Chávez Hurtado

 

En el extenso paisaje del valle del Huallaga, donde la tierra misma parece entonar versos, la canción «De Chirimoya y Guayaba» del maestro Óscar Ramírez Trujillo se alza como un auténtico himno al arraigo y a las evocaciones nostálgicas. Nacido en Conchamarca, un rincón fértil de la provincia de Ambo, departamento de Huánuco, Ramírez captura en esta composición la esencia más pura de su tierra y el profundo latido de la identidad huanuqueña.

La pieza comienza con una evocación cargada de una nostálgica delicadeza: “De chirimoya y guayaba las pampas de Tomayquichua; yo amanecí en mi valle reverdeciéndome el alma”. En esta imagen inicial, la naturaleza, representada en esos frutos dulces y simbólicos de nuestro valle, se convierte en emblema de un renacimiento interior. Es un despertar en el corazón verde de la microcuenca del Pichgacocha, una conexión íntima y vital entre el hombre y su tierra. En Tomayquichua, la naturaleza no solo alimenta el cuerpo, sino también el alma, creando una atmósfera de serenidad que el cantautor nos invita a vivir.

Los eucaliptos, centinelas eternas del paisaje, se presentan “acompasados ​​por el viento”, como guardianes de un tiempo que parece detenerse solo para susurrar viejas melodías. Es en este contexto donde Ramírez nos transporta a ese vínculo ancestral con la tierra y con las generaciones que la han cultivado. La canción nos invita a sentir la herencia de un pueblo, a recordar que nuestras raíces se hunden profundamente en la historia de nuestra tierra, al compás del viento que acaricia suavemente los campos.

Al ascender a Conchamarca, el autor nos regala una imagen tan simple como llena de vida: “un puquial de burbujas”. El agua, símbolo de vida y renovación, se convierte en el medio por el cual los recuerdos fluyen, trayendo a la superficie los momentos más íntimos del pasado: “que hacen cantar mis recuerdos de chirimoya y guayaba”. Las burbujas, efímeras y pequeñas, simbolizan esos fragmentos de la niñez, de los días compartidos entre los huertos y los frutos de la tierra.

En la segunda estrofa, el trovador trasciende lo personal y nos habla del futuro, del deseo de preservar esos lazos eternos con la tierra: “Yo sembraré tus aromas para que siempre florezcan”. Esta es una declaración de amor hacia la cultura y las tradiciones que Ramírez busca perpetuar. Sembrar esos aromas es un acto de esperanza, un compromiso con el pasado que desea ver florecer en las nuevas generaciones, dejando un inevitable legado que va más allá de lo tangible.

Musicalmente, la interpretación de Óscar Ramírez eleva el sentido de la letra, infundiendo a cada verso una sensibilidad que conmueve y transporta. «De Chirimoya y Guayaba» no es solo una canción, es una profunda comunión con la tierra. Aquí, la naturaleza no se limita a ser el telón de fondo, sino que se convierte en un protagonista más, una presencia viviente que respira a través de cada estrofa, recordándonos que la identidad de un pueblo está permanentemente ligada a su entorno.

Esta hermosa obra de Oscar Ramírez es un puente que conecta el pasado con el presente, los recuerdos personales del autor con la historia colectiva de su pueblo. En cada palabra y en cada acorde, el maestro nos invita a redescubrir los hermosos y pequeños milagros de la vida en el campo, a saborear la belleza de lo cotidiano y recordar que nuestra identidad se nutre de la tierra que nos vio nacer, entre los viejos eucaliptos, los cristalinos puquiales y, por supuesto, entre la chirimoya y la guayaba.

La letra y la música de esta canción evocadora emergen de un profundo conversatorio de amistad y recuerdos compartidos entre Óscar Ramírez Trujillo y Gustavo Gonzales Robles, gestado en el cálido ambiente del hogar de Ramírez. En ese espacio íntimo, rodeados de la esencia de su tierra, sus palabras fluyeron como un río de memorias, tejiendo la trama de lo que se convertiría en una magnífica obra.

Con frecuencia, presentamos esta hermosa canción en nuestro programa de radio “De Cantos, Calles y Campos”, a través de Radio UNHEVAL, donde cobra vida la prodigiosa fusión de melodía, poesía, humanidad y paisaje que solo el gran maestro Óscar Ramírez Trujillo sabe plasmar. Cada emisión resalta la profundidad creativa e interpretativa de este talentoso compositor, cuyo legado artístico sigue inspirando a todos los que sienten en su alma el pulso de nuestra tierra.

 

DE CHIRIMOYA Y GUAYABA

Letra y música: Óscar Ramírez Trujillo

Aporte creativo: Gustavo Gonzales Robles

Canta: Óscar Ramírez

De chirimoya y guayaba, las pampas de Tomayquichua;

yo amanecí en mi valle, reverdeciéndome el alma,

yo amanecí en mi valle, reverdeciéndome el alma.

Los eucaliptos más viejos, acompañados por el viento,

susurrarán a mis oídos las melodías de mi pueblo.

Subiendo a Conchamarca, hay un puquial de burbujas,

subiendo a Conchamarca, hay un puquial de burbujas

que hacen mis recuerdos de chirimoya y guayaba.

Y al otro lado del río, en una chacrita muy blanca,

yo sembraré tus aromas para que siempre florezcan,

yo sembraré tus aromas para que siempre florezcan.

Subiendo a Conchamarca, hay un puquial de burbujas,

subiendo a Conchamarca, hay un puquial de burbujas

que hacen cantar mis recuerdos de chirimoya y guayaba.

 

 

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