Ella, un vicio inmortal

Por Elizabeth Deza Laurencio*

Noche confusa

(Continúa de la Ed. 16/11/2021) … Ya corrían dos, tres y media hora más en el desusado reloj del bar. Iban compartiendo anécdotas, pesares y disgustos que les había ocasionado la vida.  En una mirada perdida, la dama volteó hacia el barman, comentó en el oído de este que las llaves de su casa se habían perdido y que anhelaba descansar en algún lugar disponible. El trabajador del bar, comprendía el significado de las llaves, en este sano secreto se incluía la curiosa amistad que había entre el señor Roberto y Marta. Don Roberto, el de las arrugas gruesas, piel recia, el mismo dueño del bar, llamó a una de las chicas, a la más reservada, la joven era de tez oscura y casi nunca hablaba mientras limpiaba las cosas del bar. La joven llevó a la Doña y a Pablo hasta adentro y después del asuntito los del bar ya no sabían nada. 

Roberto lo supo desde aquella vez que abrió la Negrita, cuando Marta apenas era una jovencita de andanzas no tan coquetas. Era de suponerse, con tantos años encima, el señor debió haber visto eso y más.  El buen caballero Pablo, que ahora yace olvidado por el tiempo en lo más profundo del cementerio, “no porque haya muerto, sino porque trabaja ahí” jamás imaginó que Marta habría de abrirle los ojos, pero de una manera inimaginable.

Esa noche Pablo se vio perdido y abrumado por a ver visto tanta belleza emergida de una sola persona, pero para sorpresa, en un abrir y cerrar de ojos, él se encontraba completamente solo. Salió de la Negrita, por la puerta trasera. La callejuela parecía inhóspita, solo había tres vehículos junto a la puerta del bar; pues los que salían de ahí daban buenas propinas. Su confuso instinto hizo que caminara unas cuadras más, pensando en cuantos misterioso escondía la elegantísima cantina. Fue la madrugada más extraña que Pablo pasó en toda su vida, el cielo yacía oscuro, las luces de las calles amarillas y casi opacas, las ventanas reflejaban los brillos de las luces públicas… A cada paso pensaba quien habría sido la extravagante mujer que pasó a mostrarle con fulgor el elixir de la vida. Mientras imaginaba lo ocurrido, puso una mano en el bolsillo y ahí encontró una nota, con la dirección de Marta. Los brillos reaparecieron en sus ojos, caminaba enalteciendo cada objeto que veía, cada vez más cerca al malecón, echaba un vistazo hacia el cielo, el río y los árboles. Entonces, sin más ni más, se dirigió hacia la mansión de la inconfundible dama.

El verdor de los jardines, la frescura de las aguas y la vasta imaginación de Pablo se compara a múltiples historias que ocurren cada mañana en la bella ciudad.   Sin duda, era bella porque soleaba y soleaba todos los períodos del año. Pues Dios consagró al valle con arenas dóciles y con tierra blanda para atraer y almacenar suficiente calor para la noche, noches que, durante el año, muy pocas veces fueron frías.  En el campo la vida era diferente, ahí debían tomar la suave ropilla del Patrón San Juan Bautista, implorando a que las tierras produzcan y comprar abrigos en cantidades, pero en la ciudad. Esas costumbres ya no han de recordarla. Pero en la negrita, la noche anterior, nada de esto parecía importar, pues cada quien vive su mundo y tienen más bondad para gastar que libertad para realmente vivir.

Pablo se había perdido y en lugar de llegar a la dirección señalada por Marta llegó a su propia casa.  Ingresó a su vivienda y en la puerta beso en la mejilla a la ama de llaves, quien al sospechar algo extraño se levantó a ver, abriéndole la puerta al embriagado Don Pablo. Esta no logró subirlo a su sobredimensionado cuarto y para que mejore lo dejó dormir en el cuarto de visitas. La casa de don Pablo, estaba lleno de trabajadores: dos señores de mantenimiento, dos señoras de cocina, el jardinero y un criado.  Él recogía a personas que habían tenido vidas nefastas, porque pretendía cambiarles la suerte, brindándoles oportunidades laborales, sin más, todos le fueron leal.  

Era bueno, sin lugar a dudas, pero esa actitud siempre lo tuvo, porque era compasivo, además ya iba considerándose viejo, entonces desbordaba de mucha bondad y comprensión. Empero, ahora pablo estaba rejuvenecido y cada momento nombraba a Marta, la llamaba y buscaba mientras dormía.  El siguiente día, volvió a encontrar entre sus sacos la nota con la dirección de la dama, y detrás decía: Este fue mi veinteavo noche más espectacular, vivido en el mismo lugar, pero de aquí a de ser nuestro secreto, si quieres que nos volvamos a encontrar, mañana acércate al lugar indicado en las líneas del papel. Se puso la chaqueta, se echó colonia y salió corriendo hacia su encuentro, pero jamás sospechó que lo citaría al cementerio, supuestamente para que nadie los viera pecar otra vez.

Salió de casa y para que nadie lo viera, tomó un colectivo desde el centro de la ciudad y se dirigió al cementerio y precisamente llegó y preguntó a un panteonero si estaba permitido hacer las visitas, el hombre afirmó la pregunta y se mostró bondadoso a querer llevarlo hacia adentro, pero pablo se negó y dijo que tenía familiares que habían fallecido en épocas del terrorismo y que debía visitarlos, apresuradamente ingresó y fue en busca de Marta. Buscó y buscó, pero no la encontraba, luego se detuvo a ver los años que se encontraban incrustados en los nichos de los difuntos, hasta que escuchó decir:

Eres puntual, caballero de miradas profundas. Era marta, quien llegó muy contenta.

Marta creía que podría disfrutar de la vida en cualquier lugar, pues consideraba que todo hombre de carne y hueso, alguna vez sintieron el éxtasis de la vida a escondidas.

Iniciaron, se enredaron y perdieron el juicio, al parecer la mujer sabia como perderlo y cómo encantar a los hombres, ella estaba vestida de negro y para que nadie notara, se puso un velo oscuro. Ciertamente, nadie los encontró. Pues estaban ocultos por los nichos más antiguos del cementerio.

De esa manera, sus encuentros eran diarias y casi siempre Pablo perdía la cordura por la locura de esa mujer. Marta no era una señora que debía darse esa libertad, pues llevaba casada con su marido más de diez años. Pero poco o nada le importaba, pues ya frecuentaba con muchos, y pablo solo fue el siguiente en su lista.

Una mañana volvieron a encontrarse y esta vez pablo fue bien vestido, con el fin de proponerle matrimonio, pues ya le iba calentando el oído diciendo que se separaría de su marido, pues debía ser un mal esposo. Pablo, muy apresurado le mostro un anillo y le dijo propuso ser su fiel servidor hasta la muerte, sin embargo, la respuesta de Marta lo sorprendió, por que más que respuesta lo que hizo fue reírse abiertamente y le dijo en el oído, que estaba casada con un hombre que le había dado toda su fortuna y que jamás podría tener otro tipo de compromiso con alguien más. La fría respuesta de Marta entristeció a Pablo e insospechablemente fue la última vez que la vio… Continuará.

*Licenciada en Educación. Escritora pachiteana, integrante de la Asociación de Escritores de Huánuco

Imagen: (Internet) pinterest.com

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23.11.2021