El Palacio Obispal construido 1891 por el beato Sardinas

Por Fortunato Rodríguez y Masgo

Desde la cumbre del Jirca aparece el sol radiante que deslumbra con sus destellos allá en el cielo azul donde vive Tayta Dios. Corre el viento como un torrente de frescura, mientras el majestuoso río Huallaga apresuradamente va camino al encuentro con su amada montaña. Las campanas de las iglesias repican llamando a sus feligreses para la misa mañanera, el aroma de café huerta se desparrama en medio del valle de los Chupachos y el olor a leña de los hornos de pan provoca un desayuno con sabor huanuqueño.

Mientras nosotros vamos caminando imaginariamente por nuestra Ciudad de Los Caballeros de León de Huánuco, hoy nos detenemos para arrancar algunos recuerdos de un local histórico, centenario con mucho sentimiento religioso; nos referimos al Obispado de Huánuco, ubicado en el Jr. Hermilio Valdizán N° 656, construido en 1890 gracias a la dedicación y esfuerzo del monseñor Alfonso María De la Cruz Sardinas y Zavala, el único obispo huanuqueño de la Diócesis de Huánuco hasta el día de hoy.

Los familiares, amigos y feligreses del Monseñor Alfonso aportaron en la construcción, unos con limosnas, otros con materiales, como también con la mano de obra como lo hicieron los indios provenientes de Higueras, Churbamba, Acomayo y Ambo, entre ellos llegaron albañiles y peones que trabajaron gratuitamente por tratarse de la casa donde iba vivir el monseñor Sardinas, quien irradiaba humildad y santidad, a cambio recibían comida y pan de horno. 

En fin, el pueblo estuvo presente en la edificación de su palacio obispal que fue edificado a base de adobones, con paredes anchas y arcos, techo de tejas andino, revestido de yeso, el piso de lajas de mármol traídos desde Huancapallac (Higueras), en el interior se apreciaba un hermoso jardín con plantas ornamentales destacando las bellas rosas, contaba con un despacho auxiliar, oficina principal, una encantadora y cautivante capilla, un ambiente para la imprenta, la residencia del obispo y su terraza que armonizaba con bellas plantas y su amplia huerta que colindaba con los jirones Dámaso Beraún y Bolívar. Era una hermosa residencia al estilo andino.

El obispo Sardinas ofrecía la santa misa en la capilla, como también atendía a los feligreses en su despacho, cuando llegaban los hombres del campo  a su residencia, con ellos se sentaban en la mesa del comedor para ofrecer pancito de horno y conversar amenamente en quechua, el Monseñor se identificaba mucho con sus paisanos y murió́ añorando a su Huánuco querido. En una oportunidad pidió́ al fray Buenaventura Gorostiza del Convento de Ocopa, quien le acompañaba en sus visitas pastorales, que cantara una canción preferida que estaba en boga, entonando la siguiente letra: “Bajo el cielo huanuqueño -creí́ terminar mi llanto-pero la suerte entre tanto -a otra tierra me condujo… llorad, llorad ojos míos -lejos del amado suelo-si llorares mi consuelo -yo seguiré́ llorando -y seguiré́ recordando…”.

Por su parte mamacha Herminia nos contó: “En el pueblo se comentó́ algo increíble que sucedió́, a la muerte del santo Monseñor Sardinas el 26 de junio de 1902, se levantó́ un arco iris desde la Catedral hasta el Palacio del Obispado, a los minutos que murió́ el taita, estuvo en el cielo casi hasta las 7 de la noche” y nuevamente “volvió́ a salir el arco iris el día que se sepultó́, todo era silencio, hasta el cielo se oscureció́, la población quedó sorprendida de tal raro acontecimiento”, dijo nuestra Hermicha.

Algo sucedió para no creer, pero sucedió, la misma que fue confirmado por el Señor Ignacio Figueroa Coz,-ex-secretario privado del Monseñor Sardinas-: “En el Palacio del Obispado, hubo un depósito de guardar libros, periódicos, papeles, y muchos útiles; el joven Enrique, era empleado, suplicó para buscar un libro de castellano, de inmediato alcanzo la aprobación, al ingresar al recinto, prendió́ una vela y el resto del fósforo lo arrojó, al instante se produjo un incendio grande, corrió́ el Obispo Sardinas, saco su cordón que apretaba su túnica, lo arrojó al fuego, como un relámpago resonó́ logrando apagar al instante; al revisar el ambiente, casi nada se quemó́, su cordón lo recogió́ relumbrando y nuevecito”.

El Obispo huanuqueño, pernoctaba dentro de su residencia de forma sanfriscana, no contaba con lujos, su dormitorio era una simple cama, con frazadas andinas de Dos de Mayo, era muy austera, muchas veces dormía con el suelo sobre pellejos de carnero, cubierto de su sotana, donde oraba largas horas y estaba en comunión con Dios.

Cabe recalcar, el misionero Sardinas cuando fue designado obispo de Huánuco renunció al lujo, vanidad, soberbia, a cambio vivió con humildad en medio de la pobreza con mucho sacrificio para agradar a Dios, él solo tuvo como asistente en el obispado a un servidor indígena quien lo asistía y preparaba sus alimentos de forma precaria y austera, su vestimenta era una túnica confeccionada de tocuyo blanco, muchas veces zurcida toscamente; pero eso sí, muy caritativo y complaciente con sus paisanos indios, a quienes les amaba intensamente, siempre compartía un pan en la mesa hablando quechua con ellos, jamás acepto una donación personal, solo acogía para la mantención del Seminario.

Con el tiempo, el despacho del obispo se trasladó a la moderna Catedral de Huánuco, dejando de lado al bendito local religioso, por muchos años abandonado, a pesar por la puerta principal transitaban los Obispos de turno que administraban la Diócesis de Huánuco, poco o casi nada les importo donde vivió el beato huanuqueño, causando resentimiento en el sentimiento del pueblo.

En la actualidad el Palacio Obispal de Huánuco fue declarado mediante Resolución Directoral Nacional como Patrimonio Cultural de la Nación. Es necesaria su preservación y conservación tal como fue la residencia del monseñor Alfonso María De la Cruz Sardinas y Zavala, donde el público pueda observar dónde y cómo vivió el Beato huanuqueño, próximo a ser declarado Santo para estar en los altares de la iglesia católica.

También, es necesario reprogramar las misas dominicales y bautizos en la Capilla de dicho Palacio, que te da un toque de misticismo religioso.

Huánuco desde su fundación en 1539 emprendió la conquista espiritual al Valle de los Chupachos cristianizando a los indios (pillcos), para tal hecho se construyó iglesias como San Cristóbal en 1542, Santo Domingo Cristo Rey en 1560, La Merced 2566, se edificó la Catedral en 1618, entre otros. Cabe mencionar por nuestro territorio caminó evangelizando el santo Toribio de Mogrovejo entre los años 1583 a 1593, en especial pernoto por la sierra huanuqueña.

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