
Por: Fortunato Rodríguez y Masgo
Mes de enero, dentro de la temporada de los negritos último, volví a reencontrarme con un viejo conocido, Céspedes y para sus amigos simplemente ¡Céspedes de Llata!, compañero de aula del Colegio Leoncio Prado de Huánuco señorial. Luego de muchos años, acabo de volverle a ver, luego de la pandemia.
Nos sentamos a tomar un cafecito y comer nuestra empanada de gallina, casi de inmediato nos envolvimos dentro del mundo de los recuerdos, tocamos diversos aspectos de la vida. Lo que me llamo la atención fue, hizo memoria y comenzó a contarme: Cuando apenas tenía 16 años, un día de verano estuve de paseo por el jirón Unión de Lima, era casi medio día, se me acerca una buena moza, con su mini falda y blusa escotada, alta morena de mirada penetrante y de un andar cautivante, llevaba entre sus brazos un hermoso cachorro pastor alemán ¡hola guapo! me dice; anímate, te vendo este hermoso perrito, llévate, de inmediato pregunte ¿a cuánto? ¡te remato! me contesta la morena de ojos caramelo y de cuerpo exuberante, establecemos el precio y le cancelo, contento yo, comienzo a caminar llevando consigo mi ¡pastor alemán!; por fin se hizo realidad mi sueño de tener un perro ¡pastor alemán!, era de cuerpo peludo de color casi negro y rojo encendido, orejas bien paradas, su cara entre negro y rojizo, eso sí estaba bien gordito, lleve a casa, ya en la azotea comienza a jugar el cachorro, era un travieso explorador, todo le llama la atención, se revolcaba una tras otra y como el sol era fuerte, necesitaba un baño refrescante, le lleve al instante al lavadero, le enjabone con jabón negro “patito”, dije de paso mato sus pulgas y garrapatas, estuvo así unos minutos, procedí a enjuagarlo, el perrito estaba feliz, no lloraba menos se desesperaba, contento el, nuevamente le enjuague, de pronto veo que comienza a pintarse mis manos de negro, dije ¿Qué pasa aquí?, de inmediato cogí la toalla comencé a secarlo y quedo manchado, preocupado de lo sucedido, me enjuago las manos, quedo limpio. Así le deje al pastor alemán, que se durmió como bebe.
Al día siguiente, noto algo raro en el cachorro, le miro con más atención y me doy cuenta, una orejita estaba bien parado y el otro totalmente agachado; dije, debe ser así.
Al tercer día, le cuento lo sucedido a un primo que llegó a la casa de visita, fuimos a verle al perrito a la azotea, le encontramos jugando, al llamado obediente viene a nuestro encuentro, feliz estaba, le cogí y le levante, le hice unas caricias y comenzamos examinar las orejitas, uy detectamos, una orejita estaba bien paradita, porque tenía chicle masticado en su base, por esa razón estaba bien parado, le sacamos y cae, este pastor alemán no era de los orejas paradas, sino de las orejas agachadas, seguimos examinando, y nos dimos cuenta que nuestras palmas de las manos estaban casi teñido de negro con amarrillo. Por esta razón, decidí bañarle al perrito, ya cuando estuve enjuagando nuevamente comenzó a despintarse, creo lo pintaron con anilina, y como resultado me di cuenta, las orejas estaban pegadas con chicle (goma de masticar) y el pelaje bien pintarrajeado de negro y amarillo, casi perfecto el color de un pastor alemán. Acepte haber sido engañado por una preciosa morena de labios sensuales, alta ella de cabellos encrespado, de cintura delgada y caderas anchas. Al final el primo me dijo ¡como schucuy te agarraron! ¡aquí en Lima tienes que ser mosca! ¡mucho ojo y oreja primo! Tienes que estar alerta ¡Paqui palla! ¡palla Paqui! Como decía tío Cirilo ¡Carajo! Fue la recomendación final. Así quedo truncada la ilusión de tener un pastor alemán en mi juventud.
Prosiguió la conversación, nuevamente “Céspedes de Llata”, retoma la narración: Te voy a revelar algo, ahora ya casi en mis sesenta años de edad, no he renunciado de criar un pastor alemán, me propuse buscar un cachorro de raza; así fue, me fui a un criadero de perros de raza en Lima. El dinero no era un inconveniente, como tenía un pequeño ahorro, casi ya estaba asegurado la compra. El criador me enseño un cachorro de tres meses, ya zafado, machito, peludo, color negro con rojo acaramelado, con el hocico negro. Era un pastor alemán de raza garantizado, establecimos el precio, ambos contentos.
Ya casi cerrado la operación de la adquisición; por favor, pedí orientación de la crianza, me estuvo explicando detalladamente de la siguiente manera: 1) alimentación con croquetas “cambo” el kilo esta S/. 25.00, te va a durar un par de días. 2) Sacar a correr como mínimo tres a cinco kilómetros diario en horas de la mañana, tienes que ir conjuntamente con el cachorro, caso contrario se va estresar. 3) Bañarlo mínimo dos veces cada quincena, con champú especial para perro. 4)No vayas a encerrarlo, tienes que vivir dentro de la casa como un miembro más de familia, caso contrario se va estresar. 5) Llevar al médico veterinario cada 45 días, para su receta de vitaminas, ampollas y otros. Así sucesivamente se sumaba las recomendaciones.
Inmediatamente saque mi cuenta de forma mental. Ahora vivo de mi pensión de jubilación o algunas entradas ocasionales. De las cuales, tendría que destinar S/. 500.00 soles mensuales para su alimentación del cachorro; luego, correr diariamente tres o cinco kilómetros, caso contrario se va estresar el perro, y yo no estoy para ese trote diario, menos para correr esa distancia, y no debo encerrarlo al pastor alemán porque se va a estresar, tiene que tener libertad de andar por el interior de la casa, eso significa que tendría que estar cada momento barriendo o limpiando la casa. Evaluado estos “pequeños” detalles decidí por el “momento” no adquirirlo el tan ansiado pastor alemán, ya será hasta otra en oportunidad. No sabemos cuándo lo voy adquirir, no sé si será en esta vida o en la otra. Es así como termino mi ilusión de tener mi pastor alemán. Pero no pierdo la esperanza, que algún día hare realidad mi sueño, casi entristecido termina de relatarnos Céspedes de Llata. Solo pude decirle, ya tendrás tu oportunidad, cuando el pastor alemán te elige como su dueño y será para toda la vida.
Foto referencial D.R.