
Merecido. Argentina la quería más y Argentina la tuvo. La marea de aficionados que tiñó de albiceleste Wembley se fue contenta con su seleccionado, campeón de la Finalissima, gracias a unos minutos mágicos de Lautaro Martínez, coronados con un gol y una asistencia ante una Italia entristecida (0-3).
Los de Lionel Scaloni en la Selección de Argentina se merecieron el título y una goleada mayor ante una Italia aún deprimida por la no clasificación para el Mundial. La ocasión para resarcirse, para espantar la vergüenza de faltar a otra Copa del Mundo, fue desperdiciada por el equipo de Roberto Mancini, que nunca se tomó como serio el compromiso en Wembley.
Ovacionado cada vez que tocaba el balón y agradecido con su público, al que se acercó a saludar en al previa del partido, de la cabeza de Messi salió el primer tanto. El genio rosarino, de espaldas a portería en la frontal, se giró en una baldosa, dejando atrás a Di Lorenzo, se metió en el área y habilitó sin portero a Lautaro.
Él solo deshilachó el encuentro, Lautaro dio la puntada. Esta vez el del Inter de Milán se vistió de periscopio, le puso una pelota filtrada a Di María cuando el árbitro ya oteaba el descanso. Entre los dos centrales pasó la pelota y por encima de Donnaruma la picó Di María, que sigue sin equipo, pero al que no faltarán novias este verano.
Argentina lo quiso más y Argentina lo tuvo. Conquistó la Finalissima y rememoró su última aventura en la Artemio Franchi, la prehistoria de este torneo que vio campeonar a Maradona en 1993 en Mar de Plata.