Tingo María
(Origen cosmogónico)
Por Víctor Raúl Osorio Alania (*)
La naturaleza y toda expresión etnográfica inspiran mi quehacer periodístico, literario y humano en general. La creación política de Tingo María, capital de la provincia Leoncio Prado, proviene del 15 de octubre de 1939, pero su origen cosmogónico tiene larga data como la extensión de los cielos, quizás antepuesto a la expresión de los colores y sus artistas plásticos, por ello, valga la ocasión para enfocar, proponer y colocar la pluma en su principio magnánimo. Así, con absoluto respeto y seguro de contar con vuestra firma, les propongo, esta vez, un mito y una leyenda que fulguran en la alforja pletórica. Que cada tingalés lo haga suyo y difunda de linde a linde por todos los medios habidos y por haber.
LA VIDA NACIÓ FULGURANTE (Mito)
Floreció la creatividad en un átomo de la configuración cosmogónica. La vida nació fulgurante, dichosa, inmarcesible. Revélese el abanico sin dañar su epidermis y latidos. Fulgurante porque tenía luz propia, ¡cómo alentaba la prosperidad con dicha!, de la misma forma, inmarcesible para quedarse por el tiempo de los tiempos, ¡eso suena bien!
Waywash –cadena nívea que se puede observar en cientos de kilómetros a la redonda–, dio origen a lagunas quietas que inquietan a otras albercas y de estas ocurriría el origen prístino, diáfano y tenaz de los ríos Marañón y Pillkumayu (hoy conocido como Huallaga). Esos ríos llevan suspiros como pompas gaseosas, las pompas regresan, quizás las aguas también.
Entre luces de una madrugada imaginable, Waywash dictaminó ipso facto que Wamash y Lacshawarina viajen por el Marañón, igualmente, Pillcomozo y la Bella Durmiente hicieron alianza antes de navegar por el agua impoluta de Pillkumayu, llegaron supercontentos, porque no sabían cansarse ni había pesadumbre en sus neuronas. ¡Dicha por doquier!
Instalados en esta cuenca, crearon las cataratas y demás afluentes para Pillkumayu, ubicaron a los animales en sus respectivos ecosistemas, el gallito de las rocas tuvo el convencimiento de informar las propuestas y responsabilidades a sus congéneres, por eso, iba y volvía sin agitarse.
Se mantuvieron ocupados por varios quinquenios –junto a los nativos de la zona–, insuflando savia a la arboleda e impregnando los catorce matices del verde ecológico. El sol relucía de día sin quemar, de noche venía la luna para peinar su cabello plateado y seguir a sus nietos; las estrellas bajaban a la selva e invitaban a Pillcomozo y la Bella para jugar a las escondidas y en plenilunio contabilizaban los árboles hasta cansarse o ser sorprendidos con las nuevas luces del amanecer.
Uno, tres, cinco, siete, nueve… diría la estrella centenaria.
Suspiraba hondo la Bella Durmiente antes de afirmar: ¡Me gusta la calidad de los árboles!
Dos, cuatro, seis, ocho, diez… afirmaba una novel estrella.
Pillcomozo exponía respeto y agradecimiento en su decir: ¡Contando arboles puedo oxigenar mi corpus!
Era tácito que la Bella Durmiente y Pillcomozo se complementaban como las raíces y los frutos del campo, todo los unía, crecían cuanto más se conocían, había reciprocidad independiente de retórica. ¡Simpatía pulcra! La pausa en todo quehacer servía para brindarse palabras de aliento. ¡Burilaban con creces su propio destino!
Como nada es perfecto, incluso entre los que parecen omnipotentes, en cierta ocasión, que nadie recuerda con precisión el cuándo ni el cómo, llegó la cizaña mediante la atmósfera, surgieron como vértigo los problemas acentuados, las contrariedades hicieron mella en la pareja y por callar fueron autodestruyéndose.
¡Qué penita! Mientras pestañaba la Bella Durmiente, sigiloso marchó Pillcomozo, nadando a contracorriente recalaría en el cerro Marabamba con la anuencia también de Rondos y Paucarbamba, él prefiere la soledad como la meditación, eso sí, mira invariable hacia el norte magnético donde permanece su alma gemela.
La Bella Durmiente cuando volvió en sí aceptó la partida de su apreciado, aunque decidió vivir callada y escuchar el trajín de Pillkumayu que de tanto en tanto le informa los quehaceres de Pillcomozo, su retoño, mejor dicho, el crío de ambos.
Causa sorpresa y alegría, también tristeza, porque cuando se alejaron los creadores de esta cuenca empezaron a ser valorados en su real dimensión, ahora cada quien tiene sus adeptos y constituyen fuente de inspiración. ¡Fulgura esta oquedad!
SIEMPRE BELLA (Leyenda)
Los hijos como las hijas dan alegría cuando nacen, así ocurrió también en los albores de la época preincaica, he aquí un indicio que hará chocar umbral con dintel, ¡chispas!, orto con crepúsculo, ¡ajá!, imaginación con realidad, ¡rayos y centellas!
El apu de presencia incalculable y su cónyuge de toda la vida hacían remembranza después del Inti Raymi sobre la trayectoria de Bella, su unigénita, primogénita y finigénita; contribuían en la evocación los abuelos maternos y paternos (recuerdas aquella vez, tras las cumbres), aunque a todo el linaje le costaba aceptar que la niña se había transformado en señorita, mujer hecha y derecha, pues, pronto esa paloma debería volar para anidar futuro con esperanza y paz.
Alguien cercano al poderío del apu solicitó la mano de Bella, pero este y su esposa solo dieron nones como respuesta en lenguaje verbal y no verbal. El recurrente insistió y acudió cuatro veces más, incluso llevaría como garantes a personajes cercanos al futuro suegro. El vencedor de lides a favor de su comarca perdía en los casos del corazón y Bella comprendía que para disfrutar el néctar del amor hay que superar las espinas que son dañinos como los prejuicios.
Como no prosperaba la gestión por las buenas, los cuasi novios fugaron a hurtadillas en pro de la felicidad eterna, pidieron clemencia y comprensión de los inmortales, ellos los complacieron y viven perpetuamente para la dicha del entendimiento humano en las cimas de Tingo María, puerta entre la tierra y el cielo, amplexo sereno entre ande y amazonia.
Cáptese únicamente la silueta de la Bella desde las riberas del río Huallaga o el Mirador o el campus universitario, no obstante, desde poblados colindantes (Aucayacu) clisarán a la Bella y su eterno guerrero. ¿Por eso dicen que la Bella está embarazada? Tal vez, puede ser, quizás, mientras tanto, ella y él que vivan libérrimos como la fotosíntesis de la selva virgen.
Tremebundo no se acaba el mundo ni empieza el universo, apenas hallaste un eslabón del florilegio que incumbe a la Bella. ¡Oh, qué interesante! Esta leyenda se traslada en las nubes de rupa-rupa. ¡Interesante por triple partida!
(*) “El Puchkador de la Nieve”