Por Fortunato Rodríguez y Masgo
Cuando retornamos a nuestra añorada tierra natal, lo primero que vemos es al indomable río Huallaga, levantando su velo de neblina madrugadora y despidiendo un tufo friolento de brisa de un nuevo día. Luego cruzamos el puente Cal y Canto con dirección a nuestra acogedora morada, vecino del Huallaga. Regresábamos luego de algunos años a nuestro Huánuco querido; de pronto, ya estamos en casa, con nuestra mente y corazón que se tranquilizan de angustia, luego de ocho horas de viaje, casi toda la noche pasamos en vilo pensando y recordando los años vividos; dentro de poco sale el sol y lo primero que haremos es ir tras de una placentera banca de la Plaza de Armas; y así, recargar nuestras energías, volar a los recuerdos.
Nos encaminamos con dirección a la plaza principal de la ciudad de Huánuco, desde donde podemos observar el hermoso y sorprendente cielo azul. Apretamos nuestros pasos, mientras el sol brillaba en su plenitud, saludamos con reverencia a los tres Jircas, dueños del Valle del Pillco que se encuentran vigilantes y respiramos el agradable aroma del café de huerta, pan de horno a leña; además del inconfundible olor de chicharrones, eso era el desayuno de bienvenida.
Cuando caminábamos alrededor de la plaza, vimos de pronto a Lucio, a quien conocí allá por los años 70, en los días de procesión del Señor de Burgos. Después, en el tiempo, era miembro de la Hermandad por los años 80; el hermano Lucio siempre estaba con la sonrisa a flor de piel, saludando a todo el que podía; siempre, vestía su terno de rigor, algunas veces era de una talla grande y otras era pequeña como si al lavar se hubieran encogido, lo importante que se mostraba “elegante”, con sus zapatos una veces de talla grande o si no unos pequeños; aunque cojeaba siempre, andaba bien vestido.
De pronto, nos quedamos sorprendidos de Lucio, ahora él estaba vestido de policía. ¡Uaao! dijimos, ¡no podemos creer lo que vemos!, ¿Lucio se asimilo a la Policía? Era extraño, pero ahí estaba el uniformado de policía, con la vara reglamentaria y así poder garantizar la tranquilidad y orden público; siempre con su porte policial, su cabello recortado al estilo “alemán”, tenía el grado suboficial de tercera, con tremendas “botas”, que le llegaba casi a la rodilla.
Lo vimos disciplinado, serio, erguido, con porte militar y como “buen policía” daba sus “vueltas” de ronda por la plaza como trompo sangarracho, brincando y brincando, siempre saludando, muy atento él y “en alerta” para auxiliar o intervenir en el instante frente a cualquier ladronzuelo que pudiera hacer su fechoría a indefenso ciudadano.
Al correr de los años, nuevamente en unas de las visitas a nuestra tierra, con la misma añoranza de siempre de ir tras una banca de la Plaza Mayor y descansar trayendo a nuestra memoria las infinitas acciones de nuestra vida, muchas con nostalgia y otras de inmensa alegría; de pronto, recibimos un saludo amable y una sonrisa con mucha inocencia. Ahí estaba él, era sencillamente el hermano Lucio; perdón, el policía Lucio. Para nuestra sorpresa, había ascendido a “Comandante”, quizá por alguna “acción heroica”, el muy elegante y un poco presumido enseñaba sus hombros que cargaba sus galones de cinco “tripas doradas”; se había convertido en el señor “Comandante” de la guarnición policial de la histórica Plaza de Armas de la ciudad de los Caballeros de León de Huánuco. Por respeto nos paramos y le expresamos nuestro saludo e inmediatamente reinicio sus rondas de vigilancia alrededor de ella, el hombre completamente feliz vivía su momento de gloria, se sentía quizás realizado, donde solo él podía consumir esa felicidad en su interior dentro de su mente, al final la vida te da sorpresas me decía interiormente.
El “comandante Lucio” es todo un personaje, que entrega alegría y vida a la Plaza Mayor cada nuevo día; vimos a algunos visitantes tomar algunas fotografías para el recuerdo con nuestro “comanche”, siempre mostrando su corazón y su inocencia de niño, quizás tenga una memoria retrasada al tiempo, lo que importa es su felicidad
Recuerda: “La vida no es sobre encontrarte a ti mismo. La vida es sobre crearte a ti mismo” George Bernard Shaw. Además, “Estás hoy donde te han llevado tus pensamientos; mañana estarás donde tus pensamientos te lleven” por James Allen.
*Periodista, economista y abogado








