¡Silencio, señores, que Uti Cabanillas va a tocar guitarra y bandurria desde el cielo!

Crónica de una vida sonora

Por: Jorge Chávez Hurtado

 

El 16 de junio pasado, Huánuco volvió a afinar su memoria colectiva, como quien templara una cuerda antes de iniciar una melodía ancestral. Ese día, Justiniano Adolfo Cabanillas Cabrera, nuestro entrañable Uti Cabanillas, habría cumplido 88 años. Y aunque la pandemia nos lo arrebató un 5 de febrero de 2021, la música que dejó en herencia sigue viva, como un manantial de notas que no se agota.

Nacido en 1937, en la acogedora tierra de Ambo, a un suspiro del puente viejo, Uti trajo al mundo más que un nombre: trajo música. Desde pequeño, encontró en la bandurria su primera pasión, y en su familia, su primera orquesta. Hijo de Benito Cabanillas Lombardi y Matilde Cabrera Pacheco, creció rodeado de valores y melodías. A los nueve años, sus dedos ya eran cómplices de las doce cuerdas pulsadas que definirían su destino.

Tuve el privilegio de conocerlo en los micrófonos de la radio, donde la música huanuqueña se vuelve patria. Lo entrevisté más de una vez, y en cada conversación me impresionaban su nobleza, su memoria musical prodigiosa, su respeto por los colegas, y esa ternura que solo tienen los hombres que han vivido de verdad. Uti hablaba de la música como se habla de una mujer amada: con devoción, con emoción, con un dejo de nostalgia.

Fue precisamente en las dos primeras décadas de este siglo que Uti consolidó uno de los capítulos más brillantes de su carrera, integrando el conjunto “Los Hermanos Cabanillas”, al lado de sus inseparables hermanos. En ese grupo, la primera voz era la de su querido hermano Armando Cabanillas, dueño de un timbre cálido y poderoso que supo transmitir la esencia de nuestro pueblo. Juntos, grabaron canciones que ya son parte del patrimonio sonoro de Huánuco, como “La Pashpita”, “La Paca Paca”, “Doctor, doctor”, entre otras joyas que siguen animando fiestas, peñas y corazones.

En las décadas de 1970 y 1980, la figura de Uti ya era respetada y admirada. Su presencia en agrupaciones como la Peña Artística Huanuqueña o el Centro Musical Huánuco era símbolo de jerarquía musical. Su interpretación de “Arriba León Huánuco Campeón” aún resuena en las tribunas de los nostálgicos, y su dominio de la bandurria era tal, que cada nota parecía contar una historia sin palabras.

En nuestras entrevistas para el programa “De Cantos, Calles y Campos” en Radio UnhevaL, Uti no solo hablaba de sí mismo. Siempre tuvo palabras de gratitud para sus colegas, su familia musical, los amigos de escenario, y ese Huánuco profundo que llevaba en el pecho como un estandarte.

Cuando el COVID-19 lo alcanzó en el ocaso del verano de 2021, Huánuco se vistió de luto. Tenía 83 años, pero conservaba el entusiasmo de un joven. Su espíritu era incansable, alegre, generoso. Fue un golpe duro: perdíamos a un músico, sí, pero también a un símbolo, a un sabio, a un amigo de todos.

Hoy, en este 2025, Uti Cabanillas hubiera cumplido 88 años. Y no hay mejor homenaje que volver a escucharlo, que compartir su música, que contar a los más jóvenes quién fue. Porque Uti no murió: se convirtió en canción. Está en cada huayno bien tocado, en cada bandurria afinada, en cada fiesta que comienza con un “¡salud!” y termina con un canto.

Huánuco no lo olvida. Uti Cabanillas vive.

Y vivirá mientras haya una guitarra, una peña, un disco viejo girando, una bandurria sonando como si todavía lo tuviéramos entre nosotros.

Porque cuando nace un artista como él, no muere jamás.

Sencillamente, se vuelve eterno.

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