
Las intensas lluvias y los peligros asociados han dejado, desde el inicio de la temporada en diciembre de 2024 hasta la fecha, un total de 47 personas fallecidas, 8 598 damnificadas, 48 627 afectadas, 635 viviendas destruidas y otras 3 654 inhabitables en todo el Perú, según el Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci).
Asimismo, se tiene la estadística del Sistema de Información Nacional para la Respuesta y Rehabilitación (Sinpad) de que han ocurrido 1 771 emergencias en todo el país. Estas se desarrollaron de la siguiente manera: Cusco totalizó 347 registros, seguido de Ayacucho con 254, Cajamarca con 210, Huancavelica con 129 y Arequipa con 84.
También se mapeó un significativo número de emergencias en los departamentos de Apurímac, Huánuco, Junín, Ica, La Libertad y Pasco, entre otros, añadió.
Cada año, entre diciembre y marzo, cuando el verano se instala en Perú y otros países de la región, millones de peruanos se enfrentan a desastres naturales provocados por intensas lluvias. Estos fenómenos climáticos desencadenan la activación de quebradas, deslizamientos de barro y rocas, desbordes de ríos y caída de huaicos.
En la sierra y la selva, estas precipitaciones son recurrentes debido a las altas temperaturas y la evaporación del aire, factores que favorecen la formación de nubes de tormenta. En la costa, por otro lado, el calentamiento anómalo de las aguas del océano Pacífico provoca alteraciones en los vientos y en la humedad, contribuyendo a la generación de lluvias intensas.
Este panorama es propicio para desencadenar una ola de desastres en diversas regiones del territorio nacional, especialmente ante la falta de medidas preventivas o infraestructura adecuada para afrontar estos eventos climáticos adversos. La vulnerabilidad de muchas comunidades y la insuficiencia de políticas de prevención agravan las consecuencias de estos desastres, afectando gravemente a la población y la economía local.
Es imprescindible que las autoridades locales y nacionales implementen estrategias efectivas de gestión del riesgo y medidas preventivas que incluyan la construcción de infraestructuras resistentes y la educación de la población sobre cómo actuar ante estos fenómenos. Solo así se podrá minimizar el impacto de las lluvias intensas y proteger a las comunidades de los desastres naturales recurrentes.