Ansiedad en niños y adolescentes: cómo se manifiesta y qué hacer

La ansiedad es una respuesta natural del organismo ante situaciones de estrés o peligro. Sin embargo, cuando esta reacción se vuelve excesiva o persistente en niños y adolescentes, puede interferir en su desarrollo y bienestar. Es fundamental que padres, educadores y cuidadores reconozcan los signos de ansiedad para brindar el apoyo necesario.

De acuerdo con la psiquiatra Natalia Ascurra, de la Dirección de Salud Mental del Ministerio de Salud (Minsa), la ansiedad puede ser compleja de distinguir en la infancia, debido a que los niños pueden expresar naturalmente el temor ante situaciones inesperadas como la separación de sus padres y otras nuevas experiencias para ellos.

En tanto, en la adolescencia es común observar en ellos una permanente búsqueda de identidad o la sensibilidad que reflejan ante la opinión de las demás personas de su entorno.

Los síntomas más comunes de la ansiedad

– Físicos: Dolores de cabeza, molestias estomacales, sudoración excesiva, temblores o palpitaciones.

– Emocionales: Miedos intensos o irracionales, irritabilidad, inquietud o sensación de estar «al límite».

– Conductuales: Evitar situaciones sociales o escolares, dificultad para concentrarse, cambios en los hábitos de sueño o alimentación.

Cuando afecta las actividades diarias

La especialista señaló que definitivamente estamos ante un caso particular al que se denomina “ansiedad social” y ello requiere una atención especial de parte de los psicólogos.

“Los niños, por temor a ser juzgados, tienden a evitar actividades sociales como ir a fiestas, paseos y reuniones con otras personas argumentando dolores de cabeza o estómago y mostrando una evidente angustia en actividades grupales”, apunta.

En el caso de los adolescentes, es evidente su temor de hablar y expresarse en público, compartir con otras personas por temor a ser rechazados, burlados o humillados y por ello generalmente evitan participar activamente en clase.

Qué hacer ante estos casos

– Comunicación abierta: Fomente un ambiente donde el menor se sienta seguro para expresar sus sentimientos y preocupaciones sin temor a ser juzgado.

– Rutinas estables: Establezca horarios regulares para actividades diarias como comidas, estudio y descanso, proporcionando una sensación de seguridad y previsibilidad.

– Técnicas de relajación: Enseñe ejercicios de respiración profunda, meditación o actividades como el yoga, que pueden ayudar a reducir la tensión y promover la calma.

– Limitación de información estresante: Controle la exposición a noticias o contenidos que puedan generar ansiedad, especialmente aquellos relacionados con situaciones de crisis o violencia.

– Búsqueda de ayuda profesional: Si los síntomas persisten o empeoran, es esencial consultar a un especialista en salud mental infantil para una evaluación y posible intervención.

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