William Faulkner

 

 

Por Eiffel Ramírez Avilés*

 

La crítica de Thadious Davis a la novela «¡Absalón, Absalón!» del escritor estadounidense William Faulkner  me arroja ciertas luces no solo sobre cómo entender esta compleja obra, sino también me sugiere algunos rasgos del universo faulkneriano. En la opinión de Thadious, lo Negro –que sería una abstracción, una proyección– sostiene la historia y el destino de los personajes que aparecen en el indicado libro. Cierto: es el punto clave, la condición sobre la cual gravita todo.

En «¡Absalón, Absalón!», William Faulkner retrata el apogeo y el declive de una familia del Sur de los Estados Unidos, los Sutpen. Es el siglo XIX: el niño Thomas Sutpen (de familia blanca) fue desairado por un esclavo negro, por lo que asume el proyecto de erigir su propia plantación, empezar su dinastía y, por supuesto, tener bajo su poder a muchos esclavos de raza negra. Está a punto de conseguirlo; pero lo Negro –y he ahí la cuota oportuna de Thadious– lo ha de perseguir hasta su ruina: su último heredero termina siendo un jovenzuelo negro, aparte de idiota. En ese sentido, la presencia inevitable (abstracta) de lo Negro es una marca distintiva de toda la novela: el propio Sutpen se acuesta con una negra; su hijo comete asesinato porque cree que corre sangre negra en las venas de alguien; sus otros descendientes se emparentan con mujeres de raza negra. En esta línea de interpretación, Clyte –la hija que tiene Thomas con una esclava– sería el personaje principal. A pesar de que parece ser tan solo una sombra durante casi toda la trama, ella representa lo Negro en toda su perplejidad: decide criar a un niño de descendencia negra; esconde a su medio hermano blanco; y se aferra al destino autodestructivo de su padre (que ni siquiera la quiere), quemando la casa de este, último símbolo y bastión de los Sutpen. Clyte: blanca y negra, trágica y piadosa, guardiana tenaz de su familia pero también su parte más frágil, es de una personalidad atrayente por chocante. Créase: a contrapelo de su acto atroz y su suicidio insano, hacia el final, ella nos embarga de una extraña ternura y una compasión extrema, que nos obliga a cerrar los ojos por un momento.

Lo Negro sería lo esencial en todo el orbe de Faulkner o, al menos, en sus libros más logrados. En «Luz de Agosto», por ejemplo, uno de sus héroes ¬–el inolvidable Joe Christmas– sufre hasta el último la duda de tener ascendencia africana; y no solo la sufre él mismo, en su consciencia, sino toda la sociedad que lo rodea, la misma que termina por encauzarlo al crimen primero, para después matarlo en un desquiciado ajusticiamiento. Como se habrá notado, lo Negro termina por ser un poderoso estigma que solo provoca violencia y perversión mental; para ese mundo, ni siquiera es necesario tener un color de piel visiblemente oscuro.

Ahora bien, el tema de la discriminación brutal de blancos a negros no fue tratado solo por Faulkner. Ya desde el siglo XIX se trabajaba y denunciaba ello no solo en el ámbito norteamericano, sino también en el hispanoamericano. Se podría decir, pues, que para la época en que Faulkner escribió –siglo XX– ya era un tema muy usado y en el que no se podía hallar novedad alguna más que una consabida protesta de igualdad. ¿En qué radicó la originalidad del artista? Aquí entra a tallar la riqueza de la literatura, que permite indagar situaciones y tópicos de manera ilimitada. En primer lugar, el autor de «¡Absalón, Absalón!» ejecuta sus ficciones aplicando modernas y complejas técnicas de narrativa (la más descollante es, sin duda, el manejo de los tiempos en la historia). En segundo lugar, trabaja un lenguaje y estilo vertiginosos, aplicados no solo a los “flujos de la consciencia” de los personajes, sino también a las propias descripciones de un narrador en tercera persona; de ese modo, el lector se ve cautivado y atraído por lo que se cuenta (mas, por otro lado, la acusación de melodramático y de abrumador resulta también inevitable). En tercer lugar, dejando ya de lado los procedimientos técnicos, tenemos que no hay un mensaje en sus textos. Comprendamos bien esto último: no hay un mensaje, porque puede haber muchos mensajes o también ninguno. La novela faulkneriana no es una antiesclavista, ni pro derechos; sería un error reducirla a estas causas. Su obra es una proyección abierta de naturalezas; es un laberinto de nostalgias y de odios; es una continua bifurcación de instintos. Faulkner busca explorar el corazón del hombre; no amoldarlo. He ahí la potencialidad de la literatura y su superioridad frente a cualquier ciencia o ideología.

Y por eso el eterno retorno: los pueblerinos que abundan las páginas de su prosa no están condenados al olvido. Estremecen, asombran, remueven: advierten, a pálpito incontenible, nuestra voluble condición humana.

*Escritor y abogado por la UNMSM

_______________________________

  Titulada “The Signifying Abstraction: Reading ‘the Negro’ in Absalom, Absalom!”, en «Bloom’s Modern Critical Views: William Faulkner», Infobae Publishing, New York, 2008.

Advertisement

Leer Anterior

Inauguran parque infantil ‘Mi Ángel’ en Amarilis

Leer Siguiente

19.03.2021