Waqurunchu, Sabio de Nieve

Por Víctor Raúl Osorio Alania*

Huk

Cuando empezó la vida, empezó el tiempo y este con el espacio. La blanca, gentil y eterna nevada generaba lagunas vivaces, cristalinos puquiales, riachuelos juguetones, el prodigioso y anchuroso río Huachón y las truchas de carne rosácea y blanca. El cóndor volando entre estos parajes y la selva alta, el pichuychanka (gorrión) musicalizando amaneceres con voz canora. De ese modo se vivió por muchas centurias, nada de penurias

Todo evaporaba la desglaciación. La gente miraba fotografías con mucha nostalgia, acudían a los vídeos para señalar tiempos idos. El recuerdo mataba igual o más que la cruda realidad.

Expectativa y miedo generó la llegada del siglo XXI. Expectativa por el advenimiento novedoso, miedo por el calentamiento generalizado.

Las neviscas perpetuas envejecieron y fallecieron antes de formar riachuelos, ríos, qochas (gochas), lagunas. Las Navidades pasaron contritos, ahora faltaba todo: nieve, árbol, comida, no había agua para chocolate ni para infusión de manzanilla. Siendo de día reinaba tristeza en los campos, las noches eran más lóbregas. La sequedad de los cauces repercutía en la hambruna. Los eucaliptos añosos perdieron la virtud de transformación y se convirtieron en seres achacosos nada laboriosos.

El mismo papel fúnebre le tocó a todo quinual y kiswar. Las hojas de árbol cayeron en el otoño irreversible. ¡Adiós verano! ¡Adiós invierno! ¡Adiós primavera! Clima loco, loco clima. Temperaturas jamás registradas. Situación apocalíptica. Fotosíntesis en franca agonía. La suerte tampoco acompañó al ichu o paja de las regiones puna y jalca.

Cada puquial entró en sequía. El río Huachón ya no tenía vientos ni termales que le pudieran abanicar su existencia. ¡Increíble! Todo cambió de un sopetón. ¡Increíble! Ahora todo era creíble. Los cocamánticos (lectores de las hojas de coca) habían previsto el ecocidio antes de la llegada de aquel milenio. La inmortal nevada (con la moral bien formada) antes llegaba hasta las nubes, cual nubes, hasta las estrellas, cual estrellas, hasta las sienes del Omnímodo; por abajo, regaba y bañaba cuencas, valles, duradero soberano a los pies de la humanidad.

El Sol dejó de brillar en apoyo con el Sabio de Nieve. Lluvia y nevada laboraban al ciento por ciento de su capacidad, aunque no llegaban a posarse en la montaña oriental, terminaban evaporándose por el hueco de la capa de ozono. El viento cerró sus labios y alas para favorecer la contextura del abuelo blanco, pero aquel aporte poco sirvió.

Mama Quilla plañía dolorida por las noches, las estrellas (sus hijas) no hallaban argumentos para tranquilizar a la dadora de sus vidas. Se le escuchaba decir: Sabio de Nieve semejante desgracia te ha caído, encomiaba cuidarte del humano, sobre todo de quienes tienen industrias y ambicionan acumular dinero, fuiste permisivo. ¡Rejuvenece amigo mío!

Ishkay

Superada la aguda contradicción de quién contaminaba más, tal vez los empresarios o quizá los residentes ubicados en las cercanías del Sabio de Nieve, la comarca de Wachurrumi eligió a los docentes Zósimo y Cecilia, integrando a la delegación dos niños, Rodrigo y Eduardo, deberían partir antes que nazca el nuevo día

Todos han madrugado incluyendo a las avecillas. Una masa compacta de comuneros acompañó hasta la cabecera de Lichiqocha, habiendo colocado previamente mesadas con mucha reverencia por cada legua avanzada. Ahí, en un descanso merecido, sentados en redondel y en grupos diversos, el Ing. José Porta, con GPS (Sistema de Posicionamiento Global) en mano informa que Lichiqocha está ubicada a 4.300 msnm o 14.107,61 pies y dista a 10 km de Wachurrumi en línea recta.

La coca estaba agradable, todo cigarro sin filtro humeaba con señales en blanco, los que brindaban con aguardiente lo hacían primero con la Pachamama y el Apu.

Tengan mucho cuidado, pisen con firmeza, la roca resbaladiza y los despeñaderos pueden resultar misteriosas, argumentaron voces amigas.

Niños tengan envuelto el fiambre y consuman agua de remedio cada media hora, vayan despacio, señalaron las madres abnegadas de los infantes seleccionados. 

Profesor Zósimo lleve de la mano a la profesora Cecilia o el Sabio de Nieve le puede quitar su novia, habló en serio una anciana que peinaba canas. 

Rodrigo y Eduardo, pastores de nacimiento, conocían a la perfección ciertos trechos del camino escabroso, no obstante, jamás osarían avanzar hasta los hombros de la figura piramidal.

Profesores estamos a 4.300 msnm, a eso debemos sumarle ochocientos metros más hacia arriba, arengaron los guías…

Eduardo y Rodrigo calculaban que habían transitado cuatro horas desde Lichiqocha, dato confirmado sobre el punto con los relojes náuticos de Cecilia y Zósimo. Cuando menos esperaban una voz gruesa, preocupada y amigable los hizo detener en seco:

Gracias Cecilia por visitarme, eres una de las pocas mujeres decididas. Gracias por venir hijos míos. Yo he nacido para estar cerca del firmamento celestial, perigeo y ubicuidad le llaman a eso. Díganme, ¿qué puedo hacer por ustedes? 

La ubicuidad o el hecho de poder divisarte en todas partes a la vez ha permitido comprobar la pérdida de tu manto níveo, explicó Zósimo. 

Tiene razón, maestro, ahora están imposibilitados de formar bolas de nieve a consecuencia del cambio climático…

Taitita, intercedo en nombre de los niños, ¿qué podemos hacer para recuperar tu boato?, intervino Rodrigo.

El Sabio de Nieve decidió otorgar el beneficio de la duda a la humanidad, por ello, habló con decisión, pero con el trato amigable:

Emprendan iniciativas colectivas a corto, mediano y largo plazo para la reforestación, además, generaría empleo para la gente de Wachurrumi. Esta es y será la primera y última oportunidad para corregir actitudes, ¡basta de buenas intenciones!, diciendo así calló el añoso níveo.

¿Para qué los árboles?, preguntaron en coro los niños.

Para contrarrestar el cambio climático, los árboles capturan el carbono y así mitigan la desglaciación de Waqurunchu (Pasco), Waywash (Lima, Ancash, Huánuco), Waytapallana (Junín).

La comitiva regresó e informó con detalles a la comunidad. Desde aquel día glorioso los veo afanosos por sembrar plantones por doquier, en especial, junto a las cordilleras y en la proximidad de los arroyuelos. Plantan aliso a mitad del recorrido de cada río y en la cabecera de cuencas, aliso genera agua; en tanto, la cabuya para cautelar toda erosión de tierra; eucalipto y pino sirven como carburante o combustible. 

Zósimo y Cecilia juntaron sus vidas y adoptaron como hijos a Eduardo y Rodrigo. Juntos laboran por el presente y un futuro digno. Siempre los oigo exclamar:

¡Ayúdanos y protégenos Waqurunchu, Sabio de Nieve!

José Luis Joaquín Tomás y el narrador superan toda remora: «El cielo remite nieve gloriosa, / a Waqurunchu y montañas corona, / gallarda nevada eres detallosa / que brille sabiduría en la zona».

*“El Puchkador de la Nieve”

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