Por Nancy Isabel Villaflor Lázaro
No me quería!
Vivía en el distrito de Amarilis, un oasis de alegría y color, con parques y arboledas que respiraban vida.
Amarilis era un lugar donde la gente te acogía con calor y solidaridad. En el barrio se vivía un ambiente festivo: saludos, abrazos y risas llenaban el aire.
Un día todo cambio, ya que el Perú atravesaba una época oscura porque la pandemia había sembrado tristeza y soledad en muchas familias. Mi mamá humana sufría mucho porque había perdido a varios seres queridos y ahora vivía con papá Tito, mamá Chabelita y mis dos hermanitos humanos.
Un día, mamá entró en una veterinaria y me vio prisionero en una canastilla. Mi dueña le decía al doctor:
—Debo dejarlo porque me voy al extranjero. Por favor, quédese con él.
Mamá se emocionó al verme y le dijo a mi dueña:
—¿Lo va a abandonar?, ¿no lo quiere más? Puede confiármelo a mí, yo lo voy a cuidar como si fuera mi propio hijito.
Mi corazón saltó de alegría y me sentí feliz.
El doctor le dijo a mamá:
—Tenga cuidado porque es un lobo feroz.
Mi dueña tenía puesto sus lentes oscuros que escondían sus lágrimas; abrió la canasta y me puso en brazos de mamá. Luego me dio un beso en la oreja y me susurró:
—Adiós.
Yo no podía dejar de temblar, el estrés me invadía debido al ruido que hacían los otros perros. Pero, al sentir la caricia de mi nueva mamita, vi en su pecho un rosario que desprendía un aroma dulce y cautivador. Ella, Chabelita, me dio un abrazo tierno que llegó a calmarme.
¡Reconocí el problema!
Al llegar a casa, me maravillé con el jardín enorme de flores de mil colores. Pero me asustó mucho conocer a Perico, un loro pequeño que decía:
—¡Aurora, dame besito!
Me ponía nervioso porque mi nombre no era Aurora y menos le iba a dar besitos a un desconocido.
Este pajarraco empezó a perseguirme: siempre corría tras de mí.
Un día, cansado, le grité:
—¡Basta, Perico!, ¡o te hago loro frito!
Perico se quedó quieto y dejó de perseguirme. Al parecer le dio miedo lo que le dije.
Otro día, mi hermano humano menor le preguntó a mami:
—¿Por qué Toby es tan chiquito, tiene orejitas muy paraditas y tiembla mucho?, ¿está enfermo?, ¿de qué raza es?
Mami le dijo:
—Hijito, es Chihuahua, la raza más pequeña del mundo.
—¿Y se va a morir rápido?
—No. Este perro puede vivir hasta 18 años.
—¿Y por qué ladra mucho?
—Es un perrito fascinante porque defiende valientemente a su dueño, y siempre está dispuesto a jugar o pasear. A veces no es fácil resistirse a su naturaleza afectuosa, a sus grandes ojos, a su pelaje corto y muy blanco y a sus ojitos negros como guindones. Nuestro Toby siempre nos llenará de amor.
Me sentí muy contento al escuchar todo lo que mami decía de mí. Recién supe que podía defender y cuidar a mi dueño.
Un viernes, me acomodé en el sillón junto a mamita. Ella leía la obra El gran libro para salvar el planeta de Gaëlle Bouttier-Guérive y Gwé. La historia sensibilizaba a los niños sobre la importancia de cuidar la Tierra y de cómo el cambio climático está afectando los océanos, la escasez del agua, las energías, la vida salvaje y los bosques. Enseñaba a los niños a reciclar, a descubrir qué actividades cotidianas perjudicaban el medio ambiente y qué simples acciones podíamos realizar para convertirnos en grandes ecologistas.
Al escuchar las historias que narraba el libro, sentí que formaba parte del problema. ¿Acaso no gastaba agua bañándome? Pensé que nuestro planeta azul era un oasis de agua en el universo, pero me equivoqué. Solo un pequeño porcentaje del agua era dulce y apta para el consumo humano. El libro decía que el agua era un recurso limitado y valioso, y por eso debíamos difundir su cuidado, además de usarlo racionalmente.
Mamá se mantuvo leyendo atenta, pero Perico hizo todo por molestarnos: venía y mordía la falda de mamá.
En una de esas, no me contuve y le di un ladrido feroz. Perico salió espantado de la biblioteca, como prometiendo que nunca más nos iba a acompañar.
Pero esta actitud mía no le gustó a mamá y me reprendió con firmeza diciendo que, aunque no lo quiera, Perico era de los nuestros.
Ese momento aprendí a no atacar a los míos.
Para rematar, gracias a las tristes noticias, nos enteramos que el mundo se teñía de gris debido a las pérdidas humanas que acarreaba la pandemia.
El 2021 nos mostró las heridas que puede dejar una pandemia inesperada y la pobre gestión de un gobierno débil. En nuestro Huánuco, especialmente en Amarilis, nos impactó un artículo del Ministerio Público de la Nación:
Un derrame de hidrolina, un producto derivado del petróleo, envenenó el río Higueras en Huánuco, tras la rotura de una manguera hidráulica de una excavadora que trabajaba en el ensanche y asfaltado de la carretera Huánuco-La Unión. El fiscal ambiental y la Policía Ecológica del Perú comprobaron el daño ambiental y ordenaron tomar las muestras de agua para analizar el grado de contaminación. El resultado fue positivo. La empresa responsable dijo que tomó acciones de contención y limpieza. Seda Huánuco cerró las compuertas de captación de agua cruda y suspendió el servicio de agua potable en la ciudad.
Me pregunté: «¿Será verdad que se ha logrado revertir esa contaminación?».
Mamá me miró y, sobreponiéndose al miedo y la preocupación, me dijo:
—Toby, tenemos que cuidar el agua. Sobre todo debemos hervirla antes de tomar.
CONTINUARÁ…