
Por: John Cuellar
(del libro inédito «Eslabones de la Memoria»)
ESLABÓN II
DIARIO
lunes, 28 de diciembre
La noche ha sido sudor y sombra:
tengo la sesera llena de fermento
y humo,
mientras reestreno mi aventura
entre luces de colores
y siluetas escénicas.
Ahora que pienso,
apenas he logrado un peldaño:
un toque de caderas
que martillea mi sesera.
Entre torbellinos de siluetas
y ruidos estridentes,
llegué a ella,
al umbral de su cuerpo,
a su epidermis
que sabe a jazmín.
Tanto tiempo ideando historias de cuentos de hadas
donde un caballero,
sin tiempo y sin distancia,
llega hasta su princesa y le entrega el corazón.
Soy un témpano a punto de ceder
y ella la calidez
de mis más profundos sueños.
martes, 29 de diciembre
Hoy apenas entrecruzamos
miradas,
en la plaza de los cinco jirones.
Mis pasos iban a mil por hora,
con los sentidos sueltos.
De pronto, ella se encarnó,
me ofreció sus ojos y huyó
por una de las galerías del mundo.
miércoles, 30 de diciembre
Hoy aguardé en mi habitación.
Mamá se ha asomado buscando no sé qué
y me ha lanzado su mirada
al descubrir que mis extraviados ojos
pincelaban una mujer
cuya sombra aún no tenía nombre.
Y me ha dejado como la primera vez:
indefenso, balbuceante…
Es mi madre,
conoce mi ser y no ser;
sabe al dedillo los engranajes de este reloj sufriente
que anda de Romeo en cada estación del día.
jueves, 31 de diciembre
Me sumerjo
en los 80:
sin pretenderlo
inicié un viaje a la nostalgia.
Ahora mis oídos
acorralan a mi cerebro
y obligan a mis manos a detenerse en las notas tristes;
y, si algún sonido festivo irrumpe,
ellos se desangran
hasta dar con la sinfonía triste.
Sonia es el primer respiro,
la primera llamada del comedor,
el primer saludo,
el primer sorbo del desayuno.
viernes, 1 de enero
Sally me ha dado las buenas nuevas
por el inalámbrico:
ella es la confidente de Sonia.
La suerte me sonríe.
“¿Y si vamos a bailar?”, me dice,
con un tono cómplice.
Acepto sin más
y empieza la eterna espera.
¿Cómo sobrevivir a sus eclipses,
a sus distancias,
a la indiferencia del azar inverosímil?
La llamada ha estigmatizado
mi corazón.
sábado, 2 de enero
Anoche mi tormento ha llegado al clímax,
tras mis atrevidos versos:
Tú eres la célula
de mi pensamiento,
la razón de mi sinrazón,
la brújula de mi navío solitario.
Sonia me ha tomado de las manos
y ha jugueteado con mis dedos;
me he rendido a sus pies
y le he ofrecido mi corazón.
sábado, 2 de enero (segunda parte)
Sally me ha llamado setenta veces.
Mi abulia repentina distanció
el inalámbrico.
Sonia es la montaña inalcanzable,
pero es mi tormento puro.
domingo, 3 de enero
Hoy he sentido la asfixia de mi torpe decisión:
infinitas dudas en mi cabeza.
He timbrado a Sally,
pero me ha devuelto el pago
y he quedado en vilo.
¿Cómo descifrar el universo de Sonia
y anular este tañido incesante?
lunes, 4 de enero
Después de tanta espera,
Sally me ha dado el número de la vida.
Sonia, un millón de veces Sonia.
No sé qué argumentar:
soy una pequeñez ante su presencia
que lo abarca todo.
Sonia, un millón de veces Sonia.
Cual actor en ciernes,
digito su número y llamo;
mi nerviosismo se vuelve incontrolable,
oigo su “¿Aló?” y cuelgo.
Mi piel se eriza
y mi lucidez se anula.
martes, 5 de enero
Anoche me he lanzado al barranco:
tengo las esperanzas vencidas y, sin embargo,
la siento hormigueando en mi ser
con sus pasos minúsculos.
Esta tortura aniquila mis excusas
y alimenta mi martirio.
A este punto,
mi cerebro conspira
y obliga a mi mano a coger el móvil y pulsar las teclas.
Apenas mis oídos la dibujan,
mis labios le sueltan un “Me gustas”
y mis manos cuelgan
sin haber mencionado mi nombre.
Poemas dedicados a mi bella esposa.