Networking: la inversión silenciosa que te hará exitoso

Por: Joyce Meyzán Caldas*

 

Cada vez que converso con mis estudiantes, confirmo lo mismo: la universidad dejó de ser solo un espacio para adquirir conocimientos. Antes, la meta parecía lineal y clara: asistir a clases, aprobar, sacar buenas notas y obtener un título que, automáticamente, nos abriría puertas laborales. Pero ese panorama ha evolucionado, se ha enriquecido y transformado profundamente. Sí, el conocimiento sigue siendo fundamental, eso no lo negamos, pero hay un factor determinante que ha emergido con una fuerza arrolladora, algo que a simple vista parece invisible, pero que tiene el poder de redefinir por completo la experiencia universitaria y el futuro profesional de cualquiera: el networking.

El término “networking” a veces suena moderno, tal vez innecesario, sobre todo para quienes viven la universidad con una visión más tradicional. Pero es crucial entenderlo bien: el networking no es una moda pasajera ni tampoco una forma de conseguir puestos «por vara» o favoritismo. Se trata, más bien, de la construcción consciente y estratégica de relaciones humanas y profesionales. Con el tiempo, estas relaciones se transforman en una red de apoyo mutuo, aprendizaje compartido y oportunidades que suelen aparecer justo cuando menos las esperas. Si antes veíamos esta práctica como un accesorio o un «extra», hoy debemos reconocerla como una necesidad indispensable para cualquier estudiante que quiera destacar en un mundo cada vez más competitivo.

Cuando yo estudiaba, rara vez se mencionaba. Todo el foco estaba puesto en el rendimiento académico. Pero el mundo es otro. Vivimos en una época de interconexión permanente, de competencia global y de comunicación ultrarrápida. En este entorno, nadie avanza de forma aislada, ni basta solo con los méritos académicos. Aquellos que saben construir lazos sólidos, que aprenden a escuchar, compartir conocimientos y colaborar, tienen una ventaja estratégica esencial para insertarse y crecer en el mercado laboral.

La universidad es, sin duda, el terreno ideal para empezar a tejer ese entramado. Allí convergen personas con historias, talentos y perspectivas completamente diferentes, que el día de mañana pueden convertirse en colegas, socios, mentores o amigos para toda la vida. Cada compañero de carpeta, cada docente, cada invitado a una conferencia representa una oportunidad para generar un contacto que puede crecer y fortalecerse. Lo mejor de todo es que el networking universitario no exige grandes hazañas ni habilidades sociales extraordinarias. Basta con atreverse a conversar brevemente después de una charla, hacer esa pregunta en clase, sumarte a proyectos estudiantiles, participar en asociaciones o colaborar en medios universitarios. Son estas pequeñas acciones las que terminan abriendo puertas inesperadas.

Además, la red ya no se limita al campus físico. Hoy, también la construimos en entornos digitales. Plataformas profesionales como LinkedIn son herramientas esenciales para mostrar tu perfil, seguir a referentes y compartir logros. Pero incluso redes sociales como Instagram, TikTok o X pueden ser espacios valiosos cuando se usan con autenticidad, prudencia y un propósito claro. Recuerda: no se trata de coleccionar contactos o seguidores, sino de cultivar conversaciones significativas y proyectar una imagen coherente con lo que eres y lo que aspiras a ser.

Es normal que estudiantes y padres se pregunten si esto implica una carga extra en una agenda ya saturada por exámenes y tareas. Mi respuesta es clara: no es una obligación más, sino una inversión que complementa, y de hecho impulsa, tu formación académica. El networking te obliga a desarrollar habilidades blandas críticas para cualquier disciplina: empatía, comunicación efectiva, adaptabilidad y colaboración. Estudios recientes demuestran que estas competencias tienen un impacto decisivo en la empleabilidad y el liderazgo profesional. El networking no compite con los estudios, los potencia.

Como docente, he sido testigo de dos caminos: estudiantes brillantes en lo académico que se quedan aislados, y otros que, sin ser los mejores en notas, supieron aprovechar cada espacio para conectar, aprender y colaborar. Estos últimos, con muchísima frecuencia, avanzan con mayor seguridad y rapidez luego de egresar. Esto confirma que el saber académico es la base, pero la red de contactos es lo que impulsa hacia adelante.

La universidad debe ser vista como un ecosistema dinámico de relaciones, no solo como un paso hacia un diploma. El networking es ese hilo invisible que te conecta con otros y que, si se cultiva con honestidad, respeto y visión a largo plazo, te dejará no solo un título, sino una red sólida que te acompañará en cada etapa. En un contexto regional como el nuestro, donde el acceso a oportunidades laborales puede ser limitado y la competencia es alta, el networking adquiere una dimensión aún más crítica. Finalmente, recuerda que tu red debe basarse en la autenticidad y la reciprocidad. No se trata de «usar» a las personas, sino de generar vínculos genuinos donde todas las partes puedan aportar y crecer. Solo así la universidad se vuelve una verdadera comunidad de aprendizaje y apoyo mutuo, donde el valor invisible del networking se convierte en tu activo profesional más imprescindible.

 

*Comunicadora, docente universitaria y periodista digital.

@joycemeyzn

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