La traición de Luchín

Por: Fortunato Rodríguez y Masgo

 

La tarde se estremece de tristeza, luego de tener un día soleado, ha trepado la quebrada por chaquinana (camino coroto), y ya está en la cumbre del jirca (cerro) desatando su q’ipi (atado), para sacar su cama y tender sobre ella, es ahí donde duerme sobre pellejo de carnero y como cubre cama su bayeta de lana de oveja, hasta el día siguiente, muy cerca a las estrellas y a la madre luna, su aposento esta en medio de la Pachamama.

Mientras, la hidalga ciudad de Huánuco se envuelve del aroma inconfundible del café de huerta y el pan horneado a leña en el patio de la casa, señal de la hora del lonche huanuqueño, la mesa esta servida, sobre ella tendida un mantel blanco bordado a mano de flores silvestres, sobre sale el queso de Baños o los chicharrones frito en cocina de leña, acompañado como guarnición el mote y su salsa criolla de cebolla y ají rocoto con hierba buena.

Voy en camino para un reencuentro con mi viejo amigo “Luchín”, amigo de mi niñez y vecino de mi barrio legendario de Huánuco; como si fuera ayer, recuerdo de haberle acompañado aquella noche de diciembre de los años 80 a su fiesta de promoción en el Club Central, amenizado por lo Sonora Zapata del maestro Abilio Magro. Luchín sumamente feliz, luego de haber concluido sus estudios de Contabilidad en la Universidad “UNHEVAL”, eso ocurrió hace cuarenta años atrás. Momentos inolvidables, bailamos hasta no poder, salimos a las nueve de la mañana del día siguiente, era domingo parrandero para proseguir con la juerga.

Ya en casa de Luchín, la tarde traspasa el viejo zaguán, pronto ingresará la bella noche, será un reencuentro de recuerdos. Así fue, desde el primer momento, pregunté por su adorada madrecita y me respondió ¡murió muchos atrás!, cuando estuve tras las rejas de la cárcel; prácticamente, no pudo soportar verme preso, mucho lloraba por mí; eso no puedo olvidar jamás. Para mi ese episodio de mi vida fue trágico.

Prosigue “Luchín”, aquel día jueves de agosto, me tocaba mi audiencia con el señor juez Sancochado con cariño, luego de tomar mi desayuno, inmediatamente me hicieron formar en columna de tres, éramos como veinte presos, enseguida me pusieron los grilletes de las “marrocas” en los manos colocados debajo de la espalda por la cintura. No me alcanzo tiempo para persignarme y encomendarme en mi santa madrecita. De pronto ya estaba en la calle del jirón Constitución cuadra 6, en la puerta de ingreso al penal, miraba mi barrio que estaba cerca a ella. Los “repuchos” de la Guardia Republicana bien armados nos vigilaban alrededor nuestro. Así caminamos, hasta llegar a la esquina del jirón Dos de mayo, todo ese tramo con dirección hacia la plaza de armas donde estaba el Poder Judicial, sentía las miradas indiscretas de las personas, quienes disparaban tufos de murmuración y lastima hacia nosotros.

Me parecía largo el trecho y lento caminar, deseaba que me traje la tierra y desaparecer en aquel momento de mi desgracia. Saque fuerza y pudo caminar, cruce un instante la puerta del Cine Central hasta donde llegaba conjuntamente con mi amada a ver películas de acción y románticas. También logre mirar la Catedral. Sentía estar en una manada de ganado amarrado, alrededor nuestros los ganaderos tirando ráfagas de látigo. Que humillación era. Bueno llegue al juzgado, espere algunos minutos, luego ya paradito delante del Juez, quien en menos de 10 minutos ordeno mi prisión por 8 años por trafico de drogas. Retorne nuevamente por la misma ruta, en las mismas condiciones. Ya dentro de la cárcel, pude llorar mi desgracia. Todo lo perdí en un instante, se me vino el mundo.

Todo comenzó aquel día, que me contrataron para ser auxiliar de contabilidad de una cadena de grifos, localizados en la carretera marginal de la selva. El sueldo era considerado, me daban cuarto, comida y propinas cuando alcanzaban buenas ventas. Así estuve como dos años, logré comprar mi casita. El dueño de los grifos cada tiempo me ordenaba cambiar dólares por moneda nacional. Venía a Huánuco trayendo los dólares y regresaba con costalillos de dinero. La operación del cambio de moneda los hacia con personas, quienes ganaban algunos puntos de diferencia. Sumado eran miles de dólares.

Así transcurrió los meses, hasta que llegaron al grifo un grupo de policías de investigación, detuvieron a todos incluyendo al dueño. Luego nos llevaron a Tingo María, ahí estuve detenido, me incriminaban ser parte de una organización de traficantes de droga. Habían incautado un camión volvo, en una caleta transportaba 150 kilos de droga bruta, el vehículo era del dueño del grifo, quien decía que no sabia nada. Al final, quedamos el chofer del camión, yo como supuesto financista de la organización y el cuidador de la chacra del dueño donde estaba la poza de maceración de la droga, los demás quedaron libres. Posterior, nos llevaron a la cárcel de Tingo María, luego fuimos trasladados a Huánuco donde me sentenciaron. Yo caí como mansa paloma del dueño del grifo, les decía a los policías, al fiscal y al juez que yo era inocente, que solo trabajaba como auxiliar de contabilidad del grifo, pero en vano fue mi suplica, lloraba de impotencia, pagaba una condena que nunca he realizado. Mi carrera profesional era manchada como narcotraficante. Estando preso aprendí carpintería, hacia mis “cachuelos” hasta que Sali libre a los años, regresé a casa, pero ya no estaba mi mamita, quien murió de pena.

Ahora vivo con mi tía, hermana de mi mamá ella es soltera, quien tiene más de 80 años, esta enfermita, pero ahí lo atiendo con su comida, su ropa y lo llevo al médico, ella era la única que me visitaba cuando estuve preso en la cárcel, mis hermanos desaparecieron de mi lado cuando lo contaron que me vieron detenido caminando por las calles de Huánuco “amarrado” como carnero, tras de mi los “repuchos”, sentían vergüenza lo que me sucedió. Comprendí su alejamiento, lo que no me gusto que me quitaron mi auto, un terreno que compre y puse a nombre de ellos, luego me negaron, nunca quisieron devolverme, sentí la traición de mi propia familia, de mis propios hermanos. Al final la vida continua, ahora estoy aquí de carpintero, tengo mi mujer y tres hijos para mi alegría.

Ah, también me acompaña “pantera” es un gatito ya viejito, este ciego por los años, el le acompaño a mi mamita cuando estaba viva; al igual, de “Goliat” es un perro, fue criado por mi mama también, ahora ya esta un poco delicado; pero lo tengo con mucho cuidado. Feliz lo que me dejo mi madrecita a estas criaturitas, que son mis compañías, al igual de mi tía. Para ellos trabajo, como para mi familia, no me faltan algunas obritas, me alcanza lo suficiente. Esta casita, le compre con mi trabajo de carpintero. Aquí vivimos todos felices, es amplio más de 400 metros cuadrados, en la parte posterior esta mi taller, aunque esta un poco alejado de Huánuco, pero ahí estamos, con la bendición de Dios. Nunca me rendí, menos retrocedí, siempre caminé pensando en mi madre quien me daba fuerza para seguir adelante.

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