
Por: Jorge Chávez Hurtado
Fue mi hermana menor, Abelina, quien me habló por primera vez de ella: “Invítala a tus programas de radio, te vas a sorprender”, me dijo con esa certeza que solo nace del amor por lo auténtico. Y obedecí. Y entonces apareció Rebeca, con su voz clara como el agua del Pichgacocha en calma, con una presencia que no pedía permiso porque era imposible ignorarla. Cantaba. Y no era solo melodía, era verdad. Era raíz. Era Huánuco hecho canción. Desde ese primer encuentro en la cabina, supe que estaba frente a un talento desbordante, pero más aún, frente a un alma luminosa. Así comenzó esta historia, tejida entre micrófonos y escenarios, pero sostenida por la ternura de una amistad que fue creciendo, calladamente, hasta volverse inquebrantable.
Era imposible no emocionarse al escucharla cantar, no solo por la pureza de su voz, sino porque su canto parecía tomar vida, como si los mismos cerros de Huánuco, los ríos y los sauces, se expresaran a través de ella. Cada acorde que salía de sus cuerdas vocales era una herida abierta de amor por su tierra, por su gente, por sus raíces.
Con el tiempo, compartimos mucho más que programas de radio, compartimos la vida. Estuvimos juntos en jornadas artísticas que celebraban la música huanuqueña y criolla, en la serenata al aniversario de Huánuco, en el Día de la Canción Huanuqueña, y en tantas otras ocasiones que nos permitieron compartir nuestra pasión por el arte y la cultura. Pero más allá de lo artístico, compartimos momentos de esos que marcan un antes y un después, momentos que te cambian para siempre. Fuimos compañeros de despedidas dolorosas, cuando tuvimos que decir adiós a nuestros seres queridos que partieron a la eternidad. En esos días oscuros, cuando las lágrimas no dejaban de caer, Rebeca fue un faro, una luz que nunca se apagaba. Fue su hombro el que siempre estuvo disponible, su voz la que nos reconfortaba cuando el dolor se hacía insoportable.
Rebeca es una mujer profundamente religiosa, y su fe no es solo un aspecto de su vida, sino su ancla, su sostén. Es una ferviente católica cuya devoción no solo la guía, sino que también la impulsa a servir. En la parroquia San Pedro, siempre que se la necesita, allí está ella, dispuesta a dar más de lo que tiene, siempre con una sonrisa, siempre con ese corazón generoso que la define. Su arte, su música, no buscan aplausos ni fama; son una forma de amar, de dar, de sanar, de llevar luz a quienes más lo necesitan.
Cada vez que Rebeca sube al escenario, algo en el aire cambia. En cada acorde, en cada interpretación, Huánuco vive. Y no es solo un homenaje a su tierra, es una entrega total, un acto de amor absoluto. Su participación en la grabación del disco VOCES DE LA NUEVA GENERACIÓN, donde interpreta temas tan emblemáticos como Pillco Mozo, Huánuco Viejo y Te Recuerdo, no solo es una muestra de su talento, sino también de su compromiso de mantener vivas las melodías que hablan de nuestra historia. Y cuando canta los temas de Eliseo Talancha Crespo, como Pasando por Calicanto y Dime que sí, no está solo interpretando una canción, está reviviendo una parte esencial de la identidad huanuqueña, una tradición que ella guarda y transmite con devoción.
Nacida el 3 de mayo de 1977, en la ciudad de Huánuco, Rebeca es hija de Glicerio Fernández Gamarra y Regina Palacios Hermosilla. Como la mayor de seis hermanos, creció con la música como compañera constante. En su infancia, su madre le ponía música popular para calmar su llanto, y desde entonces, la música fue su refugio, su medio de expresión, su vida. A los cinco años ya comenzaba a cantar en su escuela, y a los catorce años su voz comenzó a sonar en programas televisivos y radiales, destacándose en festivales y concursos. Desde el primer momento, su talento se hizo evidente, y con cada paso en su carrera, su voz se fue haciendo más fuerte, más definida, hasta llegar a ser una de las más queridas y respetadas de Huánuco.
Rebeca es también una madre devota, su hijo José Gabriel es su mayor tesoro, su fuente de inspiración. “Doy gracias a Dios porque me puso personas buenas en mi vida, gente linda que siempre me ayudó a superarme en todas las circunstancias. Gracias amigos por darme la oportunidad de cantar a mi tierra”, dice, con humildad.
Desde aquellos primeros programas de radio, hasta sus actuales presentaciones, Rebeca ha sido siempre una presencia cálida y constante en la vida cultural de Huánuco. Su apoyo a los jóvenes talentos, su aliento para los niños de los coros escolares, su generosidad, hacen de ella no solo una cantante, sino una verdadera embajadora de la música huanuqueña, un alma que no conoce fronteras.