Por: Jorge Chávez Hurtado
En los pliegues del tiempo, donde la historia se entreteje con la pasión y la melancolía, reposan las raíces musicales que hacen vibrar el alma cultural de Huánuco. Nicolás Viscaya Malpartida, en su obra «Huánuco de Ayer», descorre el velo del pasado para poner bajo la luz los fundamentos del Chimayche, ese lamento musical que resuena con los suspiros de los enamorados y las añoranzas de una tierra amada.
El Chimayche, no solo es una melodía, sino un hilo de nostalgia tejido en versos que relatan las angustias y los desencantos del corazón humano, encuentra su lugar de honor en la tradición musical de Huánuco. A través de las bandas de música, el Chimayche se deslizaba como un susurro melódico durante las festividades, llevando consigo los secretos de los corazones enamorados y las emociones entrelazadas con la tierra amada.
Se asegura que la etimología del término «chimayche» se pierde en la bruma del tiempo, dejando a los investigadores y tratadistas conjeturas y anhelos de descubrimiento. Daniel Alomía Robles, en sus partituras, plasma «Chimaycha», añadiendo capas de misterio a este inestimable legado musical que trasciende fronteras y generaciones.
Huánuco, tierra de contrastes y riquezas culturales, ve germinar en su suelo no solo el Chimayche, sino también la Muliza, esa expresión musical que se entrelaza con la identidad y el sentir huanuqueño. Daniel Alomía Robles, hijo prodigio de esta tierra fértil en talento, regresa en 1936 imbuido de amor y nostalgia, dando a luz su obra maestra «Huanuqueño Soy».
En cada acorde, en cada estrofa, Alomía Robles canta el alma de Huánuco, sus alegrías y sus dolores, sus sueños y sus anhelos. El Centro Cultural Deportivo Tarapacá se erige como el templo donde esta obra cobra vida, donde los mejores intérpretes se congregaban para rendir homenaje a la tierra que inspira sus pasiones.
Así, entre notas y versos, entre el pasado y el presente, Huánuco sigue siendo el epicentro de un legado musical que trasciende el tiempo y abraza el corazón de quienes, como Alomía Robles, proclaman con orgullo: «Huanuqueño soy».
La letra de esta hermosa canción revela un profundo sentido de identidad y arraigo hacia su tierra natal, Huánuco. En los primeros versos, Alomía Robles proclama con firmeza su pertenencia a Huánuco: «Huanuqueño soy, Huanuqueña es mi alma, Huanuqueño es mi pensamiento, Huanuqueño es mi amor». Estas palabras van más allá de una mera declaración de origen; son un testimonio de la profunda conexión que siente el artista hacia su tierra, donde cada fibra de su ser está impregnada con la esencia misma de Huánuco.
El verso «Un carnaval es mi vida» nos sumerge en la metáfora del carnaval como símbolo de la existencia humana, marcada por alegrías y dolores, por sueños que a veces se tornan tormentosos y que dejan huellas imborrables en el alma.
En el fragmento final de la letra, Alomía Robles personifica al carnaval como un ente que llega y parte, llevándose consigo los ecos de risas compartidas, pero dejando atrás los recuerdos de aquellos que ya no están. En definitiva, la canción «Huanuqueño Soy» y su «chimaycha» no solo son expresiones melódicas, sino también testimonios vivos de la conexión íntima entre el individuo y su entorno, entre el músico y su tierra, entre la vida y sus vivencias. Es un canto a la identidad, al amor por la patria chica, al legado cultural que perdura en las notas y en las palabras de aquellos que llevan a Huánuco en el corazón.
Huanuqueño soy,
Huanuqueña es mi alma,
Huanuqueño es mi pensamiento,
Huanuqueño es mi amor.
Un carnaval es mi vida
De alegrías y dolores,
De ensueños torturadores
Que quedan en el alma herida.
Fuga
Carnaval que ya te vas:
Cuantos contigo rieron,
Cuando vuelvas sólo hallarás
El recuerdo de los que fueron.