Juguemos en el bosque

(Mankallutas wayllinos en arenga continua)

 Por: Víctor Raúl Osorio Alania*

SEGUNDO DÍA

Dies Solis propicia Día del Sol, / domingo respeta a este girasol.

Prefacio cumple domingo / con atareado mingo. Ronquidos diurnos llevaron a chicos y grandes del sueño al agua. Ahí estaba la familia Nieves-Pascuum, disfrutando las aguas termales de Yanaututu, tan curativas como Goshpi y Calera. Estuvieron sumergidos treinta y cinco minutos. Al salir, cada miembro fue cubierto con una manta y procedieron a vestirse rápidamente, abrigándose además con gorra, chalina y guantes.

¿Quiénes van a tomar jugo de maca?, preguntó doña Petronila, la vaquera y cabrera. Aceptaron la invitación don Pedro y su esposa Honoria.

Tía Petronila, ¿a nosotros podrías invitarnos leche vacuna y cabría? La ganadera atendió a los niños, retirándose hacia la choza recomendó: Aprovechen pescar en Japurín, mi hija mayor, Julia, y el orangután pedregoso, los van ayudar. ¿Se animan o no?

¡¡¡Sí!!!, dijeron al unísono y corrieron muy ávidos hacia las orillas de Japurín. Al cabo de tres horas habían pescado una docena de truchas, suficiente para alimentar a los anfitriones e invitados.

Por la tarde, ayudaron a recoger la champa [terrón de tierra con pasto duro] que habían cortado –en días anteriores– el pastor y sus hijos. Formaron tres trojes. Todos, bajo dicha sombra vertical, conversaron sobre la herranza de animales en carnaval. Don Procopio hizo el exordio:

Mi amigo, “El Puchkador de la Nieve”, lo llama “Cinco días al son de la tinya”, pues empieza el sábado de carnaval y concluye el miércoles de ceniza (inicio de la Cuaresma).

Julia y Mario en un santiamén fueron y volvieron con sus cuadernos y declamaron cuartetas:

He almacenado mi harina / y jugaré en carnaval, / he comprado serpentina / para ti dulce chaval.

He dispuesto picapica / bautizado en suave talco, / prepárense Flor y Allica, / porque nunca tendrán calco.

Una cosa jala a la otra. ¡Tranquilos! Hay versos para sumar y multiplicar. Procopio y Petronila intervinieron con las rimas pareadas:

Mi presencia es una brizna, / perdura como la tizna, / ojalá andemos cien años / que no sabe de tamaños. / ayúdame agüita mansa / para mojar cara y panza, / mis retoños y mi esposo / piden agua en su reposo.

TERCER Y CUARTO DÍA

Dies Lunae es a Día de la Luna, / noctívago lunes cuida esta puna.

Dies Martis igual a Día de Marte, / martes valora galas para amarte.

Abran paso a don Antúnez / en acto fluido de lunes, / investiga el franco martes / para lograr buenas artes.

Procopio, Petronila, sus dos hijos (Mario y Julia) se abrazaron con los Nieves-Pascuum. Despedida con sabor alegre, por la amistad sembrada en pocas horas. El orangután, muy diplomático y puntual, cumplidor de promesas, extendiendo el dedo índice orientó a nuestros personajes hasta la zona de Siete Llaves, centro magnético, incógnito y maravilloso.

Las piedras, en Siete Llaves, encierran los callejones de ingreso. Los cerros aledaños pasan a segundo plano (el promontorio de Racco, la cumbre de Villa de Pasco…). Atentos, atentos, el número siete manifiesta poder ultraterreno, el guarismo divino por excelencia.

La sonrisa del cielo se transformó en llanto. Posterior a la lluvia vino la nevada y con ella la preocupación por salir. Fácil el ingreso, fatigosa la salida.

Tomémonos de las manos. Honoria adelante, siguen Danilo, Patricia, yo iré al final, propuso don Pedro… Pestañas, cejas y el alma parpadearon.

¿Un ovni supergrande? Doña Honoria quedó aturdida. No sabía si avanzar o retroceder. Mantenerse callada o comentar a sus acompañantes. Giró, con su mano izquierda sujetaba a Danilo y con la derecha tomó la mano de su esposo. Quedaron en circunferencia de cuatro, compartieron la noticia y planificaron como huir del ovni.

¡Los andábamos buscando, a Siete Llaves hay que venir con un guía!, palabras de don Alcibiades. Ordenando luego a los tripulantes del ovni: ¡Bajen amigos, hora de laborar!

¿Hora de laborar? ¿Amigos? ¿Cuál trabajo? ¿Quién dijo que íbamos a laborar? Preguntas instantáneas de Pedro, Honoria, Patricia y Danilo.

Cual arca nada asfixiante, del ovni bajaron extraterrestres (emitían sonidos guturales o códigos cibernéticos), astronauta (luego del alunizaje practicaba el aterrizaje), pastora (honda en mano guapeaba a su rebaño), mejicano (guitarrón en mano ya adelantaba la serenata), monolito, vigilante, romano, pensador, el emperador chino reiteró la invitación: les encantalá, no tengan miedo; aspergiendo agua bendita y coreando salmodias bajaron monjas y frailes, seguidos por el cocodrilo, caracol, camello, pingüino y la cobra (la única serpiente que pica gratis).

Vía riachuelos y ríos llegaron el hongo, sapo, caballito de mar, el pez de agua dulce, lobo marino. Al tiempo que, valiéndose de sus medios, volando hicieron presencia: tucán, murciélago y cóndor. Por tierra, siempre por tierra, la tortuga, parca y orgullosa, vino parlando con airosa alpaca, el perrito, oso y elefante. Del subsuelo emergió el muqui (patriarca de las minas) y la illa de llama lo hizo desde los corrales. La illa protege a sembríos y ganados.

Todo el ejército de voluntarios, ¿qué tarea cumplirán? Por la ropa que visten y las herramientas que llevan, podría intuir que se trata de una faena comunal, razonando así, Pedro consolaba a su parentela.

Don Alcibiades, como buen piloto y mecánico experto, estaba dando mantenimiento al ovni. Ocasión aprovechada por la tortuga, que se había trepado sobre el duro elefante, para decir con claridad y pertinencia:

Por ser la figura más añeja me confiaron anunciarles que, los habitantes del bosque y la familia Nieves-Pascuum procederemos a sembrar agua para cumplir el sueño dorado de los mankallutas wayllinos. Conformado los equipos de trabajo, unos abrían surcos, otros depositaban abono (taquia, excremento de llama, guanaco, vicuña, alpaca), los terceros colocaban plantones de quinuales; el cielo regaba con aguanieve delicada.

La señorita alpaca, elegante y refinada según su estilo, susurró a los humanos cerrar los ojos en cuanto brille una luz en el firmamento… Entonces, aquel cielo brilló con el rayo (su luz dibujó la doble uve “W” de Wayillayki); la voz del trueno repercutió en los cuatro vientos; y, el relámpago penetró en todas las plantaciones. Rápido, a la velocidad de la luz, las raíces dieron troncos, de estos brotaron tallos y hojas.

Los Nieves-Pascuum, al abrir los ojos, quedaron perplejos y contentos, porque la zona estaba cubierta de hermosos quinuales. El verde ecológico realzaba el color del ichu. ¡Regocijo total en el Patrimonio de la Humanidad!

*“El Puchkador de la Nieve”

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