HUÁNUCO DEL AYER: Rupico Illathupa y el árbol del amor

 

Por Fortunato Rodríguez y Masgo

 

 

Ruperto Illathupa, mozo del valle de los Chupachos, bajo a la ciudad de los mishtis, donde estudió la primaria en el colegio de los curas y continuó la secundaria en el Leoncio Prado de mi Huánuco querido, era un joven culto, de buenos modales, refinado y extrovertido, para algunos era un shucuy y para sus amigos “Rupico”, hijo de don Maxshi Illathupa Masgo, terrateniente de extensiones de cultivo y ganadero desde sus ancestros.

En su juventud, siempre lucia estar bien vestido, en horas de la tarde solía descansar en una de las bancas de la plazuela de Santo Domingo; pero en sí, se moría ver caminar a Carmencita, con cariño Camucha, hija menor de don Shapaco, conocido como don Shapa, quien estudiaba en el colegio de monjas, al caer la tarde transitaba en medio de la plazuela de regreso a casa ubicado en el barrio de la bella Izcuchaca, era una esbelta señorita de tez blanca alta, con el cabello encrespado que brillaba cual reflejo del sol al caminar, intelectual y culta al hablar, añoraba ser médico como su tío Betito.

Mientras Rupico cada tarde hacia uso de un “kilo” de brillantina para hacer relucir su cabello y se perfumaba para ir “imaginariamente” al encuentro con su amada, inicialmente se acercó con el pretexto de preguntar la hora, aunque portaba un clásico reloj longines enchapado de oro, regalo de su padre, luego hizo entrega de pequeñas “cartas” donde se declaraba fervientemente admirador de Camucha, así transcurrieron los días, hasta que se animó a invitar salir un domingo a caminar por la plaza de armas y tomar un lonchecito, donde pasaron momentos agradables, como amor a primera vista ambos se impactaron casi se enamoraron al instante, momento propicio para declarar su amor.

Posteriormente vivieron días de intenso amor, ambos se buscaban y se extrañaban, comenzó las murmuraciones, corrió como reguera de pólvora ¿cómo la hija de don Shapa, un mishti adinerado de la ciudad va a permitir que su menor hija tenga relación sentimental con Rupico?, un desconocido que recién bajo de las alturas, ¡no puede ser!, esto ya es ¡el fin del mundo! exclamaban las cucufatas solteronas, es un castigo para la familia de don Shapaco, en fin era el tema de conversación de la ciudad de Los Caballeros de León de Huánuco.

Don Shapa con tanta presión de la familia y de los amigos, decidió prohibir la relación entre Rupico y su bella hija Camucha, pero los enamorados seguían con su romance a escondidas, en especial debajo de las ramas de dos frondosos árboles ficus de la Plazuela de Santo Domingo, que se convirtió como el “altar” de su afecto, donde re juraban amor eterno al caer el sol cada tarde.

Esto no le agrado a don Shapa, quien ordenó despiadadamente que su Camucha viaje inmediatamente a Lima a continuar estudios, pero internado en un convento de monjas, por desobedecer la orden de su papá. Así fue, de la noche a la mañana Rupico se quedó solo en medio de la tristeza y el llanto, quien cada tarde se sentaba debajo de los dos árboles ficus para sentir la fragancia y el espíritu de su amada, como un loco conversaba con los árboles testigo de su inmenso amor, a quien contaba su dolor, durante largas tardes, que se convirtió en semanas, meses.

Pero llegó aquel diciembre, que culminó sus estudios de secundaria, Rupico enrumbo casi de inmediato a la Capital de la República en busca de su amada, tocaba casi todas las puertas de los conventos, pero no hallaba a su Camucha, a los meses llego a saber que su amor contrajo matrimonio, ¡no puedo creer! exclamó, en la desesperación pregunto ¿con quién?, le dijeron con ¡Cristo!, eso es falso, ¿cómo Jesucristo se va a casar?, respondió el mozo Illathupa, Camucha se convirtió en monja de clausura, en respuesta a la decisión de don Shapa, quien vivió el resto de su vida remordido por su conciencia de haber obligado a su adorada hija a separarse de su gran amor.

Rupico, rebelde por naturaleza, cuál sangre india corre por sus venas, no quiso defraudar a sus padres, menos a su amada Camucha, a quienes prometió ser Abogado. Así fue, ingreso a la Facultad de Derecho de la Universidad de San Marcos a proseguir estudios universitarios, a los años culminó alcanzando altas calificaciones, posteriormente se fue a especializar a Europa, donde formó familia y radicó por siempre, luego fue considerado como un jurisconsulto internacional.

Mientras por mandato divino quizás, en una noche de tormenta, de furiosos rayos, relámpagos y truenos, aquellos dos frondosos árboles ficus decidieron unirse por siempre, atado por una misma rama, simbolizando el amor eterno de Rupico y Camucha, luego de cada luna llena sus hojas despiertan verdor y fragancia, como estuvieran vivos sus espíritus.

Rupico al fallecer dejó expresamente ordenado que su cuerpo sea cremado y sus cenizas esparcido alrededor de los dos árboles ficus en memoria de su gran amor y de forma muy “reservada”; quizás un capricho del destino, hizo que Camucha al momento de morir suplica que sus restos mortales fueron cremados y las cenizas regadas entre aquellos árboles testigo de su amor imposible, tal propósito fue cumplido de forma discreta.

De esta manera se volvieron encontrarse y unirse eternamente en su añorada plazuela de Santo Domingo de mi Huánuco querido…donde viven eternamente Rupico y Camucha sin importar las murmuraciones y hoy convertido en un solo árbol simbolizando el amor eterno, hasta donde llegan enamorados, novios o recién casados para jurar su amor y recibir sus santas bendiciones… (Ruperto y Carmencita vives en mi corazón por siempre mi eterno pensamiento para ustedes Foroma).

*Periodista, economista y abogado

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