
Por: Fortunato Rodríguez y Masgo
Era junio de la década de los 80s, me encontraba en la heroica ciudad de Huánuco, en plena noche oscura y tenebrosa caminaba, acompañado de un silencio melancólico, ni el sancudo se atreve a sobrevolar, menos los perros a ladrar; así llegue a la casa de Alberto, mi compañero de aula, quien me recibió y me hizo pasar a su acogedora sala. De pronto, se escucha un caminar asolapada que transita por un rincón de la casa. Casi al instante se escucha ¡te estoy mirando! Ya llegaste vago sinvergüenza, andas tras tus hembras, una de estas noches vas a morir por “berraco”, mira como esta tu cuello mordido hasta te han cortado la cara, expreso colérica la matriarca de la casa doña Consuelo, con cariño Conchita, mama de la tierna y adorada Mercedes, para sus amigos Mechita.
Quede sorprendido al escuchar, no podía comprender tal expresiones, buscaba respuesta mentalmente quien era el mujeriego sentenciado a muerte, me intrigaba saber, preguntar no podía, porque era en el terruño de Alberto, mi colega de estudios del Colegio Leoncio Prado en la década de los años setenta, mi promoción conocido en aulas Leonciopradino como “ojitos”, único varón de cuatro hermosas hermanas, quienes residía en la laguna “Viña del Rio” en una inmensa casa y dentro de ella una acogedora huerta de arboles frutales que respiraba la multi fragancia del pacay, níspero, palta, chirimoya y el infaltable cafecito huanuqueño, realmente era un encanto estar en las entrañas de este paradisiaco lugar, disfrutando la quietud del tiempo.
Estuvimos reunidos en la cómoda sala de la residencia de Ojitos, charlando de nuestras experiencias de los años transcurridos sin vernos, doña Conchita amablemente nos sirvió copas de macerado de aguardiente con guayaba, un licor exótico que sola ella sabia preparar, ya lo tenía preparado en jaras de arcilla bien quipichado con manta de lana de carnero, como guaguas recién nacido bien sujetados con soguilla de cabuya; fenomenal, sensacional y nunca probé este “trago”; luego, trajo cancha revuelto con trocitos de chicharrones, otra delicia de la casa, el licor y la canchita estaba a la orden.
Al transcurrir las horas, una añeja vos ronca retumbo la quietud nocturna, de forma desesperaba se presentó don Anchico papá de “Ojitos” manifestando ¡busquen al vago! se llevó tres presas de chicharrón, tras del corría doña Concha, disculpe Conchita, a todo pulmón dijo ¡ese si ya no tiene remedio! ¡carajo hoy le “capo”! a ver si así va estar buscando hembras, el ladronzuelo corría desesperado acompañado de su cómplice, entonces eran dos “pericotes” de chicharrones.
Nuevamente me preguntaba quiénes eran los malhechores, que todos le correteaban, lo odiaban; no podía seguir con esta duda, me consumía, casi de inmediato pregunte a la engreída de casa Mechita, última de las hermanas de Ojitos, le dije: disculpe mi princesa ¿quién es el vago?, de inmediato me respondió, uy es un mataperro, anda sin dueño, es un mostrenco, es un shapenco (diablo), volví a interrogar ¿quién es? Es el Tuco y el otro Tico, aquí nacieron y se criaron desde chiuchis (niños), ahora el primero está “ruco” (viejo) y el otro s casi joven, pero este está aprendiendo las mañas del mayor, anda tras de él, ambos viven con nosotros, pero el “Tuco” es una bala perdida, son hijos de la negra camucha, ya murió.
Regreso doña Conchita y se la llevo a Mechita y yo quede con la duda ¿Quiénes son Tuco y Tico?; mientras, el trago exótico llamo a la pachanga, la reunión estaba estaba sentenciada con la presencia de las cuatro princesas primorosas, hermosas de la familia anfitrión. Es más, llegaron sus vecinos y vecinas entre ellas Chavelita y Roció, de tes blanca, alta cuyas imágenes impactaban, vestidas de mini faldas acorde al momento de la moda, se animó la noche, la música huanuqueña interpretado con un acordeón, dos guitarras y un violín, uy era incomparable, escuchar y bailar nuestros huaynos, mulisas y valses huanuqueñas, temas de nuestros maestros huanuqueños, cantadas con mucho sentimiento, no se permitía otro género, ¡solo lo nuestra!
Mientras bailaba o bebía no podía alejar de mi mente a Tuco y Tico, algo me llamaba a descubrir, me “zampe” (tome) dos copones de trago al hilo y camine dirección a doña Conchita y le propuse tomar “una copita”, ella aceptó y tomo al seco. Momento propicie dije ahora me debe decir quienes son los malhechores del chicharrón, doña un favor, me puede decir quién es Tuco. Claro, es un shapenco, siempre esta buscando a la hembra del vecino, esta enamorado, día y noche corretea como estuviera enfermo del estómago; es peor, que el diablo, no sé a quién ha salido, me hace pasar vergüenza, días pasado, deje tapado la olla del escabeche de gallina de chacra, las presas estaban contado para las 4 chicas, me fui al mercado, cuando regrese mis hijas molestas conmigo, y me dijeron ¡Mamá no te pases! Solo vamos almorzar cebolla, papas y camote y no tenemos carne ¿cómo? Dijo la matriarca ¡Yo deje 4 presas! Cómo va a desaparecer, ¿quién puede haber hecho tal sacrilegio? Se preguntaban, robarse 4 presas de gallina esto es el colmo, comenzaron analizar a la olla, estaba perfectamente tapado, no existía ninguna huella del robo. Total, el hecho ya estaba consumado, pero no existe crimen perfecto, a los minutos vieron a un costado del patio, bien agazapado a Tico, no comía, sino tragaba una sabrosa presa de pecho, al instante dijeron ¡Tuco es el ladrón del escabeche! ¡mamá ven rápido! Los dos se están tragando la carne. Al ver esto, don Anchico nuevamente comenzó a corretear a los malhechores, quienes arrancaron a carrera dejando sus presas tirado en el recinto de patio, corrieron por el tejado de la casa hasta perderse en la inmensa huerta.
Tuco tenía unas manos casi mágicas, destapaba sin dejar rastro alguno las ollas de comida para sacar las presas y llevarse para comer. Por esta razón, estaba completamente prohibido que ingrese a la cocina o deambule por el comedor de la casa; porque, es un desalmado, no respeta a nadie. Ya por los hechos suscitados el pobre Tuco fue sentenciado, que debe irse de casa por siempre o será ejecutado con una presa de gallina envenenado. Con referencia a Tico, como es “tiernito”, puede regenerarse, el culpable es su hermano mayor Tuco, es su profesor de las malas mañas, un par de flageadas con agua helada, va caminar derechito sino ya sabe va correr el destino del mayor, manifestó doña Concha.
Me quede sorprendido de la mala conducta de Tuco, y por último le pregunte ¿Quién era?, la mamita Conchita me respondió ¡pareces opa! O te haces al cojudo, no te das cuenta, es el gato viejo, es el negro, pesa más de ocho kilos, es grandote, es un manganzón. Mientras Tico es el gringo, de ojos azules, recién es tierno, podemos corregir; pero al otro ya no, es un viejo revejido, tiene que irse.
Te cuento otra noche, caminaba con mi marido buscando mis gallinas en la huerta, vimos a Tuco cargado por 4 gatos que se lo llevaban; tras de ellos, caminaban 6 a 8 gatos, todos viejos, me asuste, ambos nos persignamos, nos quedamos paralizados, no sé cómo reacciono Anchico lanzo una pedrada y a jebazos rescatamos a nuestro pobre Tuco, vino tras de nosotros, asustado, todo sumiso estaba.
Al final; quede sorprendido, de la manera de convivir con Tuco y Tico, al asecho que te puede dejar sin almuerzo o cena, es algo para no creer, lo que sucedió en nuestro Huánuco del ayer.