Por Fortunato Rodríguez y Masgo
Cada vez que retorno, cristalizo mi deseo de estar cómodamente sentado en una de las anheladas bancas de nuestra histórica Plaza de Armas de la Ciudad de los Caballero de León de Huánuco; desde donde, me pongo a contemplar los frondosos y añejos árboles, que tienen más de cien años de vida, siempre llenos de verdor, erguidos que adornan el bello y encantador paisaje que cautiva a cual visitante que llega, luego imaginariamente me transporto hacia el escenario de estudiante leonciopradino, y con mucha nostalgia extraigo del baúl de los recuerdos las “ocurrencias” de Andrés, cariñosamente “Anchico”; mi compañero de clases en el Colegio Leoncio Prado, allá por los años 70, cuando cursábamos la secundaria; él tenía en ese entonces una bicicleta de paseo “Raleigh” con ella transitaba por las calles a toda velocidad, casi siempre imaginaba estar en una competencia.
Un buen día, Anchico hace realidad su sueño de competir por primera vez en el circuito de la Laguna “Viña del Río”, casi todos del salón de clases, entusiasmados tras de nuestro corredor “campeón” alentándolo. Llegó el día “D”, se realizó la bendita carrera, una gran multitud se concretó alrededor de la pista de competencia, los ciclistas con mucho coraje pedaleaban y demostraban fuerza, era una fiesta deportiva, al final nuestra “estrella” llego en el penúltimo lugar, era para no creer. Si “Anchico” entreno día y noche, se concentró faltando dos días, bueno nos quedamos conversando y nos preguntábamos ¿por qué quedo en ese puesto? Analizamos y llegamos a la conclusión que él debe seguir adelante y lo que faltaba era experiencia y conocimiento en la carrera de bicicleta.
Así fue, a los días siguientes buscamos la orientación de experimentados en la materia; fuimos tras el viejo Cisneros, el “chato Vergara”, hasta llegamos en el “loco” Piñan, y no pudimos ubicar a Pablito Cajas. Todos, en conclusión, recomendaron más entrenamiento y contar con una buena “maquina” (bicicleta). Quedo claro, entendimos el mensaje.
Una delegación del salón acompañamos a nuestro “campeón” hasta el taller de don Julio Tello; nos recomendaron que era un experto y curtido mecánico de bicicletas. Nos atendió en el Parque Amarilis, frente a la Clínica “San Juan”, era bonachón, con una sonrisa nos invitó pasar a su establecimiento y Anchico de inmediato le conto que está participando en la carrera de bicicletas, pero la “bici” no avanza, lo siente pesado ¿qué pasa? En seguida, don Julio recomendo que se debe bajar de peso a la bicicleta y hacerle un mantenimiento especial con “aceite Singer” y además “ciertas cositas”; Anchico respondió: “don Julio trabaje inmediatamente porque este domingo que viene voy a correr en Puelles por el aniversario de Huánuco, necesito la maquina (bicicleta) veloz y sedita (suave)”.
Al día siguiente, la muchachada de leonciopradinos fuimos a ver al mecánico, quien nos entregó preparado “la maquina”, no tuvo nada de sus accesorios, estuvo “calato”, completamente engrasada la cadena, lo puso frenos de “precisión” para la “bajada” y llantas nuevas con cocadas anchas, para “trepar” con facilidad la subida que era pesada, de tierra y piedras; en fin, ya se había transformado la famosa bicicleta Raleigh, en una de competencia.
Llegó el día esperado, Anchico, estuvo sumamente concentrado, se froto las piernas con “charcot”, hizo sus calentamiento y por ultimo nos ordenó: “Huacho tú con tu bici, corres detrás de mí, con el inflador, las herramientas y el parche si por si acaso se hace hueco la llanta inmediatamente lo parchamos o cambias de cámara, mientras Punshico se para en la capilla de Puelles para darme agua o auxiliarme y Shantaco te colocas en el Malecón para apoyarme en algo”; parecía la estrategia perfecta.
Comenzó la competencia que consistió en dar cinco vueltas completas por el circuito integrado desde capilla de Puelles, la bajada de la Alameda hasta el Malecón y nuevamente se subía por el Jr. Pedro Barroso con dirección a la capilla, así sucesivamente, en un terreno accidentado lleno de baches y piedras.
Anchico salió a toda velocidad, se despunto y logro colocarse entre los tres primeros, compite codo a codo, demostrando su destreza en el manejo y su fuerza física, mientras nosotros nos emocionamos cada vez pasar a nuestro “campeón”, a quien le damos aliento, pero él sereno, firme en el timón y con la mirada al frente, pedaleaba y pedaleaba a todo pulmón, estaba hecho un león.
Ya en la última vuelta, desciendo desde la capilla con rapidez, casi “volando”, no le importó los “baches”, menos las piedras del camino de tierra; su objetivo era ganar, traspaso al primero, él era la liebre, y nosotros felices al saber que Anchico estaba de puntero y sacando la garra del León de Huánuco. En eso que cruza el jirón Huallayco con la Alameda, intempestivamente paso un chupetero con su carretilla, nuestro corredor manipula desesperadamente los “frenos de precisión”, pero no se detiene por la velocidad y se estrelló contra la carretilla; Anchico vuela por los aires, la bici queda totalmente destrozada, el aro retorcido por el impacto, él tirado en el suelo, con el rostro “rastrillado”, los codos y la rodilla ensangrentados; inmediatamente es trasladado al hospital, donde le brindaron la asistencia, mientras Punshico recogía “la bici” en un triciclo de carga. Por su parte el “chupetero” reclamaba por sus chupetes desparramado y exigía que se le pague.
Aproximadamente a los dos meses, se programó otra competencia. Nosotros creíamos que luego de la devastadora experiencia Anchico habría abandonado su amor al ciclismo; todo lo contrario, él regreso con más fuerza y coraje, ya cuajado, con experiencia, se compró una nueva “maquina”, era una bicicleta de carrera de verdad, el viejo Cisneros le vendió y preparo; trajo de Lima todo su uniforme, mostrando su alegría presumidamente exhibía su adquisición, se inscribió anónimamente como “Loco I”. Se dio la partida de la competencia Huánuco-Taruca-Huánuco, Anchico salió como “cuete”, como si hubiera visto al demonio se fue “embalado”, sin mirar atrás, estaba en la delantera, ahora pedaleaba con mayor precisión, tenía una “maquina” con 12 cambios, dos catalinas, súper liviana, dio la vuelta por Taruca como “huracán”, los jueces casi no lo vieron por la polvareda que arrastraba; preguntaron ¿Quién paso?; le respondieron el Loco I, solo atinaron decir “ese muchacho se va a matar, mucha velocidad trae”. Ya pasando el campo de aterrizaje en Huachog, se despunto largamente, por Las Moras casi en solitario ingreso a la Alameda que era la meta final, llegó sin novedad, solo su madre le aguardaba con nerviosismo; al ver a su hijo exploto de emoción y alegría. Anchico regreso y esta vez ganó; demostrando así, que uno puede caer una vez y luego levantarse para continuar tras un propósito, lo que vale es el empeño, el sacrificio y la fe en uno mismo.
*Periodista, economista y abogado