Hoy es el cumpleaños 71 de Orlando Vara: un maestro, un músico, un símbolo

Por: Jorge Chávez Hurtado

 

Bajo el cielo azul y eterno de San Francisco de Cayrán, un niño creció entre los sonidos de la naturaleza y el susurro de una guitarra que, sin saberlo, ya lo llamaba. Aquel niño, de alma traviesa y manos inquietas, era José Orlando Vara Mazzini, nacido el 19 de marzo de 1954 en el distrito de San Francisco de Cayrán, provincia de Huánuco. Sus padres, que en paz descansen, fueron Alejandro Vara Illathopa y Elva Luz Mazzini Morales. Con el tiempo, aquel niño se convertiría en un pilar de la música huanuqueña. Sus travesuras infantiles eran solo un preludio de la pasión arrolladora con la que más tarde abrazaría la música.

La infancia de Orlando transcurrió entre risas, juegos y alguna que otra travesura que todavía retumba en su memoria. «Fuimos niños traviesos, curiosos, incansables…», recuerda con los ojos humedecidos, evocando aquella anécdota en la que, junto a un amigo, idearon un juego inocente que terminó en tragedia para un chancho y una gallina. Aquella diablura de infancia marcó su vida con una lección temprana sobre la responsabilidad, pero también sobre el peso de la pasión desbocada, la misma pasión que, años después, volcaría en su guitarra.

Pero la niñez pronto se difuminó en el tiempo y dio paso a la juventud, esa etapa donde los sueños se tambalean entre lo posible y lo inalcanzable. Orlando realizó sus primeros estudios en la escuelita multigrado del distrito de San Francisco de Cayrán, hoy la Institución Educativa Gabriel Aguilar Narvarte, y luego en la Gran Unidad Escolar Leoncio Prado, promoción 1974. Más adelante, sus pasos lo llevaron a la Universidad Nacional Hermilio Valdizán, donde estudió Contabilidad, y en paralelo, a la Escuela Normal Mixta Marcos Durán Martel, culminando sus estudios en ambas instituciones en 1982. La música, sin embargo, nunca lo dejó. Se perfeccionó en la especialidad de guitarra en el Instituto Superior de Música Daniel Alomía Robles. Y su sed de conocimiento lo llevó a obtener una maestría en Gestión y Planeamiento Educativo en la Unheval y un doctorado en Administración Educativa en la Universidad César Vallejo. Además, realizó una segunda especialidad en Didáctica de la Matemática en la Pontificia Universidad Católica del Perú.

Su vocación por la enseñanza se forjó con el mismo ímpetu con el que rasgaba las cuerdas de su guitarra. Se inició como docente en 1983 en la IE Mirko Valverde Almeida de la Zona Cero, luego se reasignó al Colegio de Aplicación Marcos Durán Martel en 1986, y en 1988 ingresó al IESP Marcos Durán Martel, donde dejó huella hasta el 2024. También compartió su sabiduría en la Unheval, la Universidad de Huánuco, el IESP Esteban Pavletich y el IESP Augusto Salazar Bondy, además de desempeñarse como consultor en la Unheval y la Universidad de Ucayali. Su papel como capacitador docente en diversos programas del Minedu y en el programa “Escuelas Exitosas” de IPAE reafirmó su compromiso con la educación.

A estas alturas de la vida, Orlando siente la satisfacción del deber cumplido, pero también la nostalgia de lo que aún queda por hacer. No solo en el ámbito educativo, sino en su lucha incansable por el fortalecimiento de la identidad cultural regional. Como presidente del Comité Promotor de la Identidad Regional Huanuqueña, ha liderado en los últimos años la celebración del Día de la Canción Huanuqueña cada 30 de noviembre, convirtiendo esta fecha en un símbolo de resistencia y amor por lo nuestro.

Desde los primeros acordes con el trío «Los Yachas» hasta la creación de la Estudiantina Magisterial, Orlando ha sido parte del alma sonora de Huánuco. Integró grupos musicales icónicos como Los Wanders, el Grupo Tahuantinsuyo y Tarpun, llevando la esencia de su tierra a escenarios que vibraron con su talento. En cada presentación dejó un pedazo de su ser, en cada canción grabó una historia, y en cada acorde tejió la memoria de un pueblo que se resiste a olvidar sus raíces. «Jóvenes huanuqueños, lo nuestro está primero», repite una y otra vez, como un mantra, como una plegaria.

Hoy, Orlando no está solo en su viaje musical. Su esposa, Irma, sus hijos, Orlando y Natalí, y ahora sus nietos, han tomado la antorcha de la música y la llevan con la misma dignidad y pasión con la que él la sostuvo por décadas. En sus nietos ve el futuro, en sus hijos ve la continuidad de su legado, y en cada joven que elige la música huanuqueña sobre las modas pasajeras, ve la reafirmación de su lucha.

La voz de José Orlando Vara Mazzini no es solo la de un cantor, es la voz de un pueblo, de una historia, de una cultura que se niega a morir. Su guitarra es la prolongación de su alma y sus canciones son los latidos de un Huánuco que vive en cada nota. Y mientras haya una melodía por tocar, mientras haya un joven que escuche y un corazón que sienta, Orlando seguirá cantando. Porque su misión no es solo hacer música; su misión es hacer que Huánuco nunca deje de sonar.

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