Gallo en Huallayco

Apuntes de Nicolás Vizcaya

Por Jorge Chávez Hurtado

La regla jaranera prescribe reponer una cachua si es nueva. El pueblo crea muchas; de las que llegan acoge las susceptibles de ser adecuadas a su estilo; vio y alegre. Y también prescribe no marginar a las cocineras. El asedio lo realizan los más connotados de la reunión, a sabiendas de las consecuencias, pues salen al cabo de un rato atribuyendo su caída al mal aire.

¡PACHAMANCA CALIENTE PARA EL BUEN DIENTE!

Sala, corredores y patio se llenan de mesas y manteles y de una envidiable vajilla. El almuerzo, glorificado sea, se extiende puertas afuera. Platos, portaviandas y fuentes envueltos en azuladas servilletas desfilan interminables hacia la vecindad. A responder por el almuerzo. La alegría asciende unos peldaños más. No todo es cachua y marinera. Bailan valses, polcas y lo que está en boga. Las abuelitas se santiguan al ver que, pegaditas, se deslizan las parejas de jóvenes. A eso del crepúsculo de la tarde llega a las narices el olor de la pachamanca, Sírvanla en acatamiento del dicho: la pachamanca, caliente y con las manos…

¡A SACAR LOS JACAMICHES…!

Divertido temporal en la mesa gigante. La cabeza del cuye contiene unos huesecillos en formas del mismo roedor (jacamiche) y de estribos de cabalgar. Por eludir el trabajo de extraerlos, ser legos en la materia o por simple candilejonada, los platos de picante de cuye “con cabeza” pasan de una persona a otra entre discusiones y risas. Interviene doña Mica y los elegidos, quiéranlo o no, obedecen. Al final de tantos platos, entre ellos el de la sopa seca, óyese el pregón:

-¡A sacar los jacamiches!

… Constata don Fidel los estragos del evento y compadecido y magnánimo pide música. Los maestros se esmeran en brindar unas tonadillas que llegan al paladar del alma:

Qué culebra podrá haber

Que no tengo su veneno,

Qué mujer podrá haber

Que no sepa lo que es querer.

CUMPLEAÑOS SIN GALLO Y JARANA SOLO CUANDO SE ESTÁ DE LUTO

El segundo día, de la corcova y del shanache, es el acápite final de la fiesta, con una concurrencia menos numerosa y, después, “hasta el año venidero si la Divina Providencia no dispone otra cosa”.

Cumpleaños sin gallo, ponche, sopa seca y jarana, sólo cuando se está de luto, sentenciaban por aquellos tiempos de comida abundante y barata, porque no había especuladores en los mercados.

LA CACHUA, EN TIEMPOS DE LA COLONIA, ADQUIRIÓ NUEVAS MODALIDADES

La cachua o gachua,… se generalizó, inclusive su denominación durante el incanato en que era parte culminante de las grandes fiestas o “taquis”. Su variedad en baile y melodía y otras particularidades se debe a múltiples factores, como ubicación geográfica y clima de los pueblos y la instalación en éstos de tantos étnicos de mitimaes con sus inmitigables penas por sus lares nativos. En la época del coloniaje, al hacerla suya el mestizo de las ciudades de fundación española, adquirió nuevas modalidades.

En nuestra ciudad es conocida con los apelativos de “cachua”, “cachuita”, “cachaspare” (vocablo éste usado por Don Ricardo Palma), y de “chuscada” y “siquitapsis” (movimiento de posaderas), en las zonas rurales. La voz “huayno” o “huayño” es casi de reciente uso en nuestra región.

La cinta morada

No pierde color,

Así yo contigo

No pierdo el amor.

Azucenita dorada,

Dorada de mil colores,

Así es un joven soltero

Rodeado de mil amores.

En la calle me han cobrado

De eso me vengo riendo,

Tengo plata, tengo oro,

Me gusta salir debiendo.

Mamacita, vamos a Llata,

Allí la vida es barata,

Quinientos panes por medio

Y una llatina de yapa.

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