
Por: Jorge Chávez Hurtado
Huánuco, tierra de historia y tradición, es también cuna de expresiones musicales profundas que han cautivado a generaciones con su pasión y melancolía. Entre estas formas musicales se encuentra su majestad el yaraví, una melodía que, según tratadistas y musicólogos, expresa el dolor y las quejas del alma imbuidas en una tristeza notoria.
Aunque se ha afirmado que el yaraví alcanzó mayor trascendencia en Arequipa, existen evidencias que respaldan su origen en Huánuco. Un artículo del Diario de Lima datado en 1793 menciona cómo en las reuniones festivas de la sociedad huanuqueña se entonaban yaravíes tan conmovedores que conmovían incluso al más imperturbable. Este testimonio histórico refuerza la idea de que Huánuco fue un centro destacado de esta expresión musical desde tiempos coloniales.
José Varallanos señala que durante la colonia, la música quechua fue adaptada para cantos religiosos, lo cual facilitó la creación del yaraví. La influencia española y la llegada de instrumentos más completos como la guitarra, el arpa y el violín propiciaron la evolución de temas incaicos hacia el yaraví. Esta transformación musical fue una respuesta lógica a la fusión cultural que caracterizó a la época colonial.
A su vez, Esteban Pavletich destaca el papel del prócer José Gabriel Aguilar Nalvarte como uno de los primeros cultores del yaraví, mucho antes de que el poeta Mariano Melgar lo hiciera famoso. Estos testimonios, junto con el trabajo de recopilación de figuras como Daniel Alomía Robles, son eslabones clave para entender la historia y la importancia del yaraví en Huánuco.
El yaraví, como forma musical, nace de un mundo de lamentos y melancolías profundas, reflejando el dolor y la tristeza del alma humana. Es un canto que expresa el sufrimiento por la ausencia de un ser querido o por el abandono amoroso, siendo el amor no correspondido uno de sus temas más recurrentes. Esta intensidad emocional ha hecho del yaraví un género musical emblemático, arraigado en el sentimiento y la experiencia humana.
La Monografía de la Música Tradicional Huanuqueña, escrita por Arturo Caldas y Caballero y Gumersindo Atencia Ramírez, sostiene con solidez que el yaraví es propio de Huánuco, resultado de la transculturización del harahui durante la colonia. Además, describe sus características principales, como su carácter romántico, la repetición de frases, la presencia del chimayche como fuga, su acompañamiento con guitarras en serenatas y su estructura musical con introducciones e interludios instrumentales.
En conclusión, el yaraví no solo es una expresión musical arraigada en la cultura y en la historia de Huánuco, sino que también representa un legado emocional que trasciende el tiempo, transmitiendo la profundidad del dolor humano a través de melodías enternecedoras y conmovedoras.
OJITOS NEGROS
(Yaraví)
Canta: Centro Musical Huánuco
Ojitos negros de mi alma,
contigo me andan celando. (Bis)
¿Por qué me andas engañando,
ay ingrata cruel traidora?
Yo tengo quien me dé gusto,
quien me dé gusto y no pena. (Bis)
Te amo con tanto delirio,
que todo el mundo lo sabe. (Bis)
Si ha de ser para mi martirio,
que se acabe en hora buena;
yo tengo quien me dé gusto,
quien me dé gusto y no pena. (Bis)
FUGA
(Cashua)
Mi dulce huanuqueñita,
dame algo de ti
o viviré sin vida,
si vivo sin ti. (Bis)