Por: Jorge Chávez Hurtado
Bajo el cielo huanuqueño, donde la historia y la espiritualidad se entrelazan en un continuo susurro, nació el padre Juan López Díaz, un hombre cuya existencia ha sido una sinfonía de fe, compromiso y cultura. De raíces mixtas, con un padre arequipeño, Edgardo Santiago López Díaz, y una madre huanuqueña, Dafne Amara Díaz Pinzas, Juan creció en un hogar donde la devoción y el amor por el prójimo eran principios sagrados.
Desde muy joven, el padre Juan entendió que su camino estaba marcado por algo más grande. Su abuela Delia, mujer de profunda fe, le enseñó el poder de la oración diaria, un ritual que, con el paso del tiempo, se convertiría en el pilar de su vida espiritual. Las oraciones antes de dormir y al despertar no solo eran palabras, sino un diálogo con Dios que sembró en su corazón el llamado al sacerdocio.
Su formación fue tan diversa como los paisajes de su infancia. Completó su primaria en Arequipa, su adolescencia la vivió entre Mollendo, Lima y finalmente Huánuco, donde terminó la secundaria en el Colegio San Luis Gonzaga. Allí, en la quietud de las montañas huanuqueñas, comenzó a sentir con claridad el llamado divino. La mano firme y bondadosa del padre capuchino Julio Carpignano, quien lo guió en su primera comunión, y el consejo sabio de Monseñor Hermano Artale, que le impartió el sacramento de la confirmación, marcaron momentos decisivos en su vida espiritual.
Pero no fue un camino fácil. Como todo destino trascendente, estuvo lleno de retos. Sin embargo, Juan siempre encontró en su fe una brújula para sobrellevar las pruebas. La madre Ida Hinostroza Bernal y el padre Lorenzo Carabello, su director espiritual, fueron faros en su formación sacerdotal. Carabello, misionero comboniano, lo acompañó durante ocho años, siendo no solo su guía, sino también un amigo y mentor, cuya influencia permanece viva en el corazón del padre Juan.
A mediados de los años 90, su vocación ya no era solo un llamado interno. El deseo de servir se materializó en su trabajo en la Aldea San Juan Bosco de la Esperanza, donde, junto al padre Oswaldo y las madres Clarisas, trabajaron con dedicación al cuidado de los más necesitados. Esas experiencias fortalecieron en él el deseo de transformar el mundo, y en 1996 ingresó al Seminario Mayor «San Teodoro» de Huánuco, consolidando su camino hacia el sacerdocio.
Pero la obra del padre Juan no se limita al ámbito religioso. Su amor por las letras lo llevó a fundar en 2023 el «Café Literario en Tomayquichua», un espacio donde la poesía, la literatura y el diálogo cultural encuentran su hogar. Este proyecto refleja su convicción de que la espiritualidad y la cultura no son entidades separadas, sino complementarias. Para él, el servicio no solo se da desde el púlpito, sino también desde el fomento del pensamiento crítico y la creatividad.
Su pluma ha dado vida a una serie de libros que abordan desde la reflexión espiritual hasta las complejidades de la vida cotidiana. Entre sus obras destacan El milagro de la vida (2001), El rosario por la vida (2003), Acciones litúrgicas y devocionales (2006), Auxilio, mi hijo llegó a la adolescencia (2006), Hacia la casa del padre (2008) , Dr. Virgilio López Calderón (2020), Poemas del Bicentenario (2021) y su obra más reciente, Tú me importas y doce cuentos memorables (2024). Cada una de estas publicaciones y entre otras, que ha logrado publicar exitosamente, refleja un pedazo de su alma, un testimonio de su profundo amor por la vida y su constante búsqueda de respuestas.
A lo largo de su vida, el padre Juan ha sido merecedor de varios reconocimientos. En 2001, ganó el premio de poesía «Por una Cultura de Paz», un galardón que celebra su habilidad para transformar palabras en puentes de entendimiento y esperanza. En 2007, el Instituto Nacional de Cultura (INC) le otorgó un diploma de felicitación y reconocimiento por su incansable compromiso con el desarrollo cultural del distrito de Chaglla, un testimonio más de su incansable labor.
El padre Juan López Díaz es mucho más que un sacerdote: es un hombre que ha encontrado en la fe y la cultura el vehículo perfecto para transformar su comunidad. Su vida es un ejemplo de cómo el servicio puede tomar formas diversas, ya sea en la oración, la palabra escrita o el diálogo con quienes buscan consuelo. Hoy, su legado sigue creciendo, como una llama que ilumina el sendero de quienes tienen la suerte de cruzarse en su camino.