
Por: Fortunato Rodríguez y Masgo
Allá por el año 2003, julio mes patrio, me encontraba como periodista reportando a Panamericana Televisión, los últimos acontecimientos del Vraem, hechos del narcoterrorismo protagonizado por remanentes de Sendero Luminoso y narcotraficantes, apenas descendí del helicóptero en Mazamari (Satipo), que me trasladaba desde de la zona “roja” de enfrentamiento a Satipo para enviar información a Lima, caminaba con el paso ligero, llevaba consigo mi mochila cargado en mi espalda, transportaba mi equipo de filmación y cámaras fotográficas, cuando ya estaba casi en la puerta de la Comandancia de los “Sinchis”, tuve que hacer un alto al escuchar una información “clasificada” ¡el gringo Lanyi ha muerto! ¿Cómo? Era la pregunta de rigor, luego me comunicaron ¡lo asesinaron!, no puede ser dije, días pasado cuando pasé por su finca lo vi. No puede ser, si era un hombre estimado en Satipo, quien no conocía a este célebre personaje de la sociedad satipeña, muy allegado a los asháninka y a los agricultores, el sol se nubló, el día pareciera triste, chicos y grandes hablaban de él, porque era toda una leyenda en la Selva Central, pero ¿Quién era?
El gringo Lanyi, húngaro de nacimiento y satipeño de corazón, vino del viejo mundo cuando apenas tenía 10 años de edad para vivir en tierra asháninka, siempre con la sonrisa a flor de labio, con mucho sentido humano hacia los más necesitados, inquieto para edificar obras en bien de la comunidad, amigo del pueblo y de grandes celebridades como Fernando Belaunde Terry, Mario Vargas Llosa, el cardenal Juan Landázuri, entre otros
Andrés Lanyi Seles, cariñosamente el gringo Lanyi, nació en Zautmahe (Hungría) en 1921, sus padres fueron Adolfo Lanyi y Emilia Seles, quienes decidieron en 1929 emigrar al territorio peruano en busca de una oportunidad en la vida, se embarcaron desde su país de origen para llegar una madrugada de invierno al puerto del Callao en medio de una tenebrosa neblina que oscurecía la embarcación, cuál aliento frío obligaba a la familia coger los viejos abrigos de lana de la abuela, quien se quedó llorosa quizás presagiando de un viaje sin retorno allá en su tierra natal.

Ya en el Perú la familia Lanyi tránsito por diversos lugares de nuestra patria, llegando un buen día a la incontrastable ciudad de Huancayo, donde fueron recibidos por sus “paisanos gringos” como él, todos eran húngaros.
En una de las largas e interesantes tertulias entre piqueo y un buen anisado rodeados de sus compatriotas, lo animan al gringo Lanyi integrarse a un grupo de aguerridos hombres con el propósito de colonizar la montaña de Satipo; sin titubear, aceptó la propuesta y se alistó al contingente.
Era un lunes de noviembre, temporada de lluvia, el grupo emprendió su marcha desde Huancayo, partiendo con mucha ilusión y llevando entre su equipaje muchos sueños; por esta razón, los gringos caminaban soportando el crudo invierno serrano, quienes para abrigarse y sentir calor entonaban en cada momento el Himno Nacional del Perú, durante ocho días, tiempo que transcurrió para trasladarse desde la ciudad huanca hasta la montaña de Satipo, llegando a un pueblo desconocido, quedaron admirados por el verdor de la naturaleza, el encanto de su flora y fauna que reinaba, el clima era perfecto aunque sentían mucha calor por la alta temperatura que imperaba, más de 35 grados de calor.
Don Adolfo Lanyi y su familia asentaron su cabaña en una quebrada rodeado de un manto verde, debajo de enormes árboles, teniendo como única compañía hermosas aves que sobrevolaban el lugar, como vecino un riachuelo con aguas cristalinas que brotaba desde las entrañas de la montaña, era un paraíso para la familia Lanyi.
Ya establecidos, papá Adolfo comenzó a sembrar y producir la tierra, mientras mamá Emila, cada madrugada preparaba exquisitos pasteles, al rayar la mañana ya estaba en la canasta, cubierta con tela blanca y muy contento se despertaba el gringo Lanyi, quien solía cantar y pedir a Dios su santa bendición; para luego, salir de su hogar llevando consigo su cesta de pastelillos para ofrecer a los amigos en Satipo, luego retornaba a la quebrada con dinero producto de la venta.
Quién no recuerda en Satipo al gringo Lanyi, un hombre que trabajó de sol a sol cultivando su parcela, era un hombre muy caritativo, siempre ayudaba a los demás, laboraba largas jornadas preparando el terreno agrícola, limpiando y cosechando, ganas nunca le faltaba, siempre con mucho respeto aceptaba trabajar en el campo.
Ya al transcurrir los años, y cuando obtuvo la mayoría de edad, se enamoró y decidió contraer matrimonio, producto de su amor tuvo cuatro hermosas hijas, todas ellas profesionales: Ana Emilia, Blanca Lourdes, Flor Andrea y Sofía.
Siempre dedicado a la agricultura y de una forma esporádica brindaba hospedaje a quien le solicitaba, además te ofrecía exquisitos platos típicos de su país como de la selva; casi siempre, tenía visita de importantes amigos como Fernando Belaunde Terry, Mario Vargas Llosa, el cardenal Juan Landázuri, entre otros.
Se caracterizaba tener una amena conversación, por su amplio conocimiento, era un hombre autodidacta siempre con la lectura en sus horas de descanso.
El destino tenía reservado un día fatal para el gringo Lanyi, quien fue asesinado vilmente el 03 de julio del 2003 por indeseables delincuentes, que llegaron hasta el fundo, localizado en el kilómetro 6 de la carretera Satipo-Mazamari, con el propósito de robar, sin importarles la avanzada edad, le quebraron su vida y aprovecharon que se encontraba solo, porque su hija salió un momento a la ciudad de Satipo y cuando retorno a las 13 horas, sintió un ambiente raro y le dio cierto escalofrío de inmediato presagio “algo malo” sucedió aquí, tomando impulso camino con dirección a la casa, abrió la puerta y vio un escenario macabro, el papa cruelmente asesinado, la desesperación y el dolor se apoderó, era demasiado tarde el gringo Lanyi se fue sin despedirse, partió al más allá, dejando con mucha tristeza a su familia y amigos, sus restos mortales fueron sepultados en el pequeño cementerio de la familia.
El gringo Andrés Lanyi Seles, quien en vida fue el abuelo del colega periodista José Mariño Lanyi, hoy solo queda su recuerdo y en la memoria de su querido Satipo que va a perdurar por siempre. Descansa en paz gringo Lanyi.