Dos recuerdos: el cura Shapinco y la miel de ‘la banda’

Por Fortunato Rodríguez y Masgo

Llega hasta nuestra memoria algunos hechos que marcaron su existencia. Es bueno rememorar lo sucedido en Huánuco del ayer, de esta manera preservar y transmitir a la nueva generación de “patas amarillas” cómo era, cómo fue nuestras costumbres en la sociedad huanuqueña de aquellos años transcurridos en este hermoso valle de los Chupachos. Hoy transmitimos dos actos ocurridos:

EL CURA SHAPINCO

Dentro de la comunidad religiosa huanuqueña, allá por los años 70 al 90, cobijaba en su seno al reverendo padrecito Randolph, cariñosamente “Cura Shapinco”, descendiente de los alemanes. Era un personaje carismático, de tes blanca, alto, delgado, cabellos rubios, ojos verdes grandes vivaces, cuyo rostro de niño bueno sobresalía su nariz recta, larga, de forma de aguilucho (gancho); siempre con la chispa a flor de labio y sus ocurrencias en la manera de hablar a doble sentido, párroco de las iglesias del interior del departamento. Cuando se encontraba en nuestra bella ciudad de Huánuco Primaveral, se desempeñaba como profesor de religión en el colegio Leoncio Prado.

A diferencias de los padres, Elías Canchucaja e Idelfonso Godoy Tucto, quienes se desplazaban por nuestra urbe en bicicletas de “damas”, debido a la sotana con que se vestían; el “Cura Shapinco” hacia uso de una moto lineal pequeña, que casi siempre permanecía en la mecánica porque era alemana de la época de la segunda guerra mundial, tan antigua que ya no se podía distinguir su marca y menos el año de fabricación.  

Una mañana, el alumno Bombo Diaz, apuraba el paso, por el Jr. Damaso Beraun a inmediaciones de la plaza de armas; faltaba tan solo cinco minutos para que se cierre la puerta de ingreso del colegio leonciopradino. En ese preciso momento escucha insistentemente el claxon de una moto, da la vuelta y ve al “Cura Shapinco”, quien le dice: ¡Diaz sube a la moto y te jalo, antes que te quedes afuera! De inmediato, Diaz responde: ¡Gracias padrecito! ¡estoy apuradito, porque ya se cierra la puerta! Otro día me “jala” cuando dispongo de tiempo.

En una tarde, el padrecito Randolph, manejaba su inseparable motocicleta alemana, por el Jr. Dos de Mayo, a inmediaciones de la plazuela Santo Domingo. Escucha una voz ronca y ofensiva: ¡Cura Shapinco!, al instante respondió: ¡Tu madre!

Para la confección de sus zapatos contaba con un zapatero exclusivo, quien le fabricaba a su medida. Cuando en una oportunidad ordeno preparar y no venía a recoger; la zapatería se le llevo al Seminario Santo Teodoro y dejo encargado para que haga entrega del calzado n° 44. Cuando los curiosos indagaban ¿de quién era?, sencillamente el portero respondía del “Cura Shapinco”. Esta revelación corrió como reguera de pólvora por la ciudad: ¡El Cura Shapinco es zapatón!

Una vez, cuando el reverendo Randolph, retornaba desde la sierra a Huánuco, conduciendo su moto, de un momento a otro se sintió mal, se fatigo y murió repentinamente. Ocurrió cuando descendía por la zona de la Corona del Inca y miraba el valle del Huallaga. Su fallecimiento consterno a la población huanuqueña, en especial a los feligreses católicos y a sus ex alumnos.  

LA MIEL DE LA BANDA

La famosa, tradicional y añeja miel de la banda, era producido por don Alfonso Daga, allá por los años 1930, quien era propietario de una extensión de terreno en la “banda”, estableciendo dentro de ella su centro de producción de la apicultura, logrando obtener miel de abeja, polen, jalea real, propóleos, cera, entre otros. Estaba localizado en la margen derecha del majestuoso río Huallaga, altura de la actual urbanización Paucarbambilla (Amarilis), al frente del barrio de San Sebastián.

Prácticamente el padre de la producción apícola en Huánuco fue don Alfonso Daga, quien instruyó a sus hijos Samuel, Abelardo, Avelino, Juan, Abel y Juvenal (quien dejo la actividad para proseguir estudios contables en Lima, llegando a trabajar en el Ministerio de Economía y Finanzas), a dedicarse en esta actividad económica, que era fundamental para el desarrollo sostenible de la familia. A ellos les enseño los secretos de la crianza de las abejas a través de las colmenas, desde donde se promovía la polinización, que era importante para la mejora de la biodiversidad genética de la flora.

Posteriormente uno de los hijos, Avelino, tomó la rienda de la apicultura de la familia Daga, quien redoblo mayor esfuerzo, localizando nuevos centros de producción en Llicua Baja y en Acomayo (Chinchao), para promover su venta de productos finales, siempre estaba participando dinámicamente colocando su quiosco (stand) en las ferias que organizaba por aquellos años la Municipalidad Provincial de Huánuco, en Puelles.

Luego Abel, el último de los hijos de la familia Daga, se graduó de ingeniero agrónomo sustentando su tesis: “La producción de la apicultura en Huánuco”; luego tecnifico la crianza de las abejas, logrando óptimos resultados para el beneplácito de la familia. Lamentablemente fue asesinado. La ‘Miel de Abeja de la banda’, ya está en vísperas de cumplir 100 años de actividad. Hoy, es dirigido por los nietos y bisnietos del patriarca Alfonso Daga, conservando la tradición y la producción orgánica.

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