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Por Víctor Raúl Osorio Alania (*)
El primer día / en su agonía
Dieciocho horas con treinta minutos. Miércoles, un día de primavera. Sólo hay dos posibilidades para viajar: haciendo escala o directo, de día o de noche; en ambos casos el devenir suma doce horas. Veinticinco nuevos soles u ocho dólares el costo del pasaje. Antes de viajar –más que suficiente– consumir un alimento frugal, muy frugal para la felicidad del viaje y de su estómago.
Equipaje, recado (con beso incluido), certificado de vacunación nacional contra la fiebre amarilla, boleto, pilotos, pasajeros de uno y otro sexo… todo sincroniza el dial de la partida, del viaje, incluso del arribo.
El bla, bla, bla del torrente Rímac señala la magnitud de las lluvias en el ande central, más abajo la sed queda mitigada.
Ticlio incólume de 4.818 msnm hace de las suyas. Padecen los primerizos, tampoco se libran los curtidos viajantes. Aquel soroche o mal de montaña hace temblar al más valiente. El conductor aprisiona con fuerza el timón y disminuye la velocidad por su seguridad y para alegría de la dinastía. El punto más elevado del viaje, Ticlio, tiene nevados, lagunas, suficientes chozas dispersas; la vía de la carretera central, la línea ferroviaria; hasta el soroche está agazapado esperando algún pasajero desprevenido que ose pasar con poco o nada de ropa. Da la impresión que la camisa manga corta y la veraniega blusa exigen la presencia de chompa, bufanda y gorra. La calefacción del buscama trepida cuando mira las gélidas alturas. El silencio frío ingresa por la hendidura más mínima.
Que la nieve siga indócil ante cualquier embate del ser humano, empero, dócil para la hidrografía y cuando se trata de apaciguar la sed. Cascabelean las llantas, / cascabelean los dientes, / cascabelean los enamorados como hados etéreos.
¡Uf, vaya susto! Augusto robusto casi pierde el busto adusto. ¡Yupi, viene el descenso! Divisase Morococha y su futuro incierto, están que lo soplan de un lugar para otro. Campamentos lastimeros dizque refugian a los hermanos mineros.
El nuevo día / en lozanía
Cero-cero horas con treinta minutos. La Oroya puede justipreciarse de ser la madre del cordero, porque tutela el destino de cada quien. Exangüe avanza el río Mantaro, tanto baldón lo ha convertido en un recuerdo solitario. La Fundición, tentación de oro y plata, ensueño de unos cuantos, martirio de muchos. Color humo, olor humo, sabor humo, así palpita La Oroya vieja y su contexto
Tarma, “La Perla de los Andes”, atrae con su fragancia de rosedales. ¡Qué alivio! Mis recuerdos indagan por la orquesta Lira Tarmeña y sus huaynos afamados: Mantarana, Escalerita, Picaflor tarmeño, Marujita.
Más de uno despierta en brazos de la enfermera. Estamos en Pedregal, puerta de ingreso a la selva central. Ella, fiel con el código de Hipócrates, confirma: Vacuna contra la fiebre amarilla, sea responsable de su salud.
Tres y treinta de la madrugada en La Merced, símbolo capital de la provincia de Chanchamayo y el valle. Enjambre humano que despierta antes del primer quiquiriquí del gallo. La selva induce a trocar (hacer trueque) aventajando a la emisión de los rayos solares. Venga emoliente para sosegar el estrés, un sol el vaso, incluye diplomacia de la vendedora. Genialidad de Damasco (tela con dibujos) viste a chanchamaínos y su progenie.
Los ríos Chanchamayo y Paucartambo indican que vamos bien; más allá, esperan emocionados, la naturaleza y el amor.
Despabilando los sentidos, hora de conjeturar: ¿El bosque es gigante? Pasamos puente Paucartambo, el vehículo pidiendo chepa asciende por la pendiente. Las nubes están enraizadas en el agua, porque disputan el oxígeno en cada estrato horizontal, perpendicular y vertical.
Árbol, nieve, pájaros, riachuelos, nativos y colonos resultan buenos guías en la amazonía.
Luminoso verso / por tu arte diverso
Anadiplosis o concatenación. El sol está en un bosque, / el monte respira por cada árbol, / longevo soto de tallo leñoso, / lo leñoso llega hasta el río, / un arroyo que borbotea nubes… / celajes blancos como paloma. / la próvida sisella vive bajo el sol, / a la sombra del bosque, del árbol, del río.
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Ese prístino guarapo / si te traspapela guapo. Antes, durante y después del treinta de agosto, Santa Rosa y sus fieles congenian mediante juegos florales, equitación, motocross, torneo de cintas a caballo, excursión a Tunquicueva (Chontabamba). Por lógica, cada gala induce elaborar parrillada, pachamancada, sirven de bajativo el guarapo lenguaraz, lamedor para los niños. Pida la mano bebiendo caña, ensaye la maña del beodo. Para curar la resaca un vaso de leche con miel de abeja.
Tu propia manera / ondula en madera
(Viaje de regreso)
A pesar de la tranquilidad de Oxapampa sus habitantes tienen casa de campo, lugar donde acopian productos (plátano, caigua, rocoto, palta). En la libertad del campo, la emoción y la razón se comunican de tú a tú.
Redondillas. Oxapampa impresionante / hecha de buena madera, / verde libre su ladera… / emporio concomitante.
Te convidan parrillada, / señal de amistad sincera / cuál rutina llevadera, / honrada amistad, honrada.
Residencias para otra era / donde reposa la paz, / porque su gente tiene haz / de quietud sin tembladera.
Sé cuándo resaca y hamaca / instan el cabal sosiego, / la vida tiene su pliego / en esa malla sin laca.
Oxha y su buena madera / cualifica entre lo mímico, / bueno en lo afectivo y anímico… / ¡Gozan desde la cadera!
Rocas y ríos alternan voces. Paucartambo risueño, igualmente Chontabamba. Ambos ríos son respetados, misma guitarra de huaynos tristes, alegres, esperanzadores y filosóficos.
Siempre majestuoso. Verde policromado, tamiz de alivio. La catarata de la madre naturaleza subyuga y enseña. Cerros y árboles del mismo tamaño. Aquellos cerros que colindan con el río Chontabamba solo tienen 60 grados de inclinación. No existe árbol torcido, crecen por propia voluntad. Troncos cruzan los ríos. El tronco como canaleta.
La gallina turulata prefiere andar sin chalina. Los críos capturan todo gusano del suelo. Gallina, plátano, caigua, rocoto, palta… colocan en el techo de la camioneta rural (combi). Martes y sábados, los oxapampinos, envían toneladas de rocoto a la metrópoli de Lima. La sobra dañada será lanzada en el camino polvoriento. Este hecho demuestra que producen para la subsistencia o autoconsumo y para la venta a granel.
Mis cánticos andarines / usan a veces patines, / para superan confines / con deleite de clarines.
(*) “El Puchkador de la Nieve”