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ENTRE PLUMA & PAPEL
Elizabeth Saly Deza Laurencio*
Cuenta, la que aún sigue ahí.
Cada mañana fresca no más estaban sus legañas del Papasiki Clemente, cuando me encontraba debajito del camino Auquingoto. El flaco badulaque ha sabido hacerme caer en su trampa, y como me ha gustado, más y más lo estaba yo buscando. Cuando alguna prima pasaba por ahí, calladito no más nos quedábamos.
Cuando no conoces ningún papacho, eso es lo que pasa siempre. Mala suerte he tenido, desde chiquititas puras mujeres no más hemos vivido en la casa de la tía Sonia. Éramos doce mujeres, todas solteras, solo mi tía cuando estuvo en la minería dice ha tenido a cinco de mis primas. Yo no conocí a mi mamá ni a mi papá, dicen que han muerto por susto. Los papás de las otras primas también murieron, unos con fiebre alta, otros con bronquios otros volcando con carro y con el mal de pukio. Por eso, la tía Sonia nos ha recogido para criarnos en la Puna, pastando sus rebaños. Vivimos lejos, nadie nos visita, ni siquiera conocemos el pueblo; solo la tía va a comprar mishki, sal y aceite.
Solo la tía Sonia nos contaba cómo era estar con varón, porque ella ha conocido a muchos en la minería, nos contaba que en la cocina no más dice le buscaban los trabajadores para hacerle ver al papacho Jirka. Teniendo y teniendo a sus hijas ahí a estado muchos años, después se ha venido a la Puna, cuando no sabía a quién reclamar como el papá de ellas. Total, era mi tía, arrecha le decían.
- Tía que cosa es arrecha — sin miedo una vez le pregunté.
- Puta pues — me dijo sin tener nada de vergüenza.
Jajay, jajay, jajay…, diciendo nos reímos toditas. Total, era mi tía. Por eso nosotras lo único que hacíamos era pedirle que nos cuente que cosa sentía estar con gentes, pues no había nada en la pelada Puna para nosotras, todo estaba vacío de gentes.
Así lo conocí al clemente. Una vez, mi prima Galipa siempre se escapaba de la casa, disque arreando carneros, pero mentirosa había sido. Llevaba a María, la prima más chiquita, para hacerle pastar a ella solita. Papay Jirka sabe lo que la cholita hacía.
Cada noche la prima Galipa, ya se había acostumbrado, irse a dormir con la ropa de faena. Para nada se ponía el justan para dormir. La tía Sonia, ni caso le hacía. Era raro verla andar con la misma ropa. Una mañana, calladita no más la seguí y, he visto, que ha caminado bien lejos con la prima María. Al lado del pukio de Monte Potrero, había pasto verde. Entonces, la prima ha dejado a maría con las ovejas y mintiéndole, dizque diciéndole — Sentadita no más me esperas, voy a traer agua— se ha ido a verse con alguien. Eso me ha contado la misma María, ayer mismo. Yo le visto agarrado su galón, y mirando, mirando y mirando a todos lados ha bajado hasta la otra quebrada, donde hay un pozo de agua brillante. Desde la pata, yo estaba mirando todo, bajé calladita y me escondí dentro de la punsha de paja, cerquita al pozo. Desde ahí he visto cómo mi prima se metió en el montecito y para sorpresa desde la banda estaba llegando un cholo; tenía ojos grandes, era narizón y muy cachetón. Chiquitito no más era, sus botas también se comían todas sus piernas. Olía a coca, sus dientes eran verdes, parecían molares de mis cabras; calladita no más le mirado. Se entró dónde estaba escondida mi prima y […] Celosa me puse.
*Docente Bachiller de Lengua y Literatura. Escritora Pachiteana, integrante de la AEH (Asociación de Escritores de Huánuco).