Corochano o curuchano

Por: Roger Rondón Bardón

“De mágico caminar”

Uno de los personajes más coloridos, de “mágico caminar”, que causa intensa hilaridad y felicidad en la población durante la navidad, y los primeros de enero —incluso hasta el inicio de carnavales— es el Corochano de “Los Negritos de Huánuco”, ballet callejero huanuqueño profundamente ligado a nuestros sentimientos como pueblo.

El nombre del personaje de la matraca debe ser Gorrochano, de origen euskera o éuscaro (idioma vasco), que el vulgo corrompió en Corochano o Curuchano. La palabra Corochano es usada por quienes se preciaban de castizos, mientras que Curuchano fue la forma popularizada en el habla común.

Según Ricardo Palma, autor de Las Tradiciones Peruanas, el apellido español del personaje, proviene de un barbero radicado en Huánuco llamado García Gorrochano. Palma lo pinta como un viejo cascarrabias, malhumorado, que perseguía con chicote en mano a los adolescentes. En suma, era un tipo “avinagrado”; sin embargo, en la coreografía dancística es presentado como una figura alegre, dicharachera, burlona, habladora y enamoradora.

El Corochano, tras la careta de badana blanca, luce una roja nariz que simboliza a un borrachín consuetudinario, una luenga barba senil y unos intensos ojos azules de ultramar. Algunos señalan, además, que representa al Corregidor de época colonial, señor de horca y cuchillo, odiado por el pueblo. Este funcionario, representaba al Virrey en un territorio denominado corregimiento, era detestado por sus abusos y, en la cofradía negrera, es interpretado burlonamente. Así su ingenioso creador lo diseñó.

El personaje viste generalmente de levita negra con charreteras militares y un cómico corbatín, casi siempre rojo carmesí. Lleva un sombrero tongo de cartón, pantalón ajustado orlado de pañuelos de colores que rematan en escarpines y suaves zapatillas. Sin embargo, su vestuario ha experimentado cambios con el tiempo debido a la evolución artística. Algunos de estos cambios no coinciden con la propuesta original y sugieren cierta involución ornamental.

En los últimos años, aparecieron niños que bailan imitando a los Corochanos mayores, como Corochanitos, quienes, hoy han incrementado con su excesiva presencia en el mosaico danzarín. En cierta forma desvirtúan la esencia de esta hermosa expresión artística, por lo que urge la creación de un ente rector que señale los parámetros artísticos del “Baile de los Negritos de Huánuco”.

Es el único personaje de la cuadrilla que entra en contacto directo con el público, pues dialoga con la gente que lo sigue con entusiasmo. En especial, busca a las hermosas huanuqueñas, a quienes enamora y pretende sacar alguna cita. La memoria popular lo recuerda también como “ladrón de empanadas”, pues, aprovechando el anonimato de la máscara, se dice que entraba subrepticiamente a las panaderías para llevarse las riquísimas empanadas huanuqueñas, verdadero «bocatto di cardinale» de nuestra tradición culinaria.

La matraca es un elemento esencial del Corochano o Curuchano. Este instrumento ruidoso, de origen árabe, fue utilizado en la antigüedad y, por su sonido fuerte y seco, reemplazaba a las campanas durante el Jueves Santo para convocar a los fieles. En manos del Corochano, su sonido se acopla al bombo y los platillos con un son monocorde y único. También sirve para infundir cierto temor en los niños y marcar distancia entre la cofradía y el público curioso.

Hace más de tres décadas, el artista fenomenal de “mágico caminar” sorprende al público en los descansos de la cuadrilla, ejecutando magistralmente la tuba, el trombón o las trompetas, en un espectáculo sin igual que añade magia a la danza.

La creación del personaje de la matraca en el conjunto danzarín le otorga un toque especial de arte a la Cofradía, que hoy suman cerca de 300 agrupaciones, concitando la atención de propios y extraños.

Versos octosílabos de arte menor al Corochano – Curuchano

Ni palaciego arlequín,

ni circense payasín.

No es la humilde arena

bajo carpa multicolor,

ni marmóreo el salón

de bóveda imperial,

escenario del bufón.

Petimetri baladí,

pareces un maniquí

con su negra levita

de charretera militar,

y un cómico corbatín

casi siempre bermellón,

contrasta su albo jubón.

Corochano “Mashcarón”,

sombrero tongo y cartón,

careta blanca de badana

con risible roja nariz,

glaucos ojos de ultramar;

enfundas levita y frac,

calza botín y escarpín.

Testigos de excepción,

diciembres de Navidad,

niños y viejos la calle,

intenso cielo azul

de suave aliento abedul

que arropa querendón

al cándido muñecón.

Ni juglar medieval,

ni mimo tradicional.

No es su danza preciosa

de musas inspiración,

ni la armonía gestual

la cualidad esencial

del inefable danzarín.

No fue Orfeo creador

quien erigió el sonador.

Fue el amo supremo

de la carraca, el cual

encargó con intuición

la matraca tradicional

al ingenioso gentil.

Mojigato narizón,

rodeas jovial y zumbón

una variopinta cuadrilla.

Simulando autoridad,

con manos de guantes blancos

la matraca hace sonar:

rac, rac, trac, trac, retrac.

La trompeta y el clarín

en manos del bailarín

son de dioses melodía,

cuando el músico figurín,

en genial ejecución,

con la tuba y el trombón

produce gran delectación:

tarará, tarará, tarará, rarà

Ni zopenco socarrón,

ni bastardo cimarrón.

No es la real nobleza

de Iberia su blasón,

ni el gran linaje azul,

orgullo esencial

del jocoso chapetón.

La luenga barba senil

del exótico carcamal,

cual vaporosa cascada

inquieta desde el mentón.

Su argentino vellón,

cual espumosa cascada,

resguarda al barrigón.

La extraña roja nariz

del vetusto carcamán,

en blanca careta destaca

como orla peculiar,

del curioso vejestorio

provoca admiración

del poblador seguidor.

Curuchano dicen los más,

Corochano los demás;

en ello no hay acuerdo.

Gorrochano debe ser

el apellido español

del pícaro corregidor

en época colonial.

Quisquilloso narigón,

te pones candelejón

al escuchar tu nombre.

Contoneando feliz,

con aguardientosa voz,

gutural contestas:

“Soy todo tuyo, corazón”.

Vejete galán otoñal

de ronca voz gutural,

tras risible máscara.

Marrullero embaucador

eres diestro al lisonjear

s las damas por doquier

buscándolas enamorar

Bajo la manga un plan

para hermosa vestal,

cual galán enamorado

buscas palabra a decir,

en tu memoria senil

esperando un un sí

lejano alentador.

Badulaque barrigón

quisquilloso satiricón.

Sin razón te califica

el populacho simplón

«de empanadas ladrón»

por cándido proceder

en tiempos de navidad

Ni bondadoso Belial,

ni maléfico Luzbel.

No solo tu bella danza

ni tu atuendo genial

embriagan de sonoridad

la retina pueblerina:

es tu lenguaje gestual.

Insomne borrachín

de rústico cañaplín,

así te descalifica

la sátira popular.

Y de empanadas ladrón,

gran vejete burlador,

ahora eres danzador.

Otrora corregidor,

siempre enamorador,

en el aire levitando,

pareces un colibrí.

Dibujas cadencias mil,

cual arpegio musical,

alzando vuelo estelar:

¡felicidad para el bufón!

Testigos de excepción:

diciembres de Navidad,

eneros de nuevo año,

que nos dejan un sabor

a dulces años de niñez,

que nos haces revivir:

¡Corochano inmortal!

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