Por Fortunato Rodríguez y Masgo
Era una noche de junio de la década de los noventa. Todos sentados en el añejo comedor de nogal, cuyo piso de laja de mármol extraído de la cantera de Huancapallac impregnaba una característica señorial a la vieja casona que sobrevive más de 150 años dentro de las estrechas y románticas calles de nuestro Huánuco primaveral.
El cielo está completamente azul, noche estrellada, resalta en la inmensidad una coqueta y esbelta luna que ilumina la ciudad. Mientras la familia se encuentra dentro de una tertulia nocturna, está tendido sobre la mesa coquita para chacchar (masticar), el cigarro Inca para la limpia (fumar) y shacta (aguardiente) de caña de Vichaycoto para armonizar el ánimo y el ambiente.
Prefieren prender una vela, porque alumbra más que el foco de ‘Electropeor’; disculpa, digo Electrocentro. De pronto, circula un comentario sobre la guerra con Chile. ¡Aquí, en esta casa estuvieron los chilenos! Revisaron todo, dijo la abuelita de la casa, la mamacha Fillica, quien tiene más de 80 años, se encuentra lucida y no adolece ninguna enfermedad, gracias a Dios bendito.
“Mi abuelito Teodorico me contó, en mayo de 1881, entró el ejercito de los chilenos a Huánuco, los soldados eran altos, blancos con tremendos caballos, hasta cañones trajeron, inmediatamente ingresaron a las casas para robar las joyas y dinero esterlina de los mishtis(ricos)hacendados y comerciantes. Además, buscaban a las señoritas hermosas para violar, eran peor que el demonio”, sostuvo la mamacha.
“Quemaron hermosas casas coloniales de los mishtis (ricos), quedo en ceniza las haciendas de Colpa Baja, La Esperanza, y El Valle. No respetaron ni las iglesias, donde entraron montados de sus caballos. Se robaron los tesoros de la Catedral y de la mamá Purísima. Eran diablos, que van a ser gente así”, dijo la abuelita.
“Todo esto no le gusto a la gente, en especial a los jóvenes del colegio Minería, y los mozos de Churbamba, Acomayo, Panao, Ambo y Dos de Mayo quienes se hicieron respetar al ver tanta desgracia. Porque, se fueron a la guerra para matar a los chilenos y botarlos de nuestra Patria”, recalco nuestra Fillica.
Para conocimiento de ustedes “En Churbamba vivió la familia Figueroa, dedicados a la agricultura y a criar ganados. Al tener conocimiento de la maldad de los chilenos, su hijo mayor, Modesto, bajo a Huánuco, y se fue a la guerra conjuntamente con su warmi (mujer) y su wawa (bebe), llevando la Bandera Nacional, como estandarte de guerra”.
“Era joven de carácter fuerte, alto, bien comido, en la estancia donde criaba sus reses y carneros, siempre andaba cargado de su carabina Remington calibre 43. Donde apuntaba su ojo, llegaba la bala, su mano no templaba, era sereno”.
“Tras de él, también se fue su Ruperta (warmi) y su wawa, caminaron por terrenos desconocidos, atravesaron quebradas, cerros y ríos al lado de los jóvenes del colegio. Ella le cocinaba y la atendía a Modesto, él siempre cargando su vieja carabina y su q’ipi (atado) en su cintura repleto de balas. Se le encomendó ser el tirador del batallón Huánuco”.
Estuvo presente en enero del 1881en la batalla de San Juan y Miraflores, integrando el Batallón N° 17 “Huánuco” que pertenecía a, la 4ta. División Norte bajo las órdenes del coronel Buenaventura Aguirre. Desde, un punto fijo a baleado a los chilenos, quienes cayeron como palomas. Lamentablemente, casi al final, no tuvo balas para seguir disparando. Salto al campo para pelear cuerpo a cuerpo con su bayoneta, resistió la arremetida del invasor, logrando matar a muchos de ellos. Al final, se retiró herido mortalmente, siendo auxiliado por sus compañeros. Era todo un gladiador que luchó a muerte, se enfrentó al enemigo con mucho coraje y valor, logrando sobrevivir.
Luego, fue convocado por el general Avelino Cáceres para integrar un contingente de montoneros y guerrilleros durante la Campaña de la Sierra o de la Breña para ejecutar sabotaje contra el avance de los invasores chilenos. Tomo el sobrenombre de “Bandolero”, quien cumplió misiones arriesgadas y con mucho tino.
Ante el llamado del coronel Leoncio Prado se integró al “Batallón Guerrilleros del Huallaga” conjuntamente con sus paisanos ambinos, huacarinos, pañacos, domainos y huamalianos, quienes hicieron una fuerza temible, bajo el mando del mayor Heraclio Fernández y el Dr. Enrique Rubín. Llegaron a emboscar en muchas oportunidades a los chilenos, quienes tuvieron que huir ante la presencia sorpresiva de los patriotas que se enfrentaban con vigor y honor.
Modesto, fiel a su coronel Prado, estuvo presente en julio de 1883 en la Batalla de Huamachuco. Marchó solo, dejando a buen recaudo a su mujer e hijo. En el centro de operaciones se le encomendó ser el tirador, desde su puesto lucho aguerridamente. Pero, el destino le jugó una mala pasada, se agoto las municiones. Nuevamente se puso de pie, para luchar por su Patria y su vida, cuerpo a cuerpo, con bayoneta y culata de su inseparable arma se defendió. Al final, fue capturado y liberado posteriormente.
El Bandolero Figueroa, no aceptaba la derrota, buscaba nuevamente enrolarse a las filas y ponerse a las ordenes de Andrés Avelino Cáceres. Al final, luego del Tratado de Ancón, se reunió con su familia, quienes regresaron a Churbamba donde residía conjuntamente con sus padres y hermanos. Era considerado héroe, respetado por la comunidad y bien tratado cuando visitaba Huánuco. Ya a los años, dejo de existir y sepultado envuelto del Pabellón Nacional, llevando consigo los momentos inolvidables de lucha en defensa de nuestra Patria.