
(Segunda cosecha de relatos)
Por: Víctor Raúl Osorio Alania*
Los agricultores enseñan a cosechar voluntades, acuerdos y productos, por eso los admiramos. Ellos tienen herramientas para hallar lo posible en lo improbable, sincerar la palabra y las actitudes. Un alto a la vida aciaga, superando más de un traspié, a la altura de las circunstancias propongo: Aguanieve (Segunda cosecha de relatos). Espero contribuir en la gestión de memoria, espero escuchar a más de uno que diga: ¡me parece increíble, se puede leer cada relato en un minuto!
UNO. Parecía la suma inequívoca de martes y viernes trece, un domingo para el olvido. Su esposa partió con su mejor amigo y detrás de ellos la mascota guau, guau, guau; el equipo de sus amores ganó el partido y sumó tres puntos, pero más tarde le avisarían que perdía cuatro puntos por incumplir con responsabilidades laborales.
La cuestión da para más. Puso agüita en la tetera silbadora, tenía balón nuevo de gas, empero no había un solo palito en la cajita de fósforos Inti. Timbra el celular y le comunican: Vuestra hija está contrayendo matrimonio con uno de los falsos testigos que te mandó a prisión.
DOS. Una niña primero, un varoncito después, fueron herederos del clan familiar Wayta-Mayu, labriegos por excelencia.
Viendo el árbol genealógico, los Wayta carecían de jardines y agua, porque nacieron en un sitio lleno de polución, no obstante, dieron lecciones de vida a sus retoños como el perfume natural del rosedal. En paralelo, los Mayu vivían preocupados y explicaban con todos los mecanismos posibles la necesidad de cuidar cordilleras, lagunas, ríos, manantiales…
A la postre, los Wayta-Mayu juntaron sus vidas y propósitos para defender la ecología desde la praxis; en primer lugar, aprendieron y enseñaron a descontaminar la mente.
TRES. Mefistófeles actúa más allá del bien, más acá del mal. Nunca le pida piedad ni tolerancia, porque puede capturarle con la incertidumbre.
Si quieres condonar tu pacto con el diablo dile fuerte y sereno: ¡Adiós angelito, la siguiente cita será debajo de la Chakana o Cruz del Sur y estaré acompañado del señor No Sé Quién Soy, descendiente cercano del tal Sin-vergüenza!
CUATRO. Cinco de la tarde, despiden contritos al ser amado. Un minuto de silencio resulta una eternidad para quien toma la delantera, mientras tanto, en ese minuto los dolientes ven la tumba que también será su casa.
Tres presentes por el ausente, un pésame y no tres para los dolientes.
La muerte llega de prisa, más rápido echan tierra los enterradores u ocasionales hombres de la pala. ¿Por qué tanta prisa?
CINCO. Soñó con ser cura moderno, sin sotana ni templo, fe le borbotea por la epidermis.
Cuando despertó –por el cansancio de tanto dormir– ya oficiaba la última liturgia de su carrera sacerdotal, ya ciertas feligresas lloriqueaban como María Magdalena, incontables abadesas oraban porque sus confesiones nunca sean reveladas.
SEIS. Ganó el equipo de sus amores, bebió, cantó y bailó, cuando sus amigos estaban beodos y querían garabatear o llenar de grafitis la ciudad de siete mil habitantes, aclaró la emoción: ¡Somos hinchas, pero no fanáticos!
El más dipsómano de todos diría: ¡Viva los fanáticos que no hinchan!
SIETE. Fue víctima del relámpago a los cuarenta años de edad, sanó sus heridas lavándose con aguanieve, comiendo cushuru verdeazulada (Nostoc), degustando toqosh api (mazamorra de papa o maíz fermentados).
Sus hijos e hijas ya peinan canas, pero él rejuvenece cada vez que relata de cómo le hizo guiños a la muerte y no acepta el título de Hombre Rayo.
Plácida labor habitual sin abandonarlo. El autodidacta evita quejarse porque alcanza placer en todo lo que hace.
Presumir le desgasta, prescinde odiar, golpea el pecho en el altar de su conciencia nunca en el tabernáculo, sopesa el discurso espontáneo con el discurso reflexivo.
OCHO. Soy periodista…
Permiso, prensa…
Abran paso para este reportero…
Pasaron muchos años para develar sus engaños, pues tenía una grabadora antigua donde colocaba la única cinta magnetofónica de sesenta minutos. Si una conferencia duraba dos horas o más, volteaba y volteaba la cinta.
El pueblo siempre querendón cuando lo veía acercarse indicaba: ¡Llegó el periodista!
¡Ah!, él que anda de período en período con las autoridades…
NUEVE. Cientos de agricultores hicieron un alto en sus actividades para escuchar a un experto en biogenética animal.
Mi empresa y la tecnología de punta son unicidad… (Aplauso grabado).
Pronto tendremos ganado vacuno sin huesos y con peso de trescientos treinta y tres kilos… (Aplauso grabado y con reverberación).
Los agricultores inquirieron con voz serena: ¿Cómo va sostenerse una vaca deshuesada con más de trescientos kilos?
Otro fue más reflexivo. Entiendo, la vaca transformada en invertebrado y la mariposa será un vertebrado… Deduzco que la compañía sembrará yerba en el cielo. ¡Genios ingenuos!
DIEZ. Un lápiz costaba más caro que un cuaderno, ¡suena desquiciado!, un cuaderno valía cien veces más que un árbol, ¡inaudito, mamita!
La arboleda explicó la extraña situación a los suyos y decidieron marcharse para siempre… ¡Entérese de fuente indiscutible! Aquel desierto fue campo de oxígeno alguna vez.
ONCE. Cortaba el agua con un cuchillo romo, empezaba en el crepúsculo y concluía en la alborada. ¡Cuando termine de cortar lo haré con las nubes!, voceaba para sus adentros.
Pasaron los años y resultó un abanderado de la dramaturgia.
Mamá voy a cortar las penas con alegría…
Aceptado hijo, yo haré nívea la noche lóbrega.
Dramaturgos en escena, véalos en cuanto cambie el acto shakespeariano.
DOCE. Humanos que no alcanzan dos metros de estatura pretenden estudiar en un santiamén los rascacielos de Tantamayo.
Gente humilde con perspectiva existencial concadenó idea con hilera de piedras hasta lograr cada una de las edificaciones. Burilaron el frío con mansedumbre, creatividad, arte, arquitectura.
Están presentes –los rascacielos– como testimonio que confronta el olvido y mantiene más de una razón existencial.
La estatura física puede ser observada, sin embargo, la talla mental proyéctese más allá del ojo humano y de cualquier telescopio novísimo.
OTROSÍ DIGO. ¿Dónde hablan los espejos? En los relatos hablan con voz frágil, prefieren a las hadas y desconfían de los hados, cuestión de confianza; en tanto, absuelven dudas de aquelarres por temor a ser hechizados, aunque lo hacen con evasivas insospechadas y conversan sueltos ante los médiums, confianza en cuestión. También dialogan cuando son encaradas con el espejo de agua, si le cae una gotita queda ahumada y atolondrada.
*“El Puchkador de la Nieve”